Acaba de cumplir el sueño de pisar la alfombra roja del Festival de Cine de San Sebastián de la mano del director Manuel Martín Cuenca y con Javier Gutiérrez y Patricia López como compañeros de viaje gracias a la película La hija, que llegará los cines el próximo 26 de noviembre después de recibir muy buenas críticas en la cita cinematográfica más importante de España. Con 18 kilos menos, que ha perdido por exigencias del guion, el actor cordobés Juan Carlos Villanueva une esta producción a otras en las que ha colaborado con algunos de los directores más importantes del país como Enrique Urbizu (No habrá paz para los malvados), Alberto Rodríguez (La isla mínima) o Daniel Monzón (El niño). Pero es con Martín Cuenca con tiene un especial feeling, y tras El autor, ha vuelto a ser requerido por este cineasta, con el que ahora se ha embarcado en una obra de teatro en la que compartirá cartel con Antonio de la Torre y la cordobesa María Morales. «He llegado tarde al cine», dice el intérprete, que a pesar de todo se siente muy orgulloso de haber participado en algunas de las películas que ya forman parte de la historia del cine español, además de convertirse, a sus 62 años, en un actor que cada vez es más frecuente ver en series televisivas. Ahora Alba con Atresplayer, a la espera de que Movistar emita la segunda parte de La Unidad. No cabe duda de que está en racha.

Algunas de las producciones en las que ha intervenido han sido presentadas en el Festival de Cine San Sebastián, pero este año ha acudido por primera vez como invitado. ¿Cómo ha sido la experiencia de pisar la alfombra roja de este festival?

Ha sido como cumplir un sueño. No soy una persona muy mitómana, pero ha sido maravilloso acerarme a esos referentes que he tenido toda la vida, ver a esas personas que siempre he admirado y pasan por allí. He tenido posibilidad de ir con teatro o como ayudante de dirección de ópera, pero no había pisado esa alfombra roja, no había saboreado lo que se vive y se palpa en el Festival de San Sebastián. Oler el cine, a los compañeros. Y en la retina se me han quedado esas imágenes grabadas para siempre. A veces, los sueños se cumplen.

¿Cómo definiría ‘La hija’?

Creo que se define sola. El propio director huye de los calificativos, pero es una película que no va a dejar indiferente a nadie, que nos hace pensar. Es cine del bueno, del de verdad y sin alharacas, una película muy especial y muy pegada a la realidad. Puedes pensar que es un drama que acaba como un thriller o que es un thriller con visos de drama. No podría calificarlo.

Hasta ahora las críticas ha sido muy buenas, pero el reto es la opinión del público, que conoceremos a partir del día 26 de noviembre. ¿Están nerviosos?

Un poco, sí. Pero no por la película en sí, porque hay un trabajo inconmesurable detrás por parte de todos mis compañeros. Me sorprendo del trabajo que hemos hecho. Pero creo que habrá feedback del público. En San Sebastián se recibió con un aplauso muy caluroso y, de hecho, muchos se preguntaban por qué no estaba La hija en la sección oficial de concurso, algo que, como todo el mundo sabe, se debe a que no podía estar en Toronto y San Sebastián a la vez.

«Martín Cuenca ha hecho que mi futuro sea más abierto y gratificante, y eso es de agradecer»

Su personaje es un inspector de menores. Parece que se le da bien imponer autoridad.

Hemos intentado que no sea un personaje estereotipado, el clásico policía. Es un señor completamente normal, un inspector de menores que se incorpora a su trabajo después de una larga enfermedad y se enfrenta a la desaparición de una niña.

¿Cómo surgió este trabajo, al que también ha afectado la pandemia?

Yo ya había trabajado con Martín Cuenca en su anterior película, El autor, y sentí que había buen feeling entre nosotros, y así me lo ha demostrado al pedirme participar en su siguiente trabajo. Según él, se quedó con ganas de más, y yo también. La única condición fue que tenía que perder peso, y así fue. He perdido 18 kilos.

Eso no debió ser fácil.

No, pero me puse en manos de una nutricionista y le eché voluntad. Además, no dejé de comer absolutamente nada. Estoy muy contento porque mi estómago lo ha agradecido, me ha venido muy bien.

Dentro de su trayectoria, ¿ha sido especialmente importante este trabajo? ¿Cree que puede ser un punto de inflexión en su carrera que ha llegado a los 62 años?

No lo sé. De momento, a mí me ha dado solidez el hecho de haber roto ese techo de cristal, eso que piensas cuando cumples cierta edad de que ya no vas a crecer más como actor. Y, de repente, aparece un señor como Martín Cuenca, me mueve el suelo y me hace reinventarme. Tener la sensación de estar rodando en carne viva, con la verdad por delante, para mí ha sido una gozada, y demostrarme a mí mismo que no hay techo, que la creación no tiene un límite de edad. Martín Cuenca ha hecho que mi futuro sea más abierto, más gratificante, y eso de agradecer. En ese sentido, puede que sí, que pueda suponer un punto de inflexión. Recuerdo que cuando hice La isla mínima, Alberto Rodríguez me dijo una frase que no se me olvidará nunca: «Este personaje te va a traer muchas cosas buenas». Y así ha sido. De todas formas, mi carrera siempre ha sido de fondo, llevo muchos años en esto y trabajando, a veces con más proyección y otras con menos. Quizá esté en mi propia personalidad. No soy una persona de redes sociales y hoy por hoy eso es como si estuviera penado por ley. Yo no sirvo para levantarme todas las mañanas pensando qué foto voy a poner y que es lo que voy a decir. Y aún así, me siento afortunado porque, incluso con esta pandemia, he ido concatenando trabajos. No sé a quien darle gracias porque la mayoría de mis compañeros lo están pasando fatal.

