El artista cordobés Rafael Blanco y el madrileño Carlos I. Faura han inaugurado en la galería de arte Modus Operandi de Madrid la exposición Refugios en pausa. Bajo este título, los artistas establecen un diálogo entre la pintura y la escultura, diálogo que llega a materializarse en una de las piezas que

acoge la exposición.

Según informa la galería, a pesar de las diferencias entre ambos trabajos, del color de los lienzos de Blanco frente a la sobriedad del hierro y la madera de las esculturas de Faura, son más los nexos que unen a ambos artistas que los que los diferencian. La geometría, la deconstrucción para volver a construir, el ritmo y la musicalidad de las piezas, la pausa y el vacío, el espacio y la habitabilidad, la repetición, el refugio... son algunos de los significantes que encontramos en el trabajo de los artistas.

Rafael Blanco (Priego de Córdoba, 1980) extrae las formas geométricas de la incidencia que el ser humano hace en los campos de cultivo con la maquinaria y las herramientas agrícolas. Trabaja el paisaje desde el ritmo que van creando las líneas, curvas y formas que se van repitiendo incesantemente a lo largo y ancho de las vastas extensiones de terrero. Toma estas formas a modo de recursos gráficos y compone sus piezas teniendo en cuenta el ritmo de los paisajes y la musicalidad de estas estampas domesticadas.

Blanco incorpora la geometría, utilizada habitualmente para representar la urbe y los cambios sociales más urbanitas, como forma de reclamar la ruralidad en el sentido de no aislamiento, sino de todo lo contrario, de avanzar hacia un desarrollo sostenible en todos los niveles. El empleo de los colores básicos CMYK (Cián, Magenta, Amarillo y Negro) que se utilizan en las impresiones a cuatro colores y con cuya mezcla se consigue un color más abundante en matices y por tanto una hiperrealidad, le sirve para plasmar su interés por la digitalización y el equilibrio entre lo virtual y lo físico, y cómo la red y las comunicaciones afectan a la sociedad, sobre todo en lugares rurales que tienden al aislamiento social, económico y cultural. Asimismo, la deconstrucción de la realidad y su posterior construcción en el lienzo, junto con el intento de alejamiento del pensamiento binario o dicotómico del ser humano, le lleva al empleo del blanco y negro y toda la gama de grises intermedios.

El trabajo de Carlos I. Faura (Madrid, 1988) se define por el uso del hierro y por el juego que establece con los espacios vacíos. En su caso, Faura crea sus esculturas por los espacios que libera, no por la masa que construye, siendo más importantes casi que la propia materia. Es aquí donde radica la belleza de su obra, en las pausas y los silencios que existen, aunque igualmente sean piezas muy rítmicas y melódicas. Interesado por la arquitectura y los procesos industriales, el hierro le permite crear un hábil juego de perspectivas, luces y sombras, y líneas y formas que se repiten creando diferentes tránsitos, casi laberínticos, donde se conjugan el peso, el volumen, la materialidad y su relación con el espacio.

Gracias a todo ello, el artista logra no sólo inesperados e intimidantes equilibrios, sino las más asombrosas y singulares figuras geométricas por las que es posible transitar con la mirada y deambular por sus formas. Recientemente ha comenzado a introducir en sus composiciones madera quemada, lo que imprime a las obras de un sesgo más natural, el del fuego de las fraguas donde tradicionalmente se forja el hierro.

Refugios en pausa es una muestra que conecta, sugiere y abre caminos, pero también nos lleva a cuestionarnos aspectos básicos de nuestras vidas, ¿Se encuentran éstas en un acto de repetición geométrico metido en un cubo llamado casa y delimitada por los tiempos y las actividades en sí?