A sus 38 anos, el cordobés Antonio José Díaz Rodríguez, profesor de Historia Moderna, Contemporánea y de América de la Universidad de Córdoba, ha pasado a engrosar la lista de laureados con el Premio Nacional de Historia gracias la obra El mercado curial. Bulas y negocios entre Roma y el mundo ibérico en la Edad Moderna. En este estudio, el historiador e investigador descubre la dimensión comercial en torno a la Iglesia entre los siglos XV y XVI, lo que ayuda a comprender la realidad del sur de Europa teniendo en cuenta los múltiples y variados intereses que intervienen en el mercado curial, desde el labrador rico y el cura parroquial a las estrategias de la nobleza por mantenerse en el poder.

¿Cómo ha recibido la noticia de este premio? ¿La ha asimilado en estos días?

El premio ha sido toda una sorpresa y no podía ni imaginarlo. No supe nada hasta que me llamó el ministro de Cultura, lo que me dejó sin palabras, porque ni siquiera sabía que el premio lleva acarreada una dotación económica. Aún lo estoy asimilando y es para celebrarlo más allá de lo personal, porque también es un reconocimiento a una manera de investigar, a lo que se puede hacer desde lo público y con una editorial universitaria, además de otorgarse a una persona joven.

¿Qué le hizo adentrarse en este aspecto de la historia de la Iglesia?

Todo empieza en el archivo cuando comienzo a descubrir que hay cosas que no me cuadran, contratos que no sé por qué existen ni entre quién o para qué. Todo este mercantilismo surge en la Santa Sede, pero va mucho más allá. Porque este espacio de negocio que aparece entre Roma y el resto del mundo católico, con España con un papel protagonista, sirve para articular, especular y negociar con la gracia papal. Entre los siglos XV y XVI muchos estados en Europa necesitan dinero, y una respuesta muy interesante la da la Santa Sede con la mercantilización y comercialización de esa capacidad del Papa para salvar trabas legales como la de casarse con un pariente, salvar la edad mínima para ocupar un cargo o para hacer operaciones con rentas eclesiásticas. Y para todo ello surge la figura del intermediario, ya que todo se tiene que hacer en la curia de Roma, de manera que van a aparecer compañías de profesionales a medio camino entre lo eclesiástico y lo comercial que tienen contacto con banqueros internacionales y saben mucho de cuestiones de Derecho. Y a estos curiales acude la gente para transmitir sus peticiones.

¿Qué aporta de novedad este estudio?

No hay nada sobre la existencia de esta realidad, nada que explique qué hay tras el funcionamiento del acceso al clero, de las dinámicas matrimoniales, de las estrategias familiares para su ascenso social y en cuanto a la integración de minorías étnico religiosas en la España del momento. No sabíamos que todo esto tenía una dimensión económica y comercial. Es decir, que a pesar del discurso que nos habla de una sociedad estamental, esta era una realidad cotidiana y el dinero pesa cada vez más. Ahora sabemos que por cualquier cantidad de dinero se accedía a lo que se quería. Y esto era una gran fuente de ingresos para la Santa Sede.

¿Por qué este mercado curial es un fenómeno tan poco conocido con la gran trascendencia que tuvo?

Tenemos una idea equivocada de lo que es hacer historia, y la historia no es un relato hecho, la historia se hace. Y hay enormes partes del mapa de nuestro pasado de las que no sabemos nada. Cuando hice este descubrimiento, de repente, todo cobró otro sentido.

¿Cómo se desarrolló esta actividad, este mercantilismo, en Córdoba?

Dedico un capítulo a cómo se va articulando este negocio en Córdoba. Y va de la mano del desarrollo de instrumentos de crédito, de envío de dinero, de la propia correspondencia... Porque este mercado necesita, fundamentalmente, un control de las vías de la información y dinero. Al principio, aparecen curiales en las ciudades principales, y a medida que se estructura mejor la demanda surgen en otras capitales.

¿Hasta qué momento llegó ese mercado curial?

Depende del territorio. En Portugal permanece más tiempo que en España, donde en 1753 se firma el Concordato con la Santa Sede y esto da por terminado ese mercado.

¿A qué fuentes ha acudido para documentarse?

En España tenemos un gran patrimonio documental, pero yo he rastreado en más de 25 archivos y he cruzado muchos documentos.

En esta obra recrea un mundo de eclesiásticos, intermediarios, banqueros, especuladores, pícaros, testaferros, literatos y extorsionadores. Tiene todos los ingredientes de un novelón.

De hecho, hay muchas anécdotas con las que te ríes o te devuelven al presente. También te lleva a ver personajes ocultos como la figura de la mujer, que también tiene una gran trascendencia. A veces, nos equivocamos con la mirada que echamos al pasado porque la documentación tiene un determinado lenguaje y muchas veces te borra el campo de visión, como este de la mujer y su participación en este mercado.

No cabe duda de que Roma hizo un gran negocio con este mercantilismo.

Esto nos explica que el florecimiento de la Roma del Renacimiento y el Barroco no vino del aire. El dinero está detrás, y aunque no era el único ingreso, sí era de los más importantes en ese momento. Y no solo la Santa Sede se beneficia, también los demás estados y los niveles medios de la sociedad. Y esto también explica algunos textos literarios, cuyo entendimiento se nos escapaba. No teníamos ni idea de la dimensión comercial que hubo en torno a la Iglesia hace 500 años.

¿Le gustaría escribir novela histórica?

Eso se lo dejo a los profesionales de la literatura.

El oficio de historiador supone la búsqueda de la verdad. ¿Es complicado conocer los hechos reales?

Es muy complicado, pero no imposible. Aplicando una metodología científica es posible alcanzar una verdad científica, pero tenemos que ser conscientes de las limitaciones. Hay que aplicar una forma de trabajar que tire de muchas fuentes variadas y abundantes para que no se nos escapen cosas, sobre todo aquellas que conviene ocultar.