«Sic vobis non vobis» o, en castellano, «Todo para vosotros pero sin vosotros» es el lema sobre el que el Cuerpo Facultativo de Archiveros del Estado realiza su trabajo; y es apropiado si se tiene en cuenta que el archivero puede llegar a pasar mucho tiempo en soledad y que su labor nunca revierte en el beneficio propio, pese a las muchas satisfacciones que aporta.

En la calle Pompeyos, en el lateral izquierdo de la iglesia de la Trinidad, una antigua parroquia fernandina sirve de sala de exposiciones y de depósito para los miles de documentos que guarda el Archivo Histórico Provincial, cuyas oficinas se sitúan en el edificio anexo, una casa barroca del siglo XVIII, perfectamente conservada, con las vigas de madera originales en el techo y una lápida sepulcral en la pared del despacho de la directora, Alicia Córdoba, con su calavera y su tibia y peroné cruzados. Mª del Mar Ibáñez Camacho, una de las archiveras del equipo encargado de preservar este legado documental, cuenta que encontraron la lápida en la reconstrucción de la capilla, en cuya cripta aparecieron enterramientos. «Si aquí hay fantasmas, desde luego deben ser buenos, porque a mí nunca me han hecho nada», cuenta Mª del Mar mientras baja las escaleras en dirección a la antigua cripta, ahora repleta de estanterías compactas, correderas a partir de una manivela, ideadas para aprovechar el espacio al máximo y reducir el riesgo de incendio.

Al igual que su compañero, Miguel Ángel Sánchez Herrador, Mª del Mar ha pasado muchas horas en ese espacio claustrofóbico de película, donde tan fácilmente se puede echar a volar la imaginación en torno a crímenes, tramas policíacas o misterios propios de una novela de Dan Brown. Aunque a Mª del Mar nunca se le ocurrió nada de eso. «Yo me pongo mi radio y la verdad es que me concentro un montón», cuenta la archivera, quien ahora está trabajando en la organización del fondo documental de la familia de Julio Romero de Torres. Sobre su escritorio reposa una parte de la vida de Francisca Pellicer, la esposa del pintor cordobés, sus fotografías de familia, amigos y conocidos, en un estado de conservación asombroso. «¡Mira qué nitidez!, son increíbles», muestra Mª del Mar, orgullosa de que el resto de fotografías con las que está trabajando estén recubiertas de un material especial para preservarlas de la humedad y favorecer su transpiración. A la izquierda, la mesa de Miguel Ángel Sánchez está ocupada, en buena parte, por un tomo grueso de protocolos notariales muy antiguos, elaborados a base de una letra ininteligible para el desconocedor de los secretos de la paleografía. «Esta se lee muy fácil, pero a veces es como aprender a leer de nuevo», explica la directora Alicia Córdoba, «la gótica, la cortesana, la procesal... la verdad es que es difícil conocer todos los tipos de letra y la legibilidad depende de la buena mano del escribano», añade entusiasmada.

Clasificación y organización | Fotografías de la familia de Julio Romero de Torres. FRANCISCO GONZÁLEZ

Un archivero de un archivo histórico como es el provincial, «archivo de archivos», lo llaman, que recibe documentos de la Administración de Justicia provincial, la Administración de la Junta de Andalucía, la Administración del Estado, Hacienda, Prisiones y Gobierno Civil, no solo se encarga de mantener los trozos de historia en perfecto estado, sino de clasificarlos, organizarlos e interpretarlos para ponerlos a disposición de investigadores y ciudadanos. Para ello, es fundamental que tenga conocimientos de historia, historia de las administraciones e incluso de derecho. En definitiva, un buen archivero no da las claves de una historia antigua, pero será capaz de comunicar con precisión dónde buscarlas.

En la sala de los investigadores, Ángel María Ruiz Gálvez, profesor de universidad, está sentado frente a un tomo de protocolos notariales del grosor del que descansa sobre la mesa de trabajo de Miguel Ángel. El profesor está rastreando la trayectoria de los linajes nobiliarios, a través de testamentos, cartas de dote y escrituras de compraventa contenidas en estos protocolos notariales. «Antiguamente se registraba prácticamente todo ante notario», explica Ruiz Gálvez, ya un asiduo de las instalaciones.

