En el mundo musical contemporáneo, las dos luminarias españolas de mayor proyección internacional son andaluzas. Una, de Granada, la otra, de Nerva. El granadino, Pablo Heras-Casado, es director de orquesta. El onubense de Nerva, nuestro hombre de hoy, Javier Perianes, toca el piano de maravilla.

Discográficamente se han encontrado recientemente, no en Andalucía, sino en Múnich y para grabar el Tercero del húngaro Bela Bartók con la Filarmónica de la ciudad bávara para un sello de origen francés. Puro internacionalismo. Perianes recala ahora el próximo sábado, en medio de una agenda endemoniada (consulten su web) a pesar del virus, en el Gran Teatro de Córdoba para mostrarnos su visión de Beethoven, de Chopin, de Granados y de Liszt.

El talento de Javier Perianes (1978) destacó desde el principio por su sensibilidad con el sonido y un temperamento elegante y de gran finura estilística. Le recuerdo al principio de su carrera, en Sevilla, en un recital Chopin que fue tan memorable como sorprendente por la afinidad que demostró con el esquivo lenguaje chopiniano. Era el anuncio de una prometedora trayectoria, y entre ese Chopin que le salía natural como el respirar y la sempiterna colección de música española que, origen obliga, se requiere a cualquier intérprete español, Perianes pudo haber caído en el encasillamiento. Pero, afortunadamente, no fue así.

Con 28 años, y tras una larga carrera de piano culminada en premio de honor, uno puede sentir finalizada la etapa de formación y que solo queda, pues, concentrarse en la carrera concertística. Pero los verdaderos artistas, y Javier lo es, nunca alcanzan puerto seguro sino que siempre están en alta mar, estudiando el movimiento celeste en travesía permanente. Aprendiendo. O mejor dicho, desaprendiendo. Porque llegados a un punto de dominio técnico, los verdaderos artistas, paradójicamente, comienzan a desaprender para, en el proceso de olvidar lo contingente, centrarse solo en lo esencial.

«El sonido que usted consigue casi siempre es como si hablara solo con vocales, sin consonantes. Pero, a veces, al inicio del sonido hacen falta las consonantes. No olvide que el sonido no está aquí. Usted literalmente lo trae a este mundo, quiero decir, físicamente, no metafísicamente. El primer sonido es muy importante, porque el primer sonido es el que rompe el silencio», le indicaba Daniel Barenboim a Perianes en la masterclass a cuenta de la Sonata opus 110 de Beethoven dentro de una serie de encuentros con jóvenes talentos del piano que se grabaron en el 2006.

Lo interesante de esas filmaciones no son los consejos prácticos que el pianista de Buenos Aires, que se las sabe todas, pudiera dar, sino las cuestiones filosóficas y difusas que le plantea. Enigmas sin respuesta que te obligan a seguir buscando, que te lanzan sin remedio a mar abierto. Tras esos encuentros capitales con Barenboim, siguieron discos y recitales con obras de Debussy, Beethoven, Mendelssohn, Grieg, Falla, Schubert, Bartok, Ravel, y en cada entrega, Perianes demostraba ir un paso más allá en su magisterio conocido.

Para finalizar, el crítico musical y poeta Luis Suñén se preguntaba recientemente si el Cuarto concierto de piano de Beethoven que acababa de escuchar a Perianes en A Coruña podía ser el más hermoso de los escuchados en toda su vida de melómano. Viniendo de la persona que dirigió una buena serie de años la revista musical de referencia de nuestro país, Scherzo, señala el interés de este concierto, resume la ilusión que nos genera su visita y hace prescindible esta semblanza.