El título nos remite a una planta de origen coreano, como quien ha escrito y dirigido esta película, Lee Isaac Chung que es norteamericano aunque de ascendencia coreana. El filme está narrado desde el punto de vista de un niño de siete años que, junto a su hermana y padres, se trasladan a vivir hasta la América profunda de una zona rural de Arkansas, en plena naturaleza. Estamos ante un retrato de la intensa búsqueda por hacer realidad el sueño americano. Minari. Historia de mi familia no cae en el melodrama, habiendo sucesos en la narración apropiados para ello, sin embargo consigue eludir cualquier estridencia y nos lleva durante su relato por una equilibrada armonía donde lo poético protagoniza este adorable retrato de familia.

Después de ser la mejor película, según el jurado y el público, en el Festival de Sundance y ganar el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa, ha conseguido esta producción ser nominada con seis candidaturas para los próximos Oscar.

Este filme independiente se nutre de los recuerdos de su autor, situando la acción en 1980, cuando los padres del niño protagonista, aquejado de una dolencia cardíaca, han de emplearse como sexadores de pollos, después de discutir por el hecho de dejar California para asentarse en medio de la nada, eso sí, en plena naturaleza. A la familia se sumará la abuela materna que será fundamental a la hora de encauzar el discurrir de la trama y desencadenar un suceso trágico (que no desvelaremos) en el desenlace de la trama.

Las interpretaciones son de una naturalidad aplastante, sobre todo el persistente progenitor que encarna Steven Yeun y el encantador niño que hace Alan S. Kim. Aunque se echa de menos saber algo más de algún personaje como el de Will Patton, un tanto chirriante.

Y, desde luego, que nadie se crea ese reclamo que invitaba a pensar en Parásitos como referente de esta cinta. Se parecen tanto como un huevo a una castaña.

Por tanto, producción muy recomendable por su sensibilidad y lirismo.