Sorprende al lector de hoy que una “novela campestre” como La Niña Duende (La Petite Fadette), que relata la cándida historia de dos jóvenes que se enamoran y terminan uniéndose en matrimonio, sin componente alguno obsceno o mordaz, fuese incluida en el siglo XIX en el Index Librorum Prohibitorum (Índice de los Libros Prohibidos) del Vaticano.

Y resulta aún más asombroso que la primera traducción al castellano de la obra, publicada en Francia en 1849, no viese la luz en España hasta 1982, casi siglo y medio después, puesto que el régimen franquista, basándose en el antecedente vaticano, jamás autorizó su edición.

El motivo de la reprobación no residía tanto en la trama de la novela ni en la condición de sus personajes como en la singular personalidad de su autora, George Sand, una mujer cuyo verdadero nombre fue Amandine Lucile Aurore Dupin. Exponente del romanticismo literario, ella tuvo, según sus biógrafos, una intensa vida social y amorosa, y fue la gran musa del célebre compositor y pianista Frédéric Chopin, con quien mantuvo un idilio que duró una década.

De familia aristocrática, Aurore Dupin se convirtió en baronesa de Dudevant al casarse con 18 años con Casimir Dudevant, con quien tuvo dos hijos y de quien se separó nueve años después. Fue precursora de los ideales feministas, defendió el amor libre, se declaró republicana en una Francia aún monárquica, abrazó las doctrinas del socialismo humanitario, se puso del lado de los más desfavorecidos, denunció las injusticias sociales y tuvo un extraordinario poder de convocatoria en la intelectualidad de su tiempo.

Amiga de Gustave Flaubert y Alejandro Dumas, fue una mujer inquieta, con una personalidad arrolladora, que fumaba y vestía como un hombre, y que llegó a incomodar en su época a la estirpe más inmovilista y conservadora.

La Niña Duende, publicada por Alba Editorial, es una de sus cuatro novelas de temática bucólica y está ambientada en la región francesa de Berry, donde residía su familia paterna y donde ella pasó su infancia. La historia narra algunas de las peripecias que, en su niñez y adolescencia, viven dos mellizos, Sylvinet y Landry, para desembocar, como nudo de la novela, en el sentimiento de amor que, de forma inesperada, surge entre este último y una joven de familia pobre, la pequeña Fadette, que, abandonada por su madre, fue criada por su abuela, una anciana despreciada en el pueblo y con fama de hechicera.

Con un cierto aire de cuento de hadas, la novela presenta una historia de amor que se antoja imposible al comienzo, por las diferencias de clase y los prejuicios sociales hacia la joven, con fama de antipática, bruja y poco agraciada en lo físico. Pero, a medida que la trama se desarrolla, la imagen de Fanchon Fadet bascula hacia la de una mujer inteligente, solidaria, amable y atractiva que se abre paso en un ambiente rural y provinciano y logra revertir su reputación.

El libro, magistralmente escrito, atrapa al lector hasta envolverlo en una atmósfera en la que no solo triunfa el amor, también la fe en la convivencia, el progreso y la solidaridad.