Asegura que en estos últimos meses apenas ha escrito unos poemas sueltos y no tiene en mente ningún nuevo libro, dedicando su tiempo al placer de la lectura en un año en el que la pandemia del covid-19 ha marcado las vidas de todos, pero que ella despide a lo grande. La Asociación Colegial de Escritores le ha otorgado el Premio de las Letras Andaluzas Elio Antonio de Nebrija, lo que a esta autora la ha hecho sentir «como si una figura histórica llamara a mi puerta».

-Cierra este 2020 con un gran reconocimiento, el de la Asociación Colegial de Escritores. Aunque tiene una trayectoria cargada de premios, ¿qué valor le da a este?

-Le doy dos valores: llevar el nombre Elio Antonio de Nebrija, humanista y profesor en las universidades de Salamanca y Alcalá de Henares, además de haber escrito la primera Gramática de la Lengua Castellana, es una buena carga, porque lo que estudié en el Bachiller se llena de sentido después de tantos años. Es como si una figura histórica llamara a mi puerta. Y el otro, el de los once nombres de quienes lo obtuvieron antes que yo. Pablo, Antonio Gala, María Victoria Atencia, Josefina Molina, Pilar Paz Pasamar, Mariluz Escribano... Estoy orgullosa de estar entre ellos y ellas, las poetas, cinco mujeres admirables. Y lo mismo los poetas, todos cercanos, todos leídos.

-¿Qué importancia le da a los premios?

-Mucha. Toda. ¿A quién le amarga un dulce? Aunque habría que distinguir entre los premios a un libro, donde tienes que batirte con otros, y los premios que son reconocimientos a la obra o el trabajo.

-Hace un año decía que no sentía la necesidad de la poesía. ¿Ha podido vivir sin ella?

-Es que la vida, y esta que tenemos ahora de bufanda y mascarilla más, es muy complicada. Además, hay que anotar que yo sigo siendo, lo he sido toda mi vida, ama de casa. Y ser ama de casa lleva su cuidado y su tiempo. Apenas he escrito poesía, solo poemas sueltos, pero no hay por ahora proyecto de libro. Eso sí, he leído muchísimo. En verano, los libros del premio Juan Ramón Jiménez, y en otoño e invierno los de otros premios. Esas lecturas las disfruto y las valoro mucho porque es un modo de hacer la cata de lo que se escribe ahora, de lo que escriben los jóvenes.

-¿Cómo ha vivido estos largos meses de pandemia? ¿No le ha inspirado ningún verso?

-De motu proprio, no. Sí he participado en algunas iniciativas, como la de los haikus del área sanitaria norte de Córdoba, que coordinó Francisco Onieva, y todos volcamos la temática en las y los sanitarios. Pero, ya que estamos encerrados, lo que nos pide el cuerpo -y el alma- es la libertad, los espacios abiertos, el horizonte, el campo, los pequeños milagros del cada día. Es lo que hice en verano, en el campo de La Pizarra de Villanueva, mirar las puestas de sol, que en agosto tienen tal colorido y van cambiando tanto que te dan ganas de pintarlas.

-Hace apenas un mes inauguró una singular edición de Cosmopoética. ¿Qué le ha parecido tanto acto virtual o por ‘streaming’? ¿Se identifica con ese futuro?

-Cosmopoética ha sido extraordinaria. Se ha hecho todo según las normas, y la mayoría de los actos presenciales con público calculo que con un cuarto del aforo y guardando las distancias. Pero además todas las sesiones se grababan para luego poder acceder a ellas, y yo vi muchas por la tarde. Y sí, todos sufrimos por no abrazarnos, atropellarnos al hablar, pero este momento es así. No me identifico con ese futuro de recitales vía streaming, pero me temo que va a seguir siendo así. Si no como ahora, parecido, porque el virus prolifera y muta en un mundo artificial que no valora la naturaleza ni la cuida.

-Las mujeres han copado un gran espacio en este festival de versos. ¿Vamos llegando a la altura del hombre?

-No sé si tiene que ver con el virus y el cambio de vida, pero sí, de pronto todos los poetas varones muestran atención a lo que crean las mujeres, las editoriales también, hay ahora mismo un interés inusitado, que yo no había visto antes. ¿Será porque al estar más tiempo en casa o teletrabajando los hombres han tomado conciencia de lo que es llevar una casa? No lo sé. Lo cierto es que se están generando antologías de poetas mujeres, y en las otras iniciativas se tiene en cuenta la participación al 50%. Somos muchas, y eso no se puede seguir obviando. Parece que el miedo nos vuelve a todos más humanos y más justos.

-¿Qué puede hacer la poesía en estos duros momentos llenos de incertidumbre?

-La poesía mira adentro y afuera, nos muestra los pequeños milagros de la cotidianeidad o la naturaleza, entre la palabra y la música, en el filo de la vida y la muerte, con tantos y tantas heroínas de bata azul o blanca, en la grandeza de lo minúsculo y en la belleza de lo oculto.

-¿Qué libro recomendaría para mitigar tanto pesimismo?

-Acabo de recibir, desde la Fundación Vicente Núñez, un libro-joya, Gozos para la Navidad de Vicente Núñez, de Pablo García Baena. Son composiciones que Pablo envió a Vicente por Navidad durante varios años. Es auténtico, religioso, divertido.