En plena Bienal de Fotografía, coincide en la cartelera de salas comerciales una producción cinematográfica que tiene como protagonista un gran fotoperiodista norteamericano: W. Eugene Smith (1918/ 1978). Sus trabajos se publicaron en medios como Life y estuvo unido a la agencia Magnum durante la década de los cincuenta. En esta película está representado por Johnny Depp, que literalmente se disuelve en el personaje, con una caracterización que lo hace irreconocible. El relato arranca en el Nueva York de 1971, cuando ya está de vuelta de casi todo, una vez que su obra ha dado la vuelta al mundo después de haber cubierto conflictos bélicos que le han dejado bastante tocado, con pesadillas recurrentes y con la mente nublada por el alcohol y las anfetas.

Vamos, que no está en su mejor momento cuando se le presenta una mujer asiática (que acabaría convirtiéndose en su mujer) para convencerlo de que ha de volver a coger sus cámaras y viajar lejos para denunciar las consecuencias de los vertidos de mercurio con los que una empresa está contaminando las aguas donde se pescan los alimentos ingeridos por los habitantes de Minamata, ocasionándoles graves enfermedades y terribles deformaciones en su cuerpo.

Andrew Levitas filma una cinta biográfica de lo más académica, correcta y no demasiado arriesgada, aunque un tanto divulgativa y de denuncia. No es la primera vez que se toca el tema del envenenamiento por contaminación medioambiental, recordemos Aguas oscuras (2019) de Todd Haynes , también inspirada en una historia real sobre un abogado empeñado en procesar a una gran corporación causante de un trágico desastre ecológico y humano. El acierto de esta producción podría ser la demostración de que una artística imagen monócroma puede hacer milagros, como es la que este fotógrafo realizó donde una mujer sostiene y limpia el cuerpo de su hija, muy deformado por la enfermedad, en un barreño y que se pone en escena durante una de las secuencias finales del filme.