A partir del libro homónimo de Paulette Jiles (publicado muy oportunamente por la editorial cordobesa Almuzara), el director británico Paul Greengrass (muy conocido por sus películas de espionaje de la saga Bourne, aunque también posee en su filmografía otras cintas con el asunto terrorista como temática argumental como United 93, 22 de Julio o Domingo sangriento) se introduce en el género norteamericano por antonomasia: el western.

Para el apartado interpretativo, vuelve a trabajar con Tom Hanks. Y, posiblemente, este sea uno de los mejores aciertos del filme. Es difícil encontrar un actor que mantenga la mirada y el rostro impasible, construyendo el personaje a base de pequeños gestos y con unos ojos tan limpios como la ingenuidad de su partenaire, la niña que lo acompaña durante el viaje a través de los paisajes claves del género. La historia se sitúa cinco años después de finalizar la guerra civil estadounidense.

Su protagonista, un veterano y solitario capitán, viaja de ciudad en ciudad leyendo las noticias de la prensa ante aquellos que no tienen acceso a ello. Dramatiza dando énfasis a la narración y consigue arrancar una moneda al espectador.

Por el camino se cruzará con los restos de un siniestro: una caravana atacada y una niña de diez años abandonada que se nos presenta como una pequeña salvaje y a quien bautizará como Johanna, comprometiéndose a entregarla a los familiares más cercanos. No obstante, habrá serios obstáculos que vencer y la presencia de alguien que no conoce el idioma (ella fue secuestrada seis años atrás por indios kiowa que la educaron) convertirá el viaje en un monólogo continuo, al estilo del que Hanks mantenía en Náufrago con un balón. Escuchar la voz de este gran actor, un clásico ya, aquí es otro regalo. Por último, más de uno atisbará la alargada sombra de John Ford y su Centauros del desierto Centauros del desiertoen esta producción (Netflix).