El pasado 1 de octubre los pubs y discotecas de Córdoba recuperaron su esencia gracias a la extinción de las limitaciones de horario y aforo, pero sobre todo gracias a los pinchadiscos, quienes ocuparon sus cabinas tras meses de vida con una soga apretada en el cuello. 

El ocio, en todas sus variantes, ha sufrido las consecuencias económicas de la crisis sanitaria del coronavirus, pero la hostelería ha recibido mayores concesiones conforme se acercaba el final de la distopía, o al menos así lo interpreta buena parte del sector de la música, relegado a la cultura de la tapa.

Miguel Pérez, mejor conocido como Miamigomigue Dj, fue uno de los que se incorporó con ganas al mundo nocturno el pasado fin de semana. Antes de la pandemia era un imprescindible de las pinchadas en el Automático, donde ambientaba a una clientela con oído exigente cada viernes y programaba las sesiones de otros diyeys. En el momento en el que se desarrolla la entrevista con este diario, el Automático sigue cerrado, desde el 13 de marzo, y Migue todavía no tiene muy claro el éxito de la inminente reapertura. «Los diyeis han sido los últimos en incorporarse al ocio nocturno y todavía están confusos sobre cómo adaptar su trabajo», cuenta el músico. Para su regreso a la cabina ha elegido un repertorio con «los clásicos del Automático», que no inciten tanto al baile como a generar ambiente entre un público tan acostumbrado a las limitaciones que aún digiere con dificultad la permisividad. «El pub reabre, sí, pero lo hace con mesas altas, mobiliario, para que la gente no se disperse demasiado, así que adaptaré mi repertorio», cuenta Miguel Pérez.

¿Qué puede hacer el encargado de generar baile cuando el baile lleva meses sin estar bien visto? Rostros conocidos del mundillo, como el de Javier Redondo, no han tenido más remedio que reinventarse. Javier sobrevivió durante cuatro meses gracias a una ayuda del gobierno por cese de actividad, antes de impartir cursos y ayudar a otros artistas con mezclas y remixes realizados en su estudio. Este pasado mes de marzo logró pinchar en algunos clubs en horario de tarde, con el público sentado y la mascarilla puesta. «Mis ganancias se redujeron mucho al inicio de la pandemia, claro, pero si lo comparo con el año pasado pues no, todo lo contrario», declara el artista.

Para David Power ha sido más complicado, lo que se percibe en el tono crítico con el que se refiere a su situación. «Estamos en nivel cero y todavía no vamos a poder abrir con total libertad, y es que ha sido un año negro para los que nos dedicamos al espectáculo y a la noche porque nos han tratado como demonios, como si pegásemos el covid a través de la música», declara el disyoquei, quien antes podía mantenerse sin problemas gracias a sus pinchadas por toda España, por lo que no ha llevado bien una readaptación tan drástica. «Pinché en Granada la semana pasada», cuenta David, «pero con mucho menos caché porque todavía no se llenan las salas, así que los promotores y los dueños de clubs no pueden pagarnos. La gente tiene que entender que hay muchas familias viviendo de esto. Tengo amigos que han tenido que cerrar después de diez años trabajando», explica. Por suerte, él pudo hacer uso de su creatividad para encontrar nuevas vías de ingresos. Comenzó a trabajar de community manager para clínicas de estética y restaurantes, porque ve muy «difícil» seguir siendo diyey y «más ahora» cuando él, que pincha tecno, tiene que amoldarse a un público que todavía tiene miedo, lo que David considera «normal» ya que «nos han tenido mucho tiempo con el miedo en el cuerpo». El sábado 9 pinchó en la sala M11. Ahora confía en no tener que vivir el sentimiento de «frustración» que le sobreviene a un pinchadiscos de tecno cuando sus oyentes todavía no se ven capaces de sentir del todo la música, lo que «cambia por completo el concepto de pinchada», explica.

El mundo nocturno no puede desprenderse de ese halo subversivo que invita a mirarlo con una actitud sospechosa, de misterio, pero eso solo ocurre entre quienes no forman parte de su realidad cotidiana. Para David Power no son más que prejuicios que no se aplican a los bares. «Entiendo que en las discotecas la gente tiende a acercarse más y estar más amigable, pero es que en los bares ocurre lo mismo y no se han olvidado de ellos como ha ocurrido con todos los que vivimos de la noche», se lamenta.

Ya que cada vez quedan más lejos las objeciones a la experiencia completa de la música nocturna en directo, solo quedan el optimismo o la paciencia, tal vez la resignación. Recoger los pedazos para recomponer una vida.

«Merece la pena pinchar aunque sea con algunas limitaciones. Ojalá sigan bajando las cifras de contagios y la vacuna sea realmente efectiva para que volvamos pronto a la normalidad», comenta Javier Redondo, feliz de haber sobrevivido y poder volver a su entorno. «Después de tanto tiempo sin tocar, intento disfrutarlo con responsabilidad que, por ahora, en mi caso es suficiente», explica el diyei. Qué rompa entonces la música.