El autor cacereño visita Córdoba con motivo de su intervención en la sala Orive, a las 20.00 horas, dentro de la programación de Cosmopoética. Cuenta con premios como el Adonais en su trayectoria poética, en paralelo a su extensa labor como articulista, investigador, crítico literario y novelista. Abordó con sensibilidad y atino la muerte de su padre en el poemario La Fragilidad, ganador del Premio Loewe en 2020, aunque ahora se ve inmerso en la poesía de la meditación.

¿En qué género se siente más cómodo?

Fundamentalmente soy poeta. Aunque como decía la crítica argentina Beatriz Sarlo, creo que hay escritores con una mirada poética del mundo, como Juan Carlos Onetti o Marguerite Duras. Creo que mi espacio es ese. Me siento un escritor con una mirada poética del mundo, aunque apostar por los dos géneros me sirve para respirar.

¿Qué le hace asignar un tema a una novela o un poema?

La intensidad. Para tratar un tema desde la poesía este tiene que tener gran carga emocional y sentimental para mí porque si no ese poema no tiene validez. El poema debe ser un fogonazo, una explosión. En la novela, sin embargo, la misma intensidad se va conteniendo a lo largo de las páginas.

¿Por eso ‘La Fragilidad’ pasó a ser un poemario?

Sí, justo por eso. No encontraba el lenguaje adecuado para convertir la muerte de mi padre en una novela. El proceso duró varios años, tenía mucho escrito y sí, podría haber sido una novela, pero no hubiera mantenido la esencia de lo que quería contar y creo que el escritor primero de todo deber ser honesto consigo mismo. Vicente Aleixandre decía que la belleza no se busca, se encuentra, y los primeros poemas aparecieron, como decía Jiménez Lozano, porque alguien me los susurró al oído. Una voz interior me llevó a tratar el tema desde la poesía.

¿La literatura nos acerca a la verdad más que el periodismo?

El mundo está ahora lleno de ficciones y creo que la literatura es un territorio que pretende arrojar luz sobre la verdad de la vida. Para mí no hay un territorio de comunicación mayor. Una literatura que no quiere encontrar los motivos que nos llevan a vivir no tiene sentido para mí. Es una postura que el lector actual, en general, reivindica y esto se ve en el auge de la autoficción y la autobiografía. Me da la impresión de que en la novela actual hay un cansancio de la ficción pura. Creo que ahora la ficción está más cerca del entretenimiento que de la aventura espiritual. La poesía es una aventura espiritual, no en el sentido religioso, que debe acercarse a la verdad de la vida.

¿Es cierto que identifica su obra con la poesía de la meditación?

Totalmente. La poesía de la meditación es el punto de encuentro de los poetas de las últimas décadas. La crítica literaria no ha tenido esto en cuenta. El pensar y el sentir forman una sola acción. Como decía T.S Elliot, un pensamiento cambia mi forma de sentir. Cernuda, gran poeta de la meditación, entendía que la poesía española debía abrir el verso para alojar el pensamiento. No se trata de poesía filosófica, sino de darse cuenta de que sentir y pensar se encuentran en el mismo ámbito. Cuando leí mis poemas este julio pasado en la fundación Antonio Gala, planteé que los poetas de ahora tenemos la obligación de ser hijos de nuestro tiempo. Podemos seguir la poesía del siglo veinte, que todos adoramos, pero, humildemente, plantearé también en Cosmopoética la importancia de buscar una voz poética para el siglo veintiuno y que esa sensibilidad esté relacionada con la cultura actual.

¿Cree que festivales del carácter de Cosmopoética ayudan a ese objetivo?

Se trata de un asunto de opinión personal, ya que no puede ser comprobado científicamente. Creo que Cosmopoética está indagando en cuál es la poesía del siglo XXI y, lo que es más importante, se la está acercando a la gente para que pueda crearse su propio espacio dentro de una sociedad tan abierta y con un gran mestizaje cultural en la que vivimos.