Costumbres extintas | Vestigios de la policía minera. FRANCISCO GONZÁLEZ

«La figura del investigador es la más común», cuenta Alicia, «pero también tenemos muchas visitas de personas que están rastreando su árbol genealógico y quieren saber más sobre sus antepasados, o incluso vecinos que han comprado una vivienda y sienten curiosidad por la historia del sitio en el que van a vivir», explica la directora. En esos casos, los archiveros ayudan a que acoten sus búsquedas en el Catastro de Ensenada o en los protocolos notariales. «Hay quien se pica y termina investigando a todo su pueblo», añade Alicia, divertida, «porque estos archivos pican mucho e incluso hay quien aprovecha sus vacaciones para venir a investigar». Un carácter lúdico que no persiguen los que buscan datos relativos a la memoria histórica, a la vida de sus abuelos y bisabuelos durante la guerra, ya que el archivo provincial cuenta con documentos del Movimiento Nacional desde los años treinta, así como de la República. «No solo nos visitan quienes están interesados en el pasado, sino quienes nos necesitan para el presente», aclara Mª del Mar. Se refiere a la oportunidad que tiene cualquier ciudadano de acudir a los archivos en busca de nóminas, titulaciones o documentos perdidos. «Como ha ocurrido con la desgracia del volcán de La Palma, los vecinos tendrán que recurrir a archivos para recuperar documentos que les permitan empezar una nueva vida», aclara la archivera.

Con el tiempo, esos documentos imprescindibles para la vida cotidiana pasan a ser una parte significativa de la historia, a contener costumbres de vidas anteriores y contar la evolución, o involución, de una sociedad. «El otro día me sorprendí mucho porque estaba revisando un fondo judicial que tenemos desde el siglo XVI, en el que se puede ver muy bien el día a día de la ciudadanía; los pleitos, las faltas... ¡Se peleaban a palos por cualquier cosa!», se extraña Miguel Ángel, «la vida en sociedad era muy violenta hasta hace no mucho y parece que con la pandemia hemos vuelto a nuestros orígenes».

Memoria histórica | Documentos del Frente Nacional. FRANCISCO GONZÁLEZ

El equipo de archiveros responde al unísono cuando le preguntan si es habitual que obtengan hallazgos curiosos o de relevancia por pertenecer a una figura importante, «¡Sí, claro, claro!, ¡nos pasa a todos!». Miguel Ángel se adelanta a justificar su emoción, «hace nada encontré un electrocardiograma en un documento judicial», Mª del Mar sigue entusiasmada a su compañero, «Descubrimos el documento del nombramiento de Emilia Pardo Bazán por la Real Academia de Córdoba, para compensarla de que la Real Academia de Madrid la desechase por ser mujer». El equipo tiene acceso del mismo modo a documentos firmados por Blasco Ibáñez, Pío Baroja y Ricardo Baroja, entre otros, de personajes vinculados al arte y el patrimonio histórico, así como el testamento de Garcilaso de la Vega.

En la labor de pasar media vida buceando en las profundidades de la historia, apartando polvo, cuidando pergaminos, llega un momento en el que se empieza a desarrollar cierto talante de voyeur, o al menos así se sienten estos archiveros. «A mí me relaja sumergirme en el pasado, es muy bonito», reconoce Alicia entre risas. «Sí, pero en mi caso, cuando he estado organizando los documentos personales de la familia Romero de Torres, un informe médico del pintor o sus cartas de amor, me daba cierto pudor porque entraba en la intimidad de esas personas», matiza Mª del Mar. «Yo estuve trabajando con los documentos de un poeta», añade Miguel Ángel, «y me sumergí tanto en su vida que sentí que no debería estar allí, pero era necesario para describir el fondo», reconoce con cierta incomodidad.

La parte menos inmersiva del proceso es cuando esos vestigios salen a la superficie para el conocimiento de la ciudadanía y ahí es cuando el Archivo Histórico Provincial destaca sobre el resto con exposiciones, talleres y las visitas de escolares, guiadas por Miguel Ángel. El archivero enseña un escribano de playmobil que guarda en la estantería junto al resto de muñecos. «Este es el protagonista del Instagram», cuenta. Para que digan que los archivos aburren.