La cineasta bosnia Jasmila Žbanic (Sarajevo, 1974) se ríe, se pone seria y arruga los ojos. Todo en pocos minutos. Las últimas semanas han sido una ruleta rusa. Hace un mes se enteró de que había dado positivo por covid y, este domingo, rivalizará con Otra ronda por el premio a la Mejor Película Internacional de los Oscar. Lo hará gracias a Quo Vadis, Aida, su drama bélico sobre una mujer que trabaja como intérprete para la ONU e intenta salvar a su familia del genocidio de Srebrenica (Bosnia) en 1995, en la época de los sangrientos conflictos originados por la desintegración de la hoy extinta Yugoslavia.

–¿Por qué ha querido hacer una película sobre una guerra transcurrida hace más de dos décadas?

–En verdad, es una película que habla más de nosotros hoy. Convivimos con muchas personas que fueron responsables de esa guerra, que promueven todavía esas ideas nacionalistas, incluso aún hay quienes niegan que ese terrible genocidio (el de Srebrenica) se haya producido, si bien murieron más de 8.000 personas en pocos días.

–Esto que dice delata cierta preocupación por el presente.

–En Sarajevo, donde vivo, es distinto. Pero hay zonas de este país en las que vivir es aún aterrador. En Srebrenica todos los años se producen ataques contra las casas de algunas mujeres, les recuerdan constantemente que no son bienvenidas ahí.

–¿Cómo ve el nacionalismo fuera de su país?

–Pienso que es solo una de las tantas retóricas inventadas para movilizar a las personas y servir así los intereses de las élites. Y, en el momento mismo en el que te convences de que otro ser humano no es igual a ti, ahí hay injusticia.

–La pregunta es obvia, pero ¿cuán difícil es hacer películas en Bosnia?

–Somos un país pobre en el que solo hay a disposición un millón de euros al año para todas las producciones y, en este caso, la película costó unos 4,5 millones de euros, por lo que tuvimos que buscar nueve coproductores. Así que, sí, fue un poco una locura. El segundo reto fue que, cuando empezamos la campaña, no teníamos un distribuidor en Estados Unidos.

–¿Había desconfianza en EEUU?

–Tenían miedo de una película sobre el tema del genocidio y que pensaban que, después de la pandemia, la gente hubiera preferido películas más ligeras. Mi experiencia es que es lo opuesto. No es verdad que la gente quiere películas ligeras. Pienso que justamente la pandemia nos está ayudando a reflexionar sobre el mundo, de dónde venimos y adónde nos dirigimos. Y que, por esto, este tipo de películas son mejor recibidas. Tanto es así que en muchos festivales en los que estuvimos luego, recibimos premios que venían del público.

–Pero costó.

-Sí. Muchos no querían que saliese a la luz y tuvimos problemas de todo tipo. Un ejemplo: el Ministerio de Defensa por mucho tiempo se negó a prestarnos sus tanques. Finalmente, aceptaron pero solo nos dieron uno y solo por un día. Estoy segura de que todo hubiera sido más fácil si hubiéramos propuesto una película sobre un hombre, quizá un nacionalista de uno de los bandos que se enfrentaron.

–En cambio, usted enfocó su relato a través del ojo de una mujer, la protagonista de ‘Quo Vadis, Aida’, Jasna Đuričić. Ya lo había hecho con ‘Grbavica’ (2006), su película sobre las violaciones de mujeres musulmanas durante la guerra.

–Nadie le pregunta a un hombre por qué eligió a otro hombre como su principal protagonista pero, está bien, podemos hablar de ello. Lo que le digo es que para mí las mujeres han sido insuficientemente representadas en el cine, especialmente en el cine de época yugoslava que las representaba frecuentemente como madres o prostitutas, y no expresaba lo que de verdad las mujeres querían y deseaban.

–¿Cree que el filme puede dar un impulso a la lucha de las familias que aún buscan cuerpos de familiares asesinados de Srebrenica?

–Lo espero, aunque no ha ocurrido aún. Hay aún unos 1.000 cuerpos que no han sido encontrados y madres que aún buscan a sus maridos e hijos. Quienes saben, no quieren decir dónde están esos cuerpos. La razón es que si se encontrasen se podrían abrir nuevos procedimientos penales.

–También entiendo que su película no se ha estrenado en la entidad serbia de Bosnia.

–Es verdad. No hay una prohibición oficial, pero los propietarios de los cines y los distribuidores tienen miedo, creen que podría haber disturbios, o que sus locales podrían ser vandalizados. Dicho esto, también nos han llegado muchos comentarios positivos de jóvenes serbios que están viendo la película a través de plataformas en internet. Porque, además, no es una película contra los serbios. Hice esta película en realidad para que la gente empiece a entenderse y empatice. H