El Festival Cosmopoética siguió este martes su curso con las sesiones en Sala Orive, donde los autores asisten a la confluencia de sus mundos creativos, sus obsesiones, sus pérdidas y ganancias vitales en torno al difícil mundo creativo. En el caso de Ángel de la Torre, quien ayer recitó los poemas de Apagar el Frío, poemario editado por Cántico y ganador del Premio Ciudad de Córdoba Ricardo Molina, el regreso a esta cita, a la que ya estuvo invitado en 2014 y a la que acudió en ocasiones anteriores para ver a recitar a Pablo García Baena, cuando el creador de Cántico vivía, supone un impulso alentador a su trayectoria poética.

«Estamos aquí; nacemos, crecemos y morimos. La poesía da sentido al ciclo de la vida, te calienta interiormente», explicaba el poeta lucentino, «aunque durante mucho tiempo me alejé de la sensación de que la poesía era una de esas hogueras a la que nos acercamos para aplacar el frío de vivir, así que volví a anteriores lecturas y me topé con el verso Apagar el frío, de Juan Gelman». Así surgieron los poemas recogidos en el poemario homónimo de De la Torre, que al poeta le sirvieron «de antídoto y de veneno»; una «búsqueda de sentido de la poesía a través de la poesía misma».  

En Orive resonaron poemas centrados en experiencias personales, como el evento determinante de la paternidad. «Este es un poemario centrado en mí mismo; no trato temas sociales porque me marcó mucho una frase de un amigo poeta iraní que me dijo que no se debería escribir poesía con la tragedia ajena», de ahí que el lucentino quiera abordar lo universal a través de la experiencia personal cotidiana. Aunque horas antes de encontrarse con Xavier Guillén se confesaba «tímido pero extrovertido», su encuentro con Xavier Guillén, premio de Poesía Andalucía Joven por su poemario Mar negro, publicado en Renacimiento, sacó la calidez que el poeta, graduado en filología árabe y residente en Italia debido a las continuadas crisis económicas que le obligaron a exiliarse, pretende encontrar a través de una búsqueda poética incesante. ¿De qué sirve esto?», se preguntaba a sí mismo. «Esto no te lleva a nada, pero escribes porque no puedes evitar tener cosas que decir».

Lo explicaba quien encuentra referencias en las figuras literarias asentadas de Claudio Rodríguez y Antonio Gamoneda y, respecto a voces más cercanas a la suya, a David Leo García, Juanma Prieto, Elena Medel y Luna Miguel. Xavier comparte con el lucentino la sensación de «no pertenencia a una generación», aunque encuentros breves como los que ofrece esta cita poética permita confrontar esa realidad, para transformarla en aliento vital.

Paulina Flores desgrana la temática de su última novela 'Isla Decepción' frente al público de Orive FRANCISCO GONZÁLEZ

Algo similar impulsó a la escritora chilena Paulina Flores, quien consiguió embelesar a crítica y público desde su lanzamiento «obstinado» a la literatura con Qué vergüenza, ampliado luego a recopilación de cuentos, y galardonado con el Roberto Bolaño, así como con su última novela Isla Decepción, con Seix Barral, centrada en una historia dura de mar, de personajes que trabajan sin descanso para ganarse la vida sobre un barco de pesca, pero sin dejar de lado un fuerte lirismo que, contaba su autora, le vino de insistentes lecturas de poemas durante las últimas fases de creación del manuscrito.

Flores se zambulló en las letras por necesidad y se encontró con la soledad de ser mujer, con referentes escasos en el panorama al que aspiraba pertenecer. Más que una cuestión reivindicativa, no obviada, se trataba de conseguir una superficie a la que agarrarse, y que le vino a partir de las figuras de Carson McCullers, Alice Munro o Eudora Welty. Su mundo literario se intercala sin dificultad con el de dos creadores que se agarran a la necesidad vital de la creación, esa que aparece por sorpresa.