Sierra Nevada y la Alhambra forman parte ahora de sus fuentes de inspiración, aunque es un enamorado de su pueblo, Priego, donde vuelve siempre a «recargar las pilas», y de Córdoba, la ciudad donde vivió durante ocho años con la aspiración de llegar a ser el músico que es hoy y desde donde se ha convertido en la punta de lanza de la nueva escena flamenca. Hace apenas una semana, el flautista y saxofonista cordobés lanzó su segundo disco, Ser de luz, cuyos temas han ido creciendo en numerosos conciertos en directo desde hace un año hasta estar lo suficientemente maduros como para pasar al estudio de grabación, un método poco común «que ha dado buenos resultados», dice el músico. Y esos frutos son los que hoy recogerá el público del Teatro Real de Madrid, donde De Lope se sube hoy con toda la ilusión del mundo para presentar este ramillete de temas con los que busca emocionar a los espectadores y alimentar su alma.

Presenta hoy en el Teatro Real su nuevo disco. ¿Es una actuación especial para usted?

Presentar este disco en ese escenario me hace una ilusión tremenda porque, además, coincide con este tiempo de apertura, en el que la incidencia de contagios de covid no para de bajar, la vacunación avanza y todo va mucho mejor. El disco ha estado un año esperando y, por cosas de la vida, decidí sacarlo este mes, y creo que, ahora más nunca, Ser de luz cobra sentido.

‘Ser de luz’ se compone de temas compuestos en el 2109 que han evolucionado sobre el escenario hasta llegar al disco. Un proceso que usted mismo se propuso, ¿Por qué?

Por experiencia, sé que cuando se saca un disco antes de girarlo, cuando llevas muchos conciertos los temas van cambiando, se hacen más maduros, hasta el punto de que cuando vas terminando la gira es cuando piensas que deberías haber grabado el disco. Y quería que no me pasara eso, así que hicimos el proceso de creación al revés, a base de directos, y una vez que todo estaba como queríamos, nos metimos en el estudio. El resultado ha sido muy satisfactorio y tengo unas ganas tremendas de poder mostrar este directo al público. Ahora toca disfrutar del camino.

Es un título muy espiritual. ¿Qué encierra este disco tan cuidado?

Parte de lo que soy. Yo me considero una persona espiritual, y es una manera de mostrar y hablar explícitamente de una de las misiones que tenemos los artistas en general, ya sean músicos, artistas plásticos o de las letras, que es la de mover las conciencias del colectivo social a nivel mundial, despertar, mover las emociones de las personas y sanar su espíritu. Al final, también tenemos nuestro papel importante porque metafísica y sociológicamente, la música es vital para la humanidad.

¿Cómo ha reaccionado el público ante estos nuevos temas?

Con total asombro, porque de lo que hicimos en la gira del 2019 al resultado actual, los temas, aunque son los mismos, no tienen nada que ver. En el anterior directo no teníamos guitarra eléctrica y ahora sí, hay muchos arreglos y matices nuevos e invito de nuevo a quien nos haya visto porque va a recoger la recompensa de ese proceso creativo.

¿Cuesta enfrentarse a espectadores detrás de una mascarilla?

Es muy raro. Y casi inhumano. El hombre puede aguantar sin comer más de treinta días, sin beber agua casi una semana, pero sin respirar, ni cinco minutos. Aunque nos esté protegiendo de un virus y sea algo absolutamente necesario, es un obstáculo para poder respirar libremente. Yo medito y la meditación se guía a través de la respiración. Pero parece que pronto podremos estar sin mascarilla al aire libre y creo que tiene todo el sentido del mundo.

¿Cómo calificaría su música, flamenco fusión o propia evolución de este arte?

Evolución, sin duda. El flamenco nace de la propia fusión, lo que existe en el flamenco es una tradición y una vanguardia. Me siento más identificado con la transgresión y con la evolución.

¿Qué papel juega la tradición en su trabajo?

Es la base de mi conocimiento, tanto desde el punto de vista académico como del de aficionado. Yo estudié Flamencología en el Conservatorio Superior de Córdoba y el flamenco tradicional me encanta, lo he escuchado y lo he estudiado. Y una vez que lo he tenido interiorizado, me tocaba volar. Y eso he hecho.

Gira con estos músicos desde hace años. ¿Son ya una banda?

Sí, es mi proyecto personal, pero el concepto es de banda. No es un concierto donde yo esté casi sin parar de tocar, es un directo dinámico donde hay diálogo entre todos los componentes de la banda, donde jugamos mucho con las texturas desde el punto de vista del sonido. Este disco es para todos la confirmación del sonido que íbamos buscando desde hace siete años, y creo que nos sentimos totalmente identificados con la música que estamos haciendo.

Lo primero que escuchamos en este disco es la voz de Enrique Morente. ¿Qué significa este cantaor para usted?

El faro y el espejo. No escogí esa frase al azar. Salió de una entrevista que le hicieron en la televisión de local de Granada. Que un maestro diga de esa forma tan desenfadada ‘yo me dedico a esto del cante, pero realmente soy rockero’, para mí lo que da a entender es que el flamenco y la música hay que tratarlos con total libertad. Con mucho respeto, con mucho conocimiento, pero con libertad. Y él, aunque era un maestro del cante, se sentía libre al sentirse rockero.

¿Con cuáles de sus enseñanzas se queda?

A tratar el cante, a enfrentarme sin prejuicios ni tapujos a la composición y la creación y creyendo en lo que estoy haciendo. Considero que si yo me siento libre creando, el espectador cuando lo recibe también se va a sentir libre. Es una calle de doble sentido, como la lealtad.

¿Y qué le ha enseñado esta pandemia?

A aceptar. Interiormente me he sentido muy contrariado. Al principio, no aceptaba la situación y cuando no aceptas algo te condena a vivirlo de una manera muy fea. Cuando lo aceptas, te transformas. Aún me cuesta trabajo, pero estoy en el camino.