El nigeriano Wole Soyinka, primer escritor negro en recibir el Nobel de literatura en 1986, visita Córdoba con motivo de su participación en Cosmopoética y que casualmente coincide con la publicación de Crónicas desde el país de la gente más feliz de la Tierra, novela publicada en Alfaguara; una vuelta a la ficción del autor de teatro, poesía y ensayo tras medio siglo sin abordar este género.

La obra es un retrato satírico de la corrupción política situada en una Nigeria de ficción, pero en la que Soyinka quería representar conscientemente la realidad de un país, para que sus conciudadanos, "se vieran reflejados en la historia, así como sus villanos". Porque para Soyinka los poderosos que ejercen su influencia negativa sobre el mundo, los fundamentalistas que intentan imponer una sola ideología y acabar con las libertades, sin pensar más que en su propio beneficio no son más que eso, "Villanos", ante los que un artista o un escritor no puede más que "seguir empujando y morir contento de haber ejercido una influencia positiva", ha explicado a los medios.

Soyinka ha estado encarcelado en más de una ocasión por oponerse al régimen de su país, aunque su última obra, más que una autobiografía, "es la biografía de una nación". El escritor es consciente de que la literatura puede revelar verdades más significativas y hondas que los géneros que persiguen la veracidad, aunque en este caso se había "cansado de la poesía, el teatro y los ensayos para tratar los temas del efecto del poder sobre la condición humana", así que pensaba "que la novela era la manera de exponer mejor sus temas".

"Uno se cansa de un medio particular de expresión", comentaba el Nobel, no en un sentido arrogante o desesperanzador, sino más bien todo lo contrario. Era la declaración de un escritor comprometido con su mensaje, para quien la forma es una cuestión más anecdótica que otra cosa. "Puede que el próximo género que aborde sea una ópera, así que tal vez nos encontremos aquí en esta misma sala dentro de 50 años para discutir mi obra, o puede que mi película, quien sabe", ha bromeado el autor con la prensa, en un encuentro en el que ha estado acompañado del director literario de Cosmopoética, Antonio Agredano, y de la delegada de Cultura Marián Aguilar.

El papel de la literatura en la memoria histórica

Wole Soyinka no ha venido a ofrecer soluciones, ni a imponer cánones o puntos de vista. Lo que sí tiene claro es que "la naturaleza humana no varía mucho en la historia, solo tienes que lidiar con sus pequeños matices en el presente", por lo que lo difícil no es encontrar material artístico que valore dicha memoria, sino lograr acertar con el modo de hacer llegar el mensaje a la gente según el momento cultural, y Soyinka es consciente de que la cultura actual es líquida, distraída y compleja.

El Nobel Wole Soyinka junto al director literario de Cosmopoética, Antonio Agredano; la delegada de Cultura, Marián Aguilar y un traductor, durante la rueda de prensa CÓRDOBA

Por ello, cuando le preguntan sobre las diferencias entre la tradición literaria europea y la Africana, su respuesta es tan elocuente como inesperada. "Toda la creatividad e imaginación humanas tienen la misma raíz; Si tradujésemos a un mismo idioma todos los textos de diferentes países, sería muy difícil saber de dónde proceden quitando las referencias a lugares o personajes específicos", explica, "las formas de contar las historias se parecen mucho y esa es la conclusión a la que he llegado tras años de análisis como escritor y como estudiante de la literatura" y pone como ejemplo el realismo mágico de García Márquez, cuyas obras comparten una estrecha relación, en opinión del Nobel, con las del escritor Nigeriano Amos Tutuola.

Wole Soyinka desconfía de los gobiernos y de las religiones. Compara el fundamentalismo islámico con las torturas de la Inquisición como "una problemática fundamentalista religiosa a la que siempre nos tenemos que enfrentar como seres humanos", declara. En su defensa continua de la libertad, en lo que respecta a su libertad creativa como autor, dice inspirarse en cualquier evento cotidiano, que le sirve para "reexaminar  su visión de las problemáticas sociales, del mundo e incluso de sí mismo". Del mismo modo, se sirve de su estado emocional, de emocional, de los sentimientos que resurgen después de haberlos olvidado durante mucho tiempo y que tenía en el subconsciente".

Para el Nobel, el acto creativo es tan individual como universal y recuerda la importancia de defender lo que somos en ambos planos, contra todo pronóstico, aunque las circunstancias sociales y políticas traten de malversarlo.