«Pisar la alfombra roja del Festival de San Sebastián ha sido como cumplir un sueño»

Como dice, no es su primera vez que se pone a las órdenes de Martín Cuenca junto a Javier Gutiérrez. ¿Cómo es trabajar con estos profesionales?

Es un gozo. Con Javier es el cuarto trabajo en el que coincido y hay pocos actores tan generosos como él delante de una cámara y encima de un escenario. Es una maravilla de persona. Y respecto a Manuel, hemos conectado a nivel humano. Él valora mi trabajo y yo el suyo, nos respetamos muchísimo, sabe cómo dirigir a los actores, tiene muy claro lo que quiere contar y como hacerlo, y eso ayuda mucho. Por otra parte, el ambiente que genera en el rodaje es maravilloso, deja hacer, pero exige que la última palabra que escucha el actor antes de rodar sea la suya.

¿A qué aspira ahora? ¿Le gustaría centrarse más en el audiovisual?

Por supuesto. Recuerdo que después de participar en No habrá paz para los malvados, de Enrique Urbizu, llegué a casa y le dije a mi mujer: «Yo quiero hacer cine». Es verdad que he llegado tarde al cine, pero ha sido beneficioso porque he estado en grandes proyectos y películas que hoy por hoy forman parte del acerbo de la historia del cine de este país, y de eso estoy muy orgulloso.

Siempre ha sido un hombre de teatro y ahora tiene un nuevo proyecto escénico con Martín Cuenca en el que comparte escenario con Antonio de la Torre. Suena bien.

Suena maravilloso. He participado con Antonio en algunos proyectos, pero nunca habíamos coincidido en el set de rodaje. Es una confluencia de oportunidades que surgen de pronto. Manuel tenía muchas ganas de dirigir, Antonio quería hacer teatro con Manuel, ha aparecido el texto adecuado, complejo pero hermosísimo firmado por Felipe Vega y estrenamos el 27 de enero en el Lope de Vega de Sevilla, y después nos vamos a Madrid, donde estaremos tres semanas en el Matadero.

¿Llegará a Córdoba?

Sí, a primeros de junio del próximo año.

«Hace años, a los actores andaluces no nos querían coger por no vivir en Madrid»

También ha participado recientemente en dos series de televisión, ‘Alba’, que se está emitiendo en Atresplayer, y ‘La Unidad’, que pronto se verá en Movistar. ¿Seguirá siendo Córdoba su cuartel general o el trabajo le obligará a cambiar de ciudad?

Eso nunca. Seguiré en mi barrio de toda la vida. Quizá mi carrera hubiera sido distinta si me hubiera marchado de Córdoba en su día, pero aquí he hecho cosas que quizá no hubiera podido llevar a cabo en Madrid. Fue una elección personal. Afortunadamente, todo ha cambiado mucho, no solo las comunicaciones. Hace años, a los actores andaluces no nos querían coger porque éramos problemáticos por no vivir en Madrid.

¿Qué planes tiene ahora en Córdoba?

Estoy muy feliz porque volvemos a retomar El burlador en palacio. Estaremos en el Palacio de Viana los días 28 y 29 de octubre y 4,5,6 y 7 de noviembre. Es una felicidad porque yo le tengo un cariño especial a ese espectáculo porque funciona muy bien, el público disfruta mucho y el escenario es espectacular. No hacemos un Don Juan cualquiera, es un compendio de muchas cosas donde hago un análisis lúdico, cínico y sinvergüenza del mito del burlador.

Lleva sobre los escenarios cordobeses desde los años setenta 70, primero con Trápala y después con La Buhardilla. ¿Cómo ha visto la evolución de la escena local?

Hay cosas muy interesantes, pero ahora está todo muy mediatizado por la pandemia y lo que se atisbaba se frenó en seco. Creo que hay una recuperación, que hay gente con ganas de hacer cosas nuevas, que se está apostando por la producción desde Córdoba, lo que dará sus frutos a medio o largo plazo.

«Estoy muy dolido con la Feria de Palma, este año teníamos un buen espectáculo»

Se acaba de celebrar la Feria de Teatro de Palma del Río, donde apenas tiene representación la provincia. ¿A qué cree que se debe?

A las compañías cordobesas se las ha ninguneado en Palma con la excusa que no había compañías profesionales. Es cierto que yo siempre he partido una lanza por esta cita porque estos festivales tienen su razón de ser, es una manera de hacer mercado, pero este año estoy muy dolido porque teníamos un espectáculo que tenía todos los derechos para estar allí, Muerto en el acto, que es una comedia, precisamente lo que demanda ahora el espectador. Y nos enteramos por la prensa de que no íbamos a estar, ni se nos comunicó. Creo que se trabaja de espaldas a la ciudad y con la mirada en Sevilla, y este año nos hacía especial ilusión estar allí.

Después de cumplir el sueño de pisar la alfombra roja de San Sebastián, ¿a qué aspira ahora?

Me gustaría hacer un montón de cosas, pero voy a ser romántico y utópico y te diré que me encantaría que desde esta ciudad se pudiera producir desde las instituciones, desde el IMAE, desde el Ayuntamiento, porque creo que es el germen necesario de muchas cosas positivas que podrían pasarle a la ciudad. Y que de una vez nos quitáramos el prurito de provincianos y pasar ese muro de acero que es Despeñaperros.

¿Qué le ha dado esta profesión que no cambiaría por nada?

Una manera de entender la vida, sentido crítico. Nunca ponderamos bastante lo que significa la cultura para el ser humano, y creo que muchas veces, tal y como funciona la sociedad, vamos a un pragmatismo sucio porque se están obviando cosas tan importantes como la filosofía, la literatura o la historia.