El polifacético Joaquín Reyes (Albacete, 1974) acaba de regresar a Barcelona como monologuista con Festeja la broma, una manera de celebrar que la vida sigue adelante tras la pandemia, que estará en el Teatro Borrás hasta mañana. Un espectáculo fiel a los orígenes del creador de programas como La hora chanante y Muchacha Nui. Con él celebra 20 años de experiencia acumulada en el difícil arte de la comedia.

¿Ha retocado mucho el ‘show’?

No podía dejarlo igual porque lo estrené en enero del 2020 y habría quedado muy marciano no incluir nada de la pandemia. Hago algunas referencias pero tampoco muchas. Tengo la sensación de que la gente no tiene ganas de que le recuerdes esto. Si te fijas, no hay referencias a la pandemia. No ves mascarillas en la ficción, por ejemplo. Yo hago bromas sobre la situación creada pero sobre la enfermedad, ninguna. Me centro más en los hábitos adquiridos y lo vivido al tener que quedarte en casa.

También recupera cosas de su época ‘chanante’.

Festeja la broma es una vuelta al monólogo, el formato con el que me introduje en la comedia. Y el estilo es muy reconocible, en el fondo y en la forma. Digo muchas tonterías y pongo muchas voces de una manera natural. No es algo que medite mucho. Una de las razones que tuve en su día para dejar los monólogos fue que yo había cambiado. No era ya el chaval que estaba en casa viviendo con sus padres. Ahora también han cambiado mis circunstancias y quería hacer un monólogo diferente.

¿Más maduro? ¿Más viejuno?

Aunque parezca que me contradigo, sigo siendo más o menos el mismo. Pero ya soy padre y me interesaba hablar de los hijos, del matrimonio... Al final los temas son siempre los mismos, lo que cambia es el enfoque, la mirada que arrojas en esos asuntos.

En España el humor atraviesa un buen momento. En casi todas las televisiones hay comedia.

Incluso en Sálvame hay ahora un cómico imitando a los colaboradores. A la comedia se le da mucho valor como contenido. Hay muchos podcasts sobre comedia, series y cada vez más mujeres que hacen comedia como Susi Caramelo, Eva Soriano, Victoria Martín. Y los cómicos más jóvenes están bastante más preparados que nosotros. La comedia en España ha mejorado mucho en poco tiempo. La comedia ahora es más sofisticada, está mejor elaborada.

Si tuviera que hacer un programa de televisión, ¿cómo sería?

Me gustaría volver al sketch que es un formato que a mí me encanta y que trabajamos mucho en La noche chanante y Muchachada Nui. Pero ahora, Ernesto [Sevilla] está muy liado con el cine y quiere que hagamos películas.

¿El humor siempre ha estado alrededor suyo?

Sí, mis padres eran muy graciosos. Mi padre era muy ingenioso y ahora en mi casa con mis hijos también reímos un montón. Terminar dedicándome a la comedia no fue algo muy planeado pero siempre estuvo en mi vida y lo tomé como algo natural, que podía suceder. No como algo vocacional.

Con humor, todo se ve distinto.

El humor ayuda a superar todo. Con mis hijos nos reímos de todos porque si sabes contestar y reírte de las bromas crueles que te lanzan vas a descolocar a todos. Cuando alguien te provoca puedes hacer dos cosas: pelearte o reírte. Y eso en casa lo practicamos y reímos mucho.

¿En qué otros proyectos anda?

Tras hacer el guion de la película de Cámara café, estamos en pleno rodaje. Tengo suerte de poder hacer muchas cosas diferentes: escribo, actúo y voy a rodar una película este verano, Un novio para mi mujer. En septiembre publicaré Subidón, una novela con Blackie Books. Soy fan de esta editorial y que ellos me publiquen el libro es un subidón de verdad. Son las aventuras de un cómico manchego. Todo sucede en una semana. Narro en clave de sátira ese momento de subidón de la fama, cómo afecta y cambia la perspectiva.