En la línea de Mud (Jeff Nichols, 2012), en el sentido de ser un relato heredero de las aventuras narradas por Mark Twain en Tom Sawyer, tanto por la bella historia sobre la amistad que contiene como por los escenarios sureños que le sirven de escenografía, la ópera prima de los cineastas Tyler Nilson y Mike Schwartz se revela como un cruce entre la película de carreteras y el drama de iniciación a lo Cuenta conmigo (Bob Reiner. 1986), con ciertas pinceladas de comedia romántica y una subtrama de thriller de persecuciones.

El guión, escrito por los directores, nos presenta a dos fugados como protagonistas, por un lado está el chico con síndrome de down (magnífico Zack Gottsagen) que huye de la residencia en que está internado para cumplir su sueño: convertirse en profesional de la lucha libre en una lejana escuela; por otro, un fugitivo (Shia LaBeouf) al que le siguen los pasos unos peligrosos delincuentes. A ellos se sumará la cuidadora del centro que interpreta Dakota Johnson, que anda buscando al chico y cuando lo encuentra se embarca en la aventura, sumando así un atisbo de romance a la trama.

La película está filmada con bastante efectividad, dominando la sentimentalidad para que no se pase de tono y construyendo con naturalidad las relaciones humanas que se crean entre los personajes. Sin duda, el gran acierto de la producción es haber contado no con un actor profesional que haga de personaje con síndrome de down (como ocurría en Rain Man de Barry Levinson, por ejemplo), sino con alguien que es verdaderamente el personaje: un muchacho que tiene un sueño, el de ser actor aún con síndrome de down, y que se pone delante de la cámara interpretando al protagonista y dando la réplica a dos intérpretes profesionales y experimentados, todo un reto del que sale muy bien parado, incluso en más de una secuencia roba la atención del espectador ante sus compañeros de reparto.

Recomendable debut, por su buena intención y resultado.