Cuenta María Sánchez (Córdoba, 1989) –veterinaria, escritora y con un proyecto de ganadería extensiva en ciernes–, que su tatarabuela Pepa, amante de los árboles como ella, quiso asistir a la última saca del alcornoque. Ya muy mayor y enferma, aquella mujer independiente y vivaz consideró que era una gran manera de despedirse, “sentada y viendo cómo desnudaban al árbol”. Es una de las historias que María, participante en las jornadas ecológicas organizadas por la Diputación, cuenta en “Tierra de Mujeres”, un relato sobre esas mujeres silenciadas que le precedieron y que, a buen seguro, inocularon la inquietud y compromiso de esta joven escritora, amante del campo y firme defensora de la cultura y la vida rural.

–Viene de una familia de veterinarios por parte de padre y campesinos por la vía materna, una conjunción que puede ayudar a entender su trayectoria.

–Mi padre era el veterinario del pueblo, le tocó de bruces el cambio de modelo del campo, el éxodo rural y eso le obligó a reinventarse e irse a Sevilla a trabajar en las vaquerías que rodeaban la ciudad. Y por parte materna mi abuelo siempre ha estado en el campo, cogiendo aceitunas. Fue uno de los tantos españoles que se fueron a Suiza a trabajar en la construcción; estaba seis meses y volvía para la aceituna. Toda mi familia materna por parte del abuelo se fue a Cataluña, a trabajar en fábricas, limpiando casas, montando bares, taxistas...

–¿Hasta que punto su infancia ligada al campo ha definido su trayectoria, lo que hoy es?

–Muchísimo, porque fue muy bonita, muy pegada al campo y tenía muy claro desde pequeña qué quería ser de mayor, cómo quería trabajar, y de qué forma. De hecho sigo buscando un proyecto para que ya no sea veterinaria sino tener mis animales y trabajar para mí. Ando en esa búsqueda.

La ganadería extensiva modela el paisaje que nos gusta ver, los parques nacionales surgen del trabajo de pastores guiando a sus rebaños

–En realidad parece que su vida es una continua exploración, como cuando descubrió los valores de las mujeres que le precedieron, ¿cómo fue?

–Yo no me di cuenta hasta que no llegó el feminismo a mi vida y empecé a ver lo injusta que había sido con mi madre, como muchísimas mujeres de mi generación. Ahora da gusto porque estamos todo el tiempo sacando referentes del feminismo, pero cuando yo empecé a escribir solo leía a escritores porque eran los que estaban en la biblioteca. Es con lo que creces. Tus referentes son todo hombres.

–¿Es ésa la razón por la que nació “Tierra de mujeres”?

–Sí, en cierto modo “Tierra de mujeres” no deja de ser también un duelo, una manera de pedir perdón por llegar tarde a la historia y a las vidas de ellas. Si no tienes referentes mujeres es muy difícil. A mi me hubiera encantado en la Facultad de Veterinaria o de pequeña haber conocido a escritoras y haberlas leído, pero no ha podido ser porque han estado silenciadas o no se les ha dado importancia. No nos podemos olvidar de que venimos de una sociedad machista donde la universalidad y lo importante, lo público, siempre lo han contado los hombres. Pero lo público se sustenta de lo privado y del trabajo invisibilizado y no remunerado de las mujeres. Entonces, cuando por fin se van quitando las vendas y tenemos esas herramientas para volver a montar la casa, vemos esas urgencias, esos fallos y lagunas. Ya me hubiera gustado de pequeña tener el Día de la Mujer con la referencia de científicas y escritoras.

–¿Ese camino del reconocimiento ha sido más tortuoso en el medio rural o no hay que establecer diferencias?

–Creo que sí hay que hacer esa diferenciación porque no es lo mismo vivir en un pueblo que en una ciudad. La dinámica y las relaciones que se dan son diferentes. Y esto lo digo porque el feminismo urbano no le puede exigir ni imponer nada al rural, tiene que ir con sus tiempos, sus maneras, sus relaciones, sus vínculos. Lo que tenemos que hacer como mujeres es acompañar a otras mujeres y entenderlas y ponerlas en su lugar, saber de dónde vienen.

Es genial que se rompa el relato y las mujeres sean protagonistas, pero también hay que hacer políticas públicas

–Es evidente que hay un salto cualitativo, se ha pasado del ostracismo a estar de moda ser mujer y rural. ¿Ese cambio es real en el día a día?

