Cuando se habla o se piensa en el Festival de la Guitarra de Córdoba vienen a la cabeza innumerables artistas de los que han ido pasando por sus distintos escenarios. Pero, quizá por ser de esta tierra, Vicente Amigo es uno de los que siempre aparecen en el pensamiento. Natural de Guadalcanal (Sevilla) y cordobés de adopción desde los cinco años, fue a los ocho cuando sujetó por primera vez una guitarra entre sus manos para no dejarla ya. Como decía el emperador Julio César, los hombres en algún punto son maestros de su destino. Vicente se forjó el suyo propio a base de constancia y dedicación diaria, casi devota, aprendiendo y perfeccionando el toque de este instrumento musical que se enlazó a él como parte indisoluble en su vida.

Perteneciente a la brillante generación de concertistas de guitarra flamenca que surgió en Córdoba en la década de los 80, Vicente fue instruido por maestros como Merengue de Córdoba o Juan Muñoz El Tomate. En 1983 entró en el grupo de Manolo Sanlúcar, en el que actuó como guitarrista durante cinco años. Y precisamente en la octava edición de este Festival, allá por 1988, un joven Vicente Amigo empezaba a despuntar acompañando a su maestro en algunos temas del disco Tauromagia. A partir de entonces su presencia en esta cita ha sido firme. Durante la edición de este libro conmemorativo, Vicente Amigo se encuentra en Madrid inmerso en la grabación de su próximo proyecto discográfico. En la distancia, como todo en pandemia, cuenta que en estos cuarenta años de trayectoria el Festival de la Guitarra ha ido evolucionado poco a poco hasta convertirse en el referente mundial que es hoy. No cabe duda para él, después de haber estado en tantos otros escenarios internacionales, que la cita cordobesa goza de la popularidad que merece, forjada a lo largo de años, con actuaciones y clases magistrales de tanto y tantos artistas. En 1989 Vicente dio un paso más y añadió a su lista de colaboraciones una, sin duda especial, con Camarón de la Isla en el disco Soy gitano, siendo en ese año cuando inicia su carrera en solitario. Por aquel entonces obtuvo el primer premio en el Festival de La Unión, ganó el Concurso Internacional de Extremadura y se consagró como primera figura de la guitarra flamenca con el Premio Ramón Montoya, por unanimidad del jurado, en el duodécimo Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba en 1989. A partir de ahí ya todo fue progresión y reconocimiento tanto dentro y fuera del país, como dentro y fuera del flamenco. Y habiendo cosechado galardones y reconocimientos a lo largo de su carrera reconoce, con esa humildad que atesoran las personas forjadas a sí mismas a base de mucho esfuerzo diario, que actuar en el festival de Córdoba es, para cualquier guitarrista, «uno de los retos más importantes» de su carrera. Para él, al menos, lo ha sido, además de «un privilegio formar parte de esta programación», añade.

Escuchar sus acordes y compases, sus silencios, es descubrir melodías en continua evolución. En 1992, ese año tan significativo que trajo la Expo de Sevilla y las Olimpíadas de Barcelona, se produjo sobre el escenario del Gran Teatro de Córdoba uno de esos momentos inolvidables y mágicos que quedan para siempre en la memoria. Concierto flamenco para un marinero en tierra fue una obra que Vicente Amigo compuso en homenaje al poeta Rafael Alberti por encargo del Festival de la Guitarra. Fue interpretada por el guitarrista junto con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, en la que era la duodécima edición del festival. Al terminar el concierto, agradeciendo la calurosa e inagotable ovación que le brindaba el público, el guitarrista quiso tomar la palabra brevemente para dedicarle el recital al poeta gaditano allí presente que, emocionado, saludaba desde el palco. Dos años más tarde, el Festival presentó una edición dedicada a la lucha contra la xenofobia. En esta ocasión la guitarra joven y portentosa de Vicente Amigo se une en un tándem perfecto al cante férvido y atávico de Enrique Morente. En la conversación reconoce que tiene en su memoria muchos recuerdos de su paso por este festival, desde el primero en el que era prácticamente un niño cuando tocó en la Posada del Potro, pasando por las actuaciones en el teatro de La Axerquía, cuando éste aún no estaba remodelado y donde conoció a Joao Bosco, hasta las interpretaciones con la Orquesta de Córdoba. «Recuerdos muy bonitos», evoca. Cada cita, reconoce, ha sido muy importante para él. Pero va más allá y ese peso trascendente del festival lo ve igualmente significativo para los otros guitarristas y para los cordobeses.

De alma profundamente flamenca, Vicente Amigo se aventura sin tapujos en el estudio y experimentación de nuevas formas a través de melodías y floreos de una gran originalidad, con un dominio aplastante de la estructura rítmica. Como él mismo dijese en cierta ocasión, «trato de buscar mi personalidad, resultado de tener algunas cosas muy claras y de dudar en otras. Pero hay que enfrentarse a ellas y arriesgar con naturalidad». En el año 2000 se marca un antes y un después en su carrera con la publicación del albúm Ciudad de las Ideas, con el que un año después ganaría el Grammy Latino al Mejor Álbum Flamenco. El momento de la presentación del disco en Córdoba fue uno de los más emotivos que recuerda el guitarrista. El concierto de Caballerizas Reales lo rememora como un momento muy importante porque «estrenamos Ciudad de las Ideas aquí en Córdoba y luego viajamos a Japón, Estados Unidos... fue el inicio de una gira muy bonita, lo tengo en el recuerdo como algo muy especial».

Aunque su calidad y su nombre son conocidos y reconocidos por todo el mundo porque son muchas las ciudades en las que ha interpretado su música, es en su tierra, en Córdoba, donde Vicente Amigo siempre siente un pellizco de emoción y respeto, de nervios y felicidad. El público se le ha rendido en muchos escenarios de todo el planeta, sus admiradores están en los cinco continentes y los artículos en los que se reseñan su genio, su interpretación y su duende han sido escritos en muchos idiomas.

Preguntado por cómo se siente un artista de su talla tocando en su tierra, Vicente Amigo responde con la sensatez de quien tiene los pies bien asentados en el suelo, a pesar de alcanzar a diario las estrellas. «Tocar aquí es tocar en casa, pero para mí supone una responsabilidad aún mayor si cabe que hacerlo en las plazas más importantes del mundo, por aquello de interpretar para mi gente entre la que hay mucho entendido, mucha afición a la guitarra. Si aún con eso consigo estar bien, es un motivo mayor de felicidad», asegura el artista.