Con la propuesta musical de La Banda Morisca dio comienzo anoche en el conjunto arqueológico de Medina Azahara el ciclo escénico Algarabía, centrado en el mundo medieval y que se inicia este año con vocación de continuidad. Con el aforo completo -250 personas- y tomando como escenario el Salón Basilical de la ciudad palatina, el grupo, formado por músicos de distinta procedencia que convergen en la música de raíz y tradición, evocó la herencia cultural de la antigua al-Andalus y su reflejo en el sonido de la actual Andalucía, el Magreb y el próximo Oriente a través del espectáculo El mirlo y la gacela, una creación que fusiona las influencias orientales y occidentales del Mediterráneo con el espíritu del flamenco tradicional a través de instrumentos como la guitarra morisca, el guimbri, el oud, el violín, el saxo y el bajo eléctrico, entre otros. 

La voz del cantaor sevillano José Mari Cala sobrecogió a los espectadores, que por un momento pudieron imaginar la historia narrada por la banda, una exaltación de la feminidad, su sapiencia y fortaleza. Y es que la mujer fue protagonista de esta propuesta artística, que cuenta la historia de Lalla, heredera de las vestales de los oráculos, de las magas de Oriente y las sacerdotisas de la diosa blanca, pero también la que atesora la mística en el estudio coránico, puede proteger del mal de ojo, y mantiene la fuerza del ojo sobre la mano (mano de Fátima).

El mirlo (el músico) desde la distancia observa y admira a la gacela (la mujer libre) con perplejidad, y se inspira en sus amores, dedicándole su arte como al ser más cercano a la manifestación divina. Todo ello fue desplegado con un repertorio de canciones que evocaron progresivamente las diferentes concepciones de personajes femeninos de la historia de Andalucía en relación con su entorno, navegando entre romances, moaxajas, zejeles, canciones flamencas, gharnatis o temas de creación propia. Junto a Cala, se subieron a este singular escenario José Cabral (cuerdas), Belén Lucena (violín, rabel y coros), Antonio Torres (vientos), Jerónimo Melgar (bajo eléctrico) y David Ruiz (percusiones).

Dinamizar el patrimonio

La delegada territorial de Cultura, Cristina Casanueva, asistió a la inauguración de este ciclo escénico, cuyo objetivo es «dinamizar y poner en valor el patrimonio que poseemos y hacerlo con un elemento vivo y dinámico de creación cultural». Contar la historia de Medina Azahara y que se conozca mucho más sobre ella es otro de los motivos que han impulsado este programa, que continuará hoy con la puesta en escena de Sherezade. El origen de Las mil y una noches, una función protagonizada por Héctor Urién. La obra se centra en la historia de la gran heroína de la literatura universal, contada como ella misma la habría contado. Sheherezade, la mujer que guarda bajo las sedas una biblioteca de mil libros, con una memoria prodigiosa y un encanto singular para la narrativa se dispone a salvar su vida y la de todas las mujeres musulmanas fiándolo todo a su arte de cuentos.

El broche de oro a este nuevo ciclo lo pondrá, mañana y el sábado, el actor lucentino Rafael Álvarez El Brujo, que ha creado una propuesta específicamente para este nuevo programa. Bajo el título Crónicas desde el harén. El califa nacido de una noche de amor, este trabajo está basado en la versión de al-Qubbasi, narrada por el cronista de la corte omeya Ibn Hayyan, sobre el ardid de Maryan, madre del Califa al-Hakam, hijo de an-Nasir li-din Allah más conocido como Abderrahman lll, primer califa de la dinastía Omeya de al-Andalus. El eje de la performance es el ardid de la concubina Maryan al comprarle su turno a Fátima, la esposa y prima del Califa, para pasar una noche en compañía de este, suceso que da un giro histórico a la sucesión en el Califato de Córdoba poniéndolo en las manos de al-Hakam, hijo de Maryan, y relegando a la esposa Coreichita en el favor del Califa.