Después de la cumbre cinematográfica que ha supuesto para Pedro Almodóvar su último largometraje, Dolor y Gloria, se ha permitido el capricho de rodar este mediometraje en inglés que podemos contemplar durante estos días. Lo primero que llama mi atención, a priori, es que siendo su origen un texto literario en forma de monólogo teatral escrito en francés por el gran autor surrealista Jean Cocteau no haya sido trasladado a la gran pantalla en su idioma original, y más con el amor correspondido que el director de Los abrazos rotos siempre ha profesado por Francia, aunque algún guiño cromático sí que encontraremos en la decoración artística del filme. Sin embargo, merece la pena haberlo hecho tan solo por disfrutar los giros de voz y entonaciones con cambios de registro que la excelente actriz Tilda Swinton ofrece en este recital interpretativo que ha construido. En cuanto a la libre adaptación del texto, hay que reconocer una eficaz dramaturgia en forma de guion adaptado por el propio realizador donde se ha trasladado al «aquí y ahora» una obra escrita allá por 1930. Por supuesto que no es la primera vez que ha sido adaptada esta pieza dramática a otros medios artísticos, recordemos la ópera con música de Poulenc de 1958 o la película de Rossellini protagonizada por Anna Magnani titulada El amor (1958) o la producción televisiva que interpretó Ingrid Bergman en 1966... incluso recuerdo un cortometraje, en blanco y negro, que filmó Miguel Ángel Entrenas aquí en Córdoba y protagonizó Ana González Walls bajo el título de Voz en off (1998). Además, como el director nos recuerda en la presentación previa al pase, no es la primera vez que utiliza este texto literario: ya le inspiró en La ley del deseo (1987) y en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988).

Pieza clave, pues, para el lucimiento de una actriz, aunque también en este caso hay dos colaboraciones de lujo: la deslumbrante fotografía de José Luis Alcaine y la muy adecuada música de Alberto Iglesias.

Por tanto, lo dicho, todo un lujo de treinta minutos.