–Hay un cambio, la dimensión no lo sé porque la realidad es que en el campo sigo viendo los mismos problemas. Los datos nos dicen que hay muy pocas mujeres que tienen titularidad de la tierra o la titularidad compartida y que las mujeres rurales están indefensas porque no tienen el acceso a servicios mínimos. Me parece genial que se rompa el relato, que sean ellas protagonistas de asociaciones, de libros, en películas, de noticias porque es sentir que lo que haces, vale. Pero no nos podemos olvidar de que también hay que hacer políticas públicas.

–Cuando se habla de rural, pequeñas iniciativas, ganadería extensiva ya es mucho en clave de mujer, empieza a visibilizarse.

–La mujer siempre ha ocupado un papel importante, otra cosa es que no se haya reconocido. Cuando publiqué “Cuaderno de campo” dije en una entrevista que, sin las mujeres, el medio rural no existiría. Pues los comentarios eran para echarte a llorar, que esta mujer no ha pisado el campo en su vida, que no tiene ni idea, que si los que están en el campo son ellos. Muchos ganaderos con los que trabajaba me decían, es que no es así. Y yo les decía, llegas a casa y tienes hecha la comida, los niños atendidos, la lavadora puesta, la casa limpia, ¿es que eso no es sustentar el medio rural?

–Y aún cuesta entenderlo en pleno siglo XXI.

–En un trabajo de fin de grado una alumna quiso ver la importancia de la presencia de la mujer en la ganadería del caprino de leche. Partimos de ganaderías donde sabíamos que no había mujeres y donde sí. Veíamos aspectos como si daban más leche, si las cabras vivían más años, si los cabritos tenían menos enfermedades, si morían menos en la paridera. Y fue curioso porque empezamos a valorar el ordeño y en el sitio donde se suponía que no había mujeres estaba trabajando la cuñada, la mujer, la hermana… Y decía el ganadero, es que vienen a echarme una mano. Echar una mano era trabajar todo el mes y medio que duraba la paridera, ir todas las tardes a limpiar la zona de ordeño, todos los fines de semana a ordeñar. ¿Eso no es trabajar?. Hay un trabajo que está totalmente invisibilizado, que se trata de forma despectiva y no remunerado. Es verdad que hay mujeres al frente de la ganadería, pero siempre las ha habido, lo importante es dónde hemos puesto el foco y el altavoz.

–En cambio el discurso del medio rural hoy no se entiende sin el papel de la mujer.

–Vamos a tener cuidado con el discurso de que las mujeres son la única salvación para los pueblos. Si tenemos esos servicios mínimos por comarcas, pues claro que habrá mujeres que querrán ser madres estar en el pueblo con sus niños. Pero ese discurso o el de que repoblemos los pueblos con los inmigrantes es muy peligroso. Hay que tener cuidado, porque lo que no quieres para ti lo quieres para ellos.

Es un gran avance el discurso de la despoblación, quién nos iba a decir hace diez años que íbamos a tener un Ministerio del Reto Demográfico

–Los territorios despoblados parecen ser el oasis de grandes granjas ganaderas y producción de energías renovables, ¿qué impacto puede tener?

–Creo que es un atentado contra el medio ambiente. El medio rural muchas veces para el país es el vertedero, el basurero, la despensa para explotar recursos. Lo bueno es la gente que está luchando contra eso porque no nos queda otra. Estamos en un planeta finito con recursos finitos y no paramos de ver estudios científicos, datos alarmantes sobre el clima o las pandemias por la pérdida de biodiversidad. Si no cambiamos el modelo estamos condenados a la extinción.

–El desequilibrio territorial y la sangría demográfica están en el discurso nacional, otra cosa son los resultados.

–Es un gran avance, quién nos iba a decir hace diez años que íbamos a tener un Ministerio del Reto Demográfico, que se iba a hablar de la España vaciada, las problemáticas y deficiencias de la gente en los pueblos. Es un avance en el relato y eso hace mucho porque hace posible el diálogo y el debate. Y luego también hablamos mucho de esos pueblos abandonados o de sus últimos habitantes, pero también hay que contar la historia de la gente que se queda. En los pueblos hay muchas historias buenas, muy ligadas al territorio y al paisaje que son casos de éxito.

–La ganadería extensiva es un ejemplo, que además usted defiende con todos sus valores.

–Es que la ganadería extensiva gestiona, conserva y modela el paisaje y el campo que nos gusta ver, los parques nacionales y espacios protegidos, porque es el resultado del trabajo de hombres y las mujeres que han acompañado y guiado a los rebaños. Además el cambio climático con la subida de temperatura y cada vez menos lluvia, obliga a prevenir los incendios forestales. Y la ganadería extensiva es una de las mejores herramientas, porque es barata y además aprovecha y convierte en alimento el suelo no cultivable. También fija población, conserva el territorio, la biodiversidad y produce alimentos de alta calidad.