Edith Wharton publicó 'Los reflejos de la luna' en 1922, dos años después de que ganara el Premio Pulitzer por 'La edad de la inocencia'. Wharton estaba entonces en la cúspide de su actividad creativa y en la madurez de las ideas que se propuso trasladar a sus obras. Buena prueba de ello es 'Los reflejos de la luna', un clásico de su extenso repertorio.

Editorial Alba reedita ahora esta novela y la convierte de nuevo en un hecho trascendente en el escenario actual de novedades literarias dada la propia magnitud y relevancia de la misma. Alba viene editando desde hace años los mejores títulos de Wharton, como 'La casa de la alegría', 'Los niños', 'El arrecife', 'Ethan Frome' o 'Las costumbres nacionales'.

En 'Los reflejos de la luna' Wharton nos plantea los dilemas y contradicciones de Nick Lansing y Susy Branch dos jóvenes, atractivos, brillantes pero sin recursos. Nick malvive de un menguante patrimonio familiar y de escribir artículos para una enciclopedia, aunque su ambición es ser novelista. Susy, hija de un padre derrochador ya fallecido, lleva desde los diecisiete años sabiendo «arreglárselas», y viviendo de prestado en las múltiples casas, en Nueva York y en Europa, de sus amigas millonarias. Ninguno de los dos tiene un centavo pero están enamorados y deciden casarse, con la condición de que se separarán amistosamente si en un futuro alguno de ellos encuentra «un partido mejor». Empiezan a celebrar su moderno pacto con una luna de miel en la villa que les deja un amigo en el lago de Como. No tardan, sin embargo, en surgir conflictos de «sensibilidad moral»: ¿se puede ser un parásito de una manera más lícita que otra? ¿Hay límites? ¿La moralidad puede ser sinónimo de arrogancia? ¿Hay vida y amor más allá del dinero y el lujo?

En este excepcional relato de aires jamesianos, Wharton despliega toda su capacidad irónica para realizar, del modo más elegante y sutil, una denuncia de dos universos que se repelen en igual medida en que se atraen. Wharton explota la que fuera una de sus obsesiones recurrentes: las opciones de la mujer de su tiempo y estatus en la tramoya social que la coarta.

Aunque Wharton era de ideas conservadoras en lo político, defendió ideas progresistas en el terreno social y, especialmente, en el de la mujer y eso lo proyectó en sus libros pero su literatura es profundamente progresista. Por eso en 'Los reflejos de la luna' critica duramente los límites «estrechos» del matrimonio, dibuja el impulso erótico que choca con las convenciones y es una poderosa voz que se niega a ser encarcelada por las ideas dominantes. Su lectura resulta esencial en estos momentos de avance y lucha del feminismo.