Mucho se ha escrito sobre el impacto que el coronavirus ha tenido en la industria cinematográfica y seguirá teniendo hasta nueva orden. El ‘streaming’ ha entrado en todos los hogares, las salas de cine están al borde de la quiebra, y muchos proyectos han quedado en suspenso. E inevitablemente, por imperativo logístico, buena parte de las películas rodadas en el último año o bien cuentan historias centradas en la pandemia o bien, cuando menos, hacen un uso narrativo de las restricciones que afectaron su propia gestación. Dos de ellas acaban de ver la luz: estrenada en Netflix, ‘Malcolm & Marie’ no nos confina solo en el interior de la lujosa casa en la que fue rodada íntegramente sino también en el de una tóxica relación conyugal; y ‘Confinados’, disponible en HBO, es la primera producción hollywoodiense que pretende ofrecernos una visión realista de lo que es la vida en cuarentena. Por si a alguien le hace falta.

La ficción, es cierto, ya empezó hace tiempo a hablar de la Covid-19 a través de series como ‘Distanciamiento físico’, ‘Love in the Time of Corona’ o las producciones españolas ‘En casa’ y ‘Relatos con-fin-a-dos’. En verano, además, Netflix incorporó a su catálogo ‘Hecho en casa’, colección de cortometrajes rodados por directores como Pablo Larraín o Paolo Sorrentino en su propio domicilio. Y también por entonces se estrenó ‘online’ el estupendo mediometraje de terror ‘Host’, que se ambienta al principio de la pandemia y transcurre enteramente en el seno de una videollamada. Pero un rodaje de Hollywood conlleva diificultades y riesgos mucho mayores, como dejó claro la bronca que Tom Cruise echó a sus asalariados durante el rodaje de ‘Misión Imposible 7’ y un fragmento de audio viralizado hace semanas hizo famosa. Por tanto cabe preguntarse, ¿merece la pena poner en peligro a tanta gente? Y la cuestión es especialmente pertinente si se trata de hacer películas sobre el coronavirus porque, ¿de verdad queremos ver cine que nos recuerde el desastre que nos asola? ¿Y es posible hacerlo sin herir susceptibilidades?

Sofia Carson y K.J. Apa en la película 'Inmune', todavía no estrenada. /STXFILMS

Visiones complacientes y más duras

‘Confinados’, reconózcase, recrea los rituales que el encierro domiciliario trajo a nuestras vidas -las accidentadas sesiones de Zoom, los aplausos y las caceroladas grupales, las colas para entrar en el supermercado, el acopio de papel higiénico- con efectivo sentido del humor. Pero en ningún momento se muestra consciente del daño causado por el virus, y sus protagonistas son dos idiotas que no dejan de quejarse pese a que gozan de una economía holgada y viven en un casoplón. Algunos espectadores la considerarán ofensiva pese a que, a su torpe manera, intenta hacernos sentir mejor.

No puede decirse lo mismo de ‘Inmune’, cuyo estreno estaba previsto para el 12 de febrero pero ya no lo está. Producida por Michael Bay, parece una película diseñada para hundirnos aún más en la miseria. Transcurre en un futuro cercano, 2023, en el que el covid-19 ha mutado en covid-23 y elevado su índice de mortalidad al 56 por ciento. Los soldados patrullan las calles para garantizar que solo la población inmunizada salga a la calle, y los ciudadanos sospechosos de haberse infectado son enviados a morir en campos de concentración. Verla es la mejor forma de pasar el rato -nótese la ironía- ahora que aún no sabemos si las vacunas serán efectivas contra las nuevas mutaciones del virus ni hasta dónde llegará el desplome de la economía.

Celebrado estos últimos días, el Festival de Sundance ha presentado una programación llena de ficciones rodadas durante la pandemia y de temática apocalíptica como ‘In the Earth’, lo nuevo de Ben Wheatley, o ‘How It Ends’, protagonizada por Olivia Wilde. Por su parte, Judd Apatow está preparando una comedia en la que, precisamente, parodiará los rodajes cinematográficos en tiempos de coronavirus. Y se harán varias películas más sobre la pandemia antes de que, cuando las restricciones desaparezcan, el subgénero en su conjunto probablemente desaparezca con ellas para dejarnos olvidar lo ocurrido. Aunque, por supuesto, tal vez no lo haga. Si los últimos meses nos han enseñado algo, es que ni una mascarilla FPP3 puede protegernos de la insensatez ajena.