En la jornada más malagueña del festival no podía faltar el grupo insignia de la Costa del Sol, Danza Invisible. La banda liderada por Javier Ojeda ya tiene un documental, A este lado de la carretera y se estrenó el lunes, dentro de la sección Documentales Especiales con la presencia, claro, de Javier Ojeda, Chris Navas, Manolo Rubio, Antonio Gil y Ricardo Texidó, miembros y exmiembros de la banda, además de otros músicos y colaboradores que han participado en el documental, que celebra la historia de la banda más longeva de la Movida: 40 años de música sin parones.

El filme, dirigido por José Antonio Hergueta y Regina Álvarez Lorenzo, comienza en aquel Torremolinos, considerado por muchos como «el pueblo más moderno de Europa», en el otoño del 81; cuando cinco chavales con influencias de grupos británicos como U2 o Simple Minds, fundan un grupo musical en el sótano de un pub de guiris. Nacía así Danza Invisible, una banda que impactó con su frescura y descaro, y que colgaba letreros de completo ahí donde pasaban. También llegaron a compartir cartel con los grandes grupos de la época, como Nacha Pop.

Mientras que, la movida madrileña eclosionaba en la capital, la Costa del Sol experimentaba su propia catarsis; y es que «la nueva ola de la Costa del Sol fue distinta a la del resto del país». «Me escapaba por las noches con mi hermana a las fiestas de Torremolinos, el Portillo te trasladaba a otra dimensión. Torremolinos era otra dimensión», recuerda Ojeda.

El documental rememora los bares, discotecas y salas de conciertos que acogieron estas nuevas tendencias. Establecimientos como Hardy’s, Disney o Krystal, entre otros, sitios que participaron, sin saberlo, en la nueva ola, en la historia de la música.

La banda fue referencia musical del momento. Una época, donde se rompía con lo establecido y lo tradicional, que recuerdan como más permisiva: «Fuimos los que rompimos con eso, recuerdo que nuestras pintas chocaban mucho, sobre todo en Málaga, nos llamaban los cucarachas y maricones. Nos puteaban vivos, porque dábamos el cante. Discretos no éramos, pero nos daba igual», afirman.

Su llegada a Madrid supuso el pistoletazo de salida, que los catapultó al estrellato: «Para nosotros Madrid fue histórico. El primer concierto fue un antes y un después... flipamos. Vimos a los madrileños con la boca abierta», recuerdan. Y comenzó el éxito, las ventas se disparaban.... Se convirtieron en un grupo de masas. «Ahí éramos la hostia», recuerda Manolo Rubio.

Pero no todo fueron alegrías y es que los tiempos cambiaron e internet llegó, y se esfumó la fama tal y como la conocían. El grupo dejó de sonar con tanta fuerza, pero se reinventaron: «Es verdad que no hemos sabido adaptarnos, pero nos hemos adaptado muy bien a saber tocar donde sea. No se nos han caído los anillos por ello», aclara Ojeda.

A pesar de todo, Danza Invisible es de las pocas bandas de la época que siguen en activo, con el mismo sonido que emocionó el primer día, y casi los mismos componentes que lo fundaron: «El secreto de nuestro éxito está en la amistad, sin amistad esto no se hubiese sostenido», dice Chris.

Sus canciones como Sabor de amor o Por ahí se va el amor, que aún resuenan en la memoria de muchos; son hits atemporales, que han traspasado generaciones: «Nunca imaginábamos que fuese a tener tal impacto. Han pasado los años y seguimos teniendo a nuestro público». Y ahora, también tienen su documental.