ORQUESTA DE CÓRDOBA

Director invitado: José María Moreno Valiente

Programa: Obras de Schubert y Mendelssohn

Dos músicas incidentales y románticas convocaron en el Gran Teatro a un público que cada vez parece más numeroso y a José María Moreno Valiente, flamante director de la Orquesta Filarmónica de Málaga, que desplegó una dirección atenta, expresiva y comunicativa a la que la Orquesta de Córdoba respondió con firmeza y ductilidad. La excelente sintonía que se percibía entre director y orquesta permitió a la formación cordobesa darnos una muestra más del extraordinario momento que atraviesa con un sonido limpio e intenso.

La breve selección de números de Rosamunda -sinfonía imaginaria, según el programa de mano-, de Franz Schubert, con la que comenzó el concierto, arrancó con el Primer ballet: una enérgica entrada de marcadas dinámicas dio paso a delicadas atmósferas schubertianas en los diálogos del viento madera, suavemente mecidos por la cuerda. El equilibrio entre secciones, la articulación y las entradas, cuidadosamente trabajadas desde el podio, fueron armando una Rosamunda plena en su romanticismo. Delicioso fue el Tercer intermedio, con una cuerda tersa, la madera aterciopelada y el metal apoyando y bien dosificado. Una explosiva Obertura de El Harpa encantada cerró el ciclo y fue seguida de una cerrada y merecida ovación.

Era de esperar que la manera de afrontar la Sinfonía Escocesa, de Felix Mendelssohn, no fuera muy distinta de la ya escuchada: una tensión bien administrada recorrió los cuadros escoceses en una pictórica descripción de las Highlands: el Andante con moto se convirtió en un imponente despliegue de contrastes en el que los chelos brillaron con luz propia y el Scherzo, atacado con un tempo endiablado y arrollador, galopó sobre nuestras cabezas a punto de atropellarse a sí mismo.

Justo después, el Adagio cantabile destensó momentáneamente el hilo convirtiéndose en un bellísimo ejercicio de languidez en las manos -sin batuta en los movimientos lentos- de Moreno para volver en el Finale guerriero a un mundo vibrante y contrastado en el que la urgencia y los abismos surgieron tal y como Mendelssohn los dispuso.

El cerrado aplauso con el que el público cordobés reconoció la labor de los músicos tenía también algo de agradecimiento por la sanación que nos vuelve a ofrecer la posibilidad de escuchar a nuestros músicos con regularidad. Bendita música y benditas vacunas.