Aunque se siente cordobesa, su vida no se entiende sin el medio rural, con el que compartió su infancia y adolescencia en un pequeño pueblo de la sierra de Sevilla del que es oriunda su familia, rodeada siempre de animales y huertos, un vínculo del que se siente afortunada y privilegiada, ya que le da la oportunidad de ver la vida de otra forma y valorar las cosas de otro modo. Y sigue ligada a la tierra en su faceta de veterinaria, que simultanea con su vertiente literaria, precisamente, para reivindicar la cultura rural y, sobre todo, a las mujeres que viven en estas zonas. Y ha sido esa reivindicación y visibilización, además de su talento como escritora, la que la ha alzado con el Premio Princesa de Girona de las Artes y las Letras.

-¿Por qué se ha sentido más satisfecha al recibir este premio, por el reconocimiento literario o por visibilizar la cultura rural?

-La María veterinaria no se puede separar de la escritora. Me siento muy reconocida por ambos lados, pero es verdad que la carga que tiene el hecho de que nuestros pueblos, su cultura, los acentos, todas las historias y vínculos ligados a nuestros miembros rurales no han sido lo suficientemente valorados como cultura y patrimonio vivo, para mí, que trabajo reivindicando eso, supone un reconocimiento claro a los medios rurales y a esa valorización.

-¿De dónde le viene su interés por reivindicar el papel de la mujer rural? ¿Cuándo y por qué decide poner el foco en este tema?

-Es un interés que me nace cuando también se hace presente en mi vida el feminismo. Al empezar a trabajar como veterinaria de campo se me cae de alguna manera la venda de los ojos y decido escribir Tierra de mujeres, que es un reconocimiento a todas esas mujeres rurales, además de tener un matiz de duelo y de hacer justicia con las mujeres de mi familia. Yo de pequeña a quien me quería parecer era a mi padre, a mi abuelo, a los hombres que trabajaban en el campo, porque vivía en un sistema patriarcal y eran los referentes que nos marcaban. Ahora, sabemos que hay escritoras, investigadoras, ecologistas, científicas, etcétera. Cuando era niña, mi madre y mi abuela eran el espejo de lo que yo no quería ser, pero entonces no comprendía las mochilas que ellas llevaban a cuestas. Tierra de Mujeres fue un poco un homenaje hacia ellas, hacer justicia y darle las gracias, porque sin ellas hoy yo no sería lo que soy. Si mi madre, en vez de tener que ponerse a coger aceitunas con 12 años, hubiera seguido en el colegio y hubiera podido decidir, a lo mejor la escritora sería ella y no yo.

-Estamos muy cerca del Día de la Mujer, ¿cree que los colectivos feministas son conscientes del problema?

-Sí. De hecho, la gente se sorprendería de todas las asociaciones de mujeres, colectivos y grupos que nos organizamos en los pueblos, no solo en el 8M, sino a lo largo de todo el año. Ahora en marzo voy a dedicarme a unos talleres con grupos de mujeres de pueblos del Jerte, donde vamos a trabajar en temas de feminismo. Por otro lado, acabamos de lanzar en redes el Manifiesto por las Mujeres Rurales, que desde hace tres años saco con una compañera veterinaria, Lucía López. Hay movimiento.

-Parece que la pandemia ha hecho que muchos dirijan su mirada a los pueblos para alejarse de las ciudades. ¿Podría ser que el covid se convierta en un revulsivo, que haya cambiado la manera de ver lo que nos rodea, o ya venía cambiando esa concepción de la vuelta a la tierra?

-Viene cambiando esa concepción, y lo vemos mucho en los medios, sobre todo en los nacionales, porque desde los locales y provinciales todavía se hace con paternalismo. Pero no podemos olvidar que con la pandemia, la gente que se está planteando irse a un pueblo desde la ciudad tiene cierta posición económica y privilegios. Son personas que a lo mejor no necesitan internet, tienen su residencia en la ciudad y sus servicios cubiertos. La realidad es que antes de la pandemia ya había gente reivindicando poder quedarse en sus pueblos, el acceso a la tierra, a una vivienda digna, a poder emprender proyectos… Es genial que venga gente nueva, pero no nos olvidemos de los que se tienen que ir a la fuerza de sus pueblos.

-Es el segundo premio importante que este año recae en escritoras cordobesas. ¿Es casualidad o algo está cambiando?

-Creo que algo está cambiando. Por fin, gracias al feminismo, estamos descubriendo esos libros escritos por mujeres, esos referentes, y estamos leyendo libros que antes no se publicaban, eran silenciados. Aún así, habría que mirar las cifras, que están muy lejos de las de los escritores varones. De todas formas, estoy notando muchos cambios en las mujeres, tienen una conciencia de género y espero que vaya a más .

-¿Qué ha significado para usted este premio?

-Estoy todavía digiriéndolo, pero supone una alegría muy grande y un reconocimiento también a esa niña que era yo cuando estaba estudiando Veterinaria y que todo el mundo estaba en contra de que escribiera. También es una reivindicación para que dejemos de separar ciencias y letras, que tenemos que aprender de todo y de todos y que la poesía vive mucho de la ciencia y la ciencia también necesita esos lenguajes poéticos y narrativos que se dan en los libros. Me siento muy orgullosa de que se ponga en valor la cultura rural.