Alaska dice de Camela que el dúo comparte con Los Ramones el hecho de «ser los creadores de un estilo nuevo» y que «debería estar reconocido en los festivales de música electrónica» porque ellos fueron pioneros en España de este género. Preferencias musicales aparte, lo que diga Alaska en este ámbito puede ir sin problemas, como se dice coloquialmente, a misa, pues el bagaje cultural y buen criterio de la diva son indiscutibles.

Con la tendencia actual, en la música y el audiovisual, de romantizarlo todo, de la nostalgia, la idea de parar el Renault en un bar pegajoso situado en una carretera perdida de España para tomar una tapa y comprar el casete de Camela se hace suculenta. Tan suculenta para los fans de Dioni y Ángeles de toda la vida como para los fans del moderneo, tan asiduo a lo retro. Los trajes de chaqueta anchos, con hombreras, y las camisas de cuellos de pico en los videoclips de C Tangana o el homenaje que hace Amaia Romero de la ruta del bacalao en el videoclip de Qué vamos a hacer, su versión dulce del tema Cuando zarpa el amor; el chonismo fashion de Rosalía; la reinterpretación actual de los códigos del folclore Español. Aunque la música de Camela es ajena a estas tendencias, su auge le ha venido como anillo al dedo para no desaparecer de la lista de artistas icónicos de este país.

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Camela hace cantar a Córdoba con sus tecno rumbas A.J.González

El último disco del dúo, Rebobinando, de 2019, celebra 25 años de eclecticismo pop permanente en los corazones del público, al margen del rechazo constante de la crítica. Para la ceremonia, el grupo ha contado con la colaboración de artistas como Alaska en Lágrimas de amor, Pitingo en Por siempre tú y yo, Antonio Carmona en La estación del querer y hasta con el grupo Taburete en uno de sus clásicos, Nunca debí enamorarme. Esta canción explotó en el Teatro de la Axerquía igual que lo hizo Cuando zarpa el amor, el culmen del melodrama bailable. Ángeles y Dioni aparecieron tranquilos sobre el escenario, con una estética más de verbena que de entrega de premios. A mucha honra. Al fin y al cabo, Camela es el producto de dos chicos de barrio, acostumbrados a huir de la policía en las mañanas de mercadillo, que una tarde se unieron para experimentar a partir de su pasión por el flamenquito. El resultado es más serio de lo que se podría percibir desde fuera. Siempre despierta risas el que en los grupos de amigos confiesa su amor por el dúo, pero el grupo entero conoce sus canciones más icónicas y cada uno de sus componentes se siente inmaculado cuando suenan en el karaoke o en las fiestas del pueblo.

Con la acogida de un público heterogéneo, agradecido de escuchar cualquier cosa en directo que permita regresar a una juventud libre, el tecno- rumba se apoderó de los corazones de barrio y hasta de los oídos más exquisitos gracias a esa actitud de lo importante es pasarlo bien.

Dioni fue coreado. La voz de Ángeles brilló más que su chal de purpurina. Si no fueran de España, podrían ser perfectamente un grupo de pop sueco. La Axerquía se vino abajo de emoción. Vivan los que sobreviven al tiempo y a todos los géneros musicales.