Lo primero que llama la atención cuando se descuelga el teléfono es un «Aló», al otro lado de la línea, con un marcado acento propio de los cincuenta y cinco años que Paco Peña lleva viviendo en Londres. Confiesa que anda liadísimo en estos días. Pero él es así. Una locomotora de 78 años que aún tiene mucho arte por compartir.

Este año se conmemora el 40 aniversario del Festival de la Guitarra de Córdoba. Echando la vista atrás y como impulsor del mismo, ¿cómo recuerda aquellos primeros momentos?

Bueno, aquello fue una pequeña fantasía. Yo había estado en numerosos festivales de todo el mundo, tenía mucho camino y era algo que me encantaba. Fue algo que me impactó porque nuestra cultura musical era algo popular a todos los niveles. Yo vivía fuera de España pero todos los años, en verano, me gustaba volver. Entonces, viendo que no había nada parecido a esos festivales que yo ya conocía, no solo en Córdoba sino a nivel nacional, me propuse hacer algo. Entonces empecé a moverlo. Fue una ilusión que me vino y que quise hacer realidad en mi tierra. Mis recuerdos, en general, son todos muy bonitos. Yo soy Del Potro y casualmente compré la casa en la que Manuel Reyes tenía su guitarrería. Mi intención era hacer de aquel lugar un ente que llevase a cabo la idea que tenía en mente. Pero eso fue un poco más adelante porque el primer año el Festival se celebró en la Posada del Potro, le pedí permiso al Ayuntamiento y me lo concedió. Entonces, el Centro Flamenco Paco Peña, que creé para organizarlo, se ubicó, en principio, allí. De aquella época recuerdo que casi no dormía (ríe) porque yo daba todos los cursos, por la noche estaba con los alumnos, que venían de todas partes del mundo… se creaba un ambiente realmente especial. Otros amigos míos se involucraron ayudándome en lo que podían. Mi querido Enrique Santos, que falleció hace tres años, tenía una bodega allí, en la plaza. Nos sentábamos en su puerta y se creaba un ambiente estupendo de música, de amistad… Eso es lo que más engloba la satisfacción de haber iniciado el tema. La gente de fuera que venía se sentía bienvenida y acogida, estaban muy a gusto. Ese es el recuerdo o la sensación más entrañable que tengo de aquel tiempo.

Por él han pasado muchísimos artistas nacionales e internacionales de primer nivel. ¿A cuáles recuerda especialmente?

Yo empecé solo, sin ayuda de nadie. El Ayuntamiento me cedió la Posada y el segundo año me concedieron una subvención de 75.000 pesetas (ríe). Era poco, pero yo lo hacía con ilusión. A la gente que venía a dar los cursos se les pagaba con eso, yo pagaba los conciertos, la mayoría de artistas de Córdoba. Eran unos honorarios modestos porque eran amigos míos. Después fue creciendo la cosa. Realmente no me gusta quejarme de nada. Yo le escribí a las fuerzas activas de la ciudad, a los que podían involucrarse y ayudar, pero no respondieron. El Festival, poco a poco, comenzó a tomar renombre fuera y las cosas fueron cambiando. Ya invité a Sabicas, mi gran ídolo de antes. Vivía en América, pero era el guitarrista flamenco más reconocido. Me traje también a otro grande que también vivía en Nueva York, Mario Escudero. El tercer año traje a John Williams, que en aquel momento era el mejor guitarrista del mundo clásico y como era íntimo amigo mío vino y estuvo dando cursos y tocando. Esos son nombres importantísimos a los que sumo Paco de Lucía, B.B. King, Eduardo Falú, un cantautor también muy amigo mío con el que había trabajo muchas veces. Invité a gente de Portugal para que tocasen fado, de Marruecos… hice cosas modestas pero con una respuesta magnífica de los artistas, que comprendían que estaban haciendo algo que estaba llamado a triunfar. Todos venían y se lo pasaban estupendamente en el patio de aquella casa, que no era patio, sino solar.

¿Cómo ha evolucionado el Festival desde esa Posada del Potro hasta hoy?

Me encantan que sean invitados grandes artistas porque ahora, a diferencia de antes, sí hay presupuesto. A la ciudad le interesa tener un evento así que nos marca. Si acaso ese ambiente que yo te comentaba de calidez y acogida no lo veo tan claro ahora. No quiere decir que no exista, sino que como yo no estoy ahí siempre tampoco lo tengo muy aparente. Mi afán antes era que la ciudad entera se involucrara, y eso tampoco se ha hecho mucho. Que los cordobeses se sientan parte del Festival, que durante su duración Córdoba fuese una ciudad en fiesta musical. Ahí hay campo para mejorar, pero me encanta que el Ayuntamiento apueste ahora tanto por el evento.

¿Cómo va a celebrar Paco Peña su actuación en el escenario en esta edición tan especial?

Voy a dar un concierto en la Mezquita-Catedral cuyo acceso será por invitación. La obra que voy a representar es la misma que hice por el 25 aniversario. Es el Réquiem por la Tierra, que había escrito el año anterior mirando a los cambios y estragos que está sufriendo el planeta. En este 40 aniversario también lo voy a hacer porque, viendo lo mal que se está haciendo, el cambio climático nos está afectando ya, es algo muy vigente, es una llamada de atención musical, mi aportación como artista.

¿Cree que el Festival ha alcanzado el reconocimiento internacional que debe de tener?

No cabe duda que sí. Lo único que veo, y no lo digo a modo de crítica sino de ir aprendiendo con los años, es que a nivel internacional debería de encontrarse la sutileza para introducirlo realmente en la conciencia de todos los que sean músicos y, sobre todo, guitarristas y aficionados a este arte. Ahí, en ese aspecto, creo que hay campo para aprovechar. Si acaso, en las revistas de música no veo tan prominente el nombre de Córdoba y me encantaría que no fuese así porque esa era la idea al crearlo. Yo lo hice de una manera muy personal y quizás tengo esa querencia de que sea un foco de atracción cálida, entrañable, abierta a todo el mundo y que todos se enteren de que aquí tenemos un evento anual que invita a todos a participar y a disfrutar de lo que es.