Fernando Aramburu empezó el proceso de escritura de ‘Patria’ poco después de que ETA anunciara el fin de la violencia el 20 de octubre del 2011. Cesaron los atentados y él, que había seguido muy de cerca el recorrido de la banda armada en su literatura, pudo por fin hacer una foto fija del conflicto, sin ruido de fondo y en forma de novela. Una foto que en el imaginario popular va camino de ser respecto al conflicto vasco como la de la niña que corre desnuda y despavorida para la guerra de Vietnam. Y ciertamente no fue la primera novela vasca que prestaba atención a las víctimas, ni, por supuesto, la primera que se preocupaba del tema. Otros autores de expresión vasca como Ramon Saizarbitoria lo habían hecho antes -su novela ‘100 metros’ se publicó en 1976- pero las fronteras idiomáticas y editoriales no pudieron salvarse entonces.

El libro de Aramburu, 37 ediciones y cerca de un millón de libros vendidos, marcó un antes y un después. Dejó de ser solamente una novela para trascender a fenómeno. Desde su domicilio alemán en Hannover, Aramburu, que acaba de publicar los ensayos memorialísticos ‘Utilidad de las desgracias’ (Tusquets), asegura no tener un termómetro para medir el posible rencor de la actual sociedad vasca, pero siempre le ha resultado mucho más fácil detectar el dolor. "No hay más que escuchar o leer los mensajes que difunden a menudo quienes lo padecieron", asegura.

Tendencia literaria

Con dos importantes novelas sobre el tema como 'Twist' (2013 ) y 'La voz del Faquir' (2019), Harkaitz Cano (Lasarte, 1975) compara ‘Patria’ y su capacidad para abrir una brecha literaria para las letras vascas con un "rompehielos mediático del tema vasco". Tras su aplastante recepción percibe una tendencia, no solo para los productos audiovisuales, también para la literatura. "No sé a qué obedece el éxito de ‘Patria’ -asegura Cano-. Es verdad que el libro tiene afán de metáfora totalizadora que sirve para que el lector que lo vivió de lejos pueda entenderlo o para que el que lo vivió de cerca sienta una catarsis. De todas formas, desconfío de las series, me parece que simplifican demasiado, que dejan poco sitio a la complejidad de la literatura".

El escritor y crítico Iban Zaldúa (San Sebastián, 1966) , autor de 'Como si todo hubiera pasado', 42 cuentos sobre el conflicto que él suele llamar 'La Cosa', constata que ‘Patria’ ha puesto en marcha un cierto movimiento que es difícil de percibir en castellano en su totalidad porque afecta más a la literatura en euskera actual. "Autoras como Katixa Agirre o Aixa de la Cruz, gente nacida en los 80 que vivió la fase más depresiva y decadente de ETA y la kale borroka, son un buen ejemplo, pero hay muchos más". Y aunque no espera grandes novedades en el terreno de la ficción para los próximos años -"porque se pueden dar ahora de la misma manera que se podían dar antes con ETA"- sí cree que van a aumentar los libros de tipo autobiográfico o memorialístico. "Confesiones de miembros de la organización o gente que pagaba impuestos revolucionarios y se enfrentaba a la muerte". ‘El comensal’, en el que Gabriela Ybarra relató la muerte de su abuelo a manos de ETA, sería un buen ejemplo.

Pasar página

Tanto Zaldúa como Cano, que vivieron el conflicto a pie de obra, constatan la sensación de que la sociedad vasca posterior a ETA ha querido pasar página muy rápidamente. "En mi taller de lectura, algunos jóvenes se muestran cansados del conflicto, lo perciben como cosa viejuna, no desean afrontar un sentimiento de culpa", dice Zaldúa, quien advierte de que hay todavía mucho tema pendiente para la sociedad vasca, "sobredesarrollada y turbocapitalista", con muchas aristas todavía por llevar a la literatura. "La gente que hoy tiene 20 años no sabe quién era Miguel Ángel Blanco o qué paso el 3 de marzo de 1976 en Vitoria y por lo tanto no se sienten interpelados".

Mucho más contundente se muestra Aramburu, desde una posición muy crítica. "No percibo una voluntad social mayoritaria de darle un cierre pedagógico a la historia que tuvimos", dice, y afirma que no le consta que se haya producido un encuentro, un congreso, un acto reparador a ese efecto. "Lo que veo es que el proyecto en nombre del cual ETA asesinaba persiste y que las reivindicaciones de sus numerosas víctimas no reciben la atención debida. En cuanto a la literatura, no creo que sus posibles cultivadores puedan quejarse de falta de material narrable".