Artista: Mariza

Lugar: Teatro de La Axerquía

Lunes, 12 de julio de 2021                                                                                  

40º Festival de La Guitarra de Córdoba

 

Ver el Teatro de La Axerquía, el de tantas noches gloriosas en el recuerdo, otra vez casi lleno en este Festival de la Guitarra de Córdoba, hace soñar con recuperar con fuerza la última afirmación para no olvidar de Mariza en el escenario: “La Cultura es el alimento del alma”.

La portuguesa nacida en Mozambique subía esplendorosa a las tablas cordobesas después de dieciocho años en que dejó boquiabiertos los corazones de los que tuvimos la suerte de estar en Caballerizas Reales esa noche. Todo este tiempo le ha servido para curtir su portentosa voz y su aplicada técnica vocal con una descomunal hegemonía en el escenario, para bajar su repertorio al terreno de los mortales  con cortes mucho más “ligeros” concediendo un respiro a la elegantísima liturgia que le hizo, y aun le hace, abanderar los a veces misteriosos tronos de la Saudade y para alcanzar los estratos más populares fuera de su especialísima tierra, Portugal, ese vecino país hermoso que encumbra su personal seña de identidad musical enarbolando el sentimiento a flor de piel allá donde se muestra, ya sea en un pequeño local de vecinos de Oporto, en un concurso privado de fados en una ermita de Ericeira o, por qué no, en Eurovisión.

Como amante de la elegancia y la moda, el atuendo de Mariza como de costumbre ya acompañaba a su magnífico porte innato, si bien, el hilo conductor de las presentaciones con su confeso “portuñol” ganaba adeptos para la sencillez y restaba ceremonia al recuerdo de sus comienzos, aunque sus silencios y finales teatrales siguen arrancando los aplausos deseados, aun en un recinto abierto. Quizás por ello requiera de más recursos para mantener esa tensión indescriptible de los momentos más intensos en los que poder saborear la onda expansiva de una artista cercana que fluía con todos y cada uno de los excelentes instrumentistas que le acompañan en esta gira.

Mariza recorrió varios de sus mayores éxitos sin olvidar que el epígrafe del espectáculo rememoraba, una vez más, a la gran precursora y diosa del fado, Amalia Rodrigues, con un punto álgido en las interpretaciones de Lágrima y Qué extraña forma de vida. Sin embargo, ya en sus comienzos, Mariza respetaba tanto el fado que prefería no ser llamada como cantante de tal expresión artística. El tiempo no sólo le otorgó este sitio, sino que actualmente es una de las más importantes exponentes de esta disciplina artística junto a Dulce Pontes o Cristina Branco, por ejemplo.

En definitiva, Mariza tiene los pilares de esta gira bien sedimentados en su poderío vocal, un compacto acompañamiento instrumental y una desafección que da buenos resultados. Prueba de ello es que se ganó al público aún más, si cabe, haciéndole cantar algunos estribillos en portugués. Fue requerida para cuatro maravillosos bises que dotaron al espectáculo de un cierre emotivo que puso en pie al público para su despedida. El carisma de Mariza pasa por la sutil revolución a la que somete a su repertorio, al que “desmartiriza” conjugando y conservando el tremendismo del destino y las saudades, a la vez que completa y revitaliza no sólo sirviéndose de destinos fatales, tristezas y otras honduras, sino que explora los nuevos horizontes del fado desprovistos de tanta carga melancólica. Lo que antes apoyaba con una especie de semblanza de Juana de Arco contemporánea y sublime, hoy lo suple como gran artista cercana, ya de todos.