El joven poeta lucentino Ángel de la Torre (1991) ganó el pasado diciembre el Premio Ricardo Molina de Poesía en su vigesimoctava edición con su poemario Apagar el frío, una obra que comenzaría a escribir en 2016 y que tras una larga pausa -con tesis doctoral de por medio- retomó con ilusión el pasado verano. De la Torre, además, es licenciado en Filología Árabe por la Universidad de Granada, lector de español en la Universidad italiana de Urbino y ha publicado varios poemarios, como El río es un decir (La Bella Varsovia, 2015) o Las fisuras del género (Diputación de Granada, 2017).

¿Cómo fue retomar el libro después de tanto tiempo?

Más de la mitad de los poemas del libro los he escrito durante la pandemia en Italia, y gran parte de los que ya estaban escritos los volví a revisar. El proceso de escritura tiene mucho de corrección. Lo que se escribe en un primer momento puede que no tenga nada que ver con lo que acabas dando por bueno. Es todo prácticamente nuevo.

Italia ha sido, junto a España, uno de los puntos más trágicos de esta crisis provocada por el covid-19. ¿Hay traducida parte de ella en este poemario?

No he estado en España desde las navidades de 2019 y no puedo comparar la situación. Por lo que me cuentan y por lo que he vivido en Italia, me parece que la gente aquí lo ha vivido de una forma más dolorosa. Hay mucha dificultad para volver a salir, bastante reticencia y desconfianza. Si te soy sincero, no sé si el libro tiene relación con la pandemia, probablemente sí, pero no de forma intencionada.

Tenga o no relación, ha sido un año duro para todos, pero usted lo termina con una gran noticia.

La verdad es que ha sido algo que no me esperaba, también un indicador de que todo sigue igual, que las cosas buenas siguen sucediendo.

¿Realmente cree que nada ha cambiado?

Pues no. Dando clase me he dado cuenta de cómo han cambiado los chicos este año en la universidad, la mirada que tienen, la desesperanza, pero en ciertas cuestiones podríamos tener ilusión y pensar que todo sigue igual, que seguimos siendo humanos, que seguimos escribiendo, sintiendo.

Aunque directamente no esté relacionado con la pandemia, en algunos de los poemas sí que se lee parte de lo que se ha vivido, especialmente en la relación con la naturaleza y en ese sentimiento colectivo que nos invadió durante los confinamientos.

Es cierto que hay mucho de la idea de reclusión. No solo en este tiempo de pandemia, también en todo el proceso en el que escribí la tesis doctoral. Tuve que dedicar mucho tiempo a leer y a escribir. Hay una fuerte relación entre los poemas y la idea de no poder salir ni moverte. También pude observar, como dices, que la naturaleza es lo único que ha permanecido tal cual o incluso mejor en algunos casos.

¿Por qué ‘Apagar el frío’?

Es un verso que tomé de un poeta argentino. En un primer momento, simplemente me gustaba por su sonoridad y por la metáfora, pero no adquirió un significado hasta que terminé el libro. El frío es esa vida en el que a veces vivimos de manera automática, sin hacer nada significativo, sin disfrutar o sin hacerlo demasiado. Me di cuenta, durante los meses de reclusión y encierro que viví, que la escritura era una forma de apagar ese frío y darle calor a mi existencia en particular.

Desde luego usted no puede decir que haya vivido poco.

(Ríe) Es verdad que, por ejemplo, los ganadores de este premio en particular suelen personas más mayores y consagradas, me da hasta un poco de vergüenza compartirlo con ellos.

Se sabe que la publicación está en el aire aún. ¿Hay alguna previsión sobre cuándo verá la luz el libro?

Esto lleva un proceso y ahora mismo no tengo mucho control sobre ello. Por mi parte, espero que se publique en una editorial prestigiosa como se ha estado haciendo hasta ahora.

Imagino que tendrá ganas.

Muchísimas. Creo que puede ser una oportunidad para salir, moverlo, volver a las cosas que ahora mismo no se pueden hacer como las presentaciones, lecturas, firmas, viajar y conocer gente.

Parece una lista de propósitos para el nuevo año. ¿Ha hecho una antes que empezara el 2021?

El premio me ha dado mucha calma en este sentido. Había dejado de creer en lo que estaba haciendo. Estuve a punto de dejar de lado el libro y dedicarme a otros proyectos. Esto ha sido un impulso que me ha hecho reflexionar sobre lo que mi trabajo y que quizás no estuviera tan mal; que no necesito buscar constantemente cosas nuevas. En la poesía, además, la prisa no ayuda.

¿Ha retomado el ritmo de escritura?

Bueno, uno no se sienta a primera hora y empieza a escribir, pero sí es verdad que las ganas han vuelto y que vienen versos con más frecuencia que antes; especialmente desde que terminé la tesis.

Por curiosidad, ¿sobre qué trata su tesis doctoral?

La tesis la dedico a la enseñanza del español como lengua extranjera. En mi caso, a introducir el género de la poesía digital en el aula. Al fin y al cabo, es a lo que me dedico.

¿Hay alguna lectura que le haya acompañado en este reencuentro?

Me ha ayudado mucho a encontrar la idea de frío releer a Antonio Gamoneda y sus memorias, recientemente publicadas. También me ha acompañado La Fundación (2019) de mi amigo cordobés Juanma Prieto. En él he encontrado una sensibilidad mientras lo leía similar a cuando escribía mi libro; ha sido un gran impulso. Además, Juanma fue la única persona que leyó el libro antes de enviarlo al premio y me ayudó a revisarlo.