“El motor de mi vida ha sido el miedo, la resistencia al miedo a una autoridad que te podía quitar de en medio», decía. Como tantos niños durante la guerra civil, Juan Genovés, nacido en 1930 en una familia obrera de Valencia, vio fusilamientos y pasó hambre --«La guerra es monstruosa, no se olvida nunca, el ser humano saca lo peor de sí mismo. Es también una lucha con uno mismo»-. Aquel miedo se le grabó a fuego, confesaba, se afianzó durante la posguerra y le acompañó durante más de siete décadas de trayectoria artística y compromiso social y político por la recuperación de las libertades y contra la dictadura. Conocido como ‘pintor de multitudes’, el autor de El abrazo (1976), símbolo de la reconciliación de los españoles tras el franquismo e icono del espíritu de la transición, fallecía por causas naturales este viernes, 15 días antes de cumplir los 90 años, sin dejar de trabajar hasta el último lienzo en su taller de Aravaca, en Madrid, donde se instaló ya en los 60.

Artista convencido del poder transformador del arte, que llegó a exponer en Nueva York (en el MOMA y en el Gugenheim), Berlín, Ciudad del Cabo, Viena, París, Bélgica, Japón, Bruselas, Chile o México, con 11 años, Genovés repartía carbón y con él ya dibujaba en las paredes. Quería ser futbolista pero su padre no le dejó. Con 14, falsificó su edad para estudiar Bellas Artes en Valencia, pero el academicismo y la «ignorancia» de los profesores lo impulsó a Madrid, donde formó parte de grupos artísticos de posguerra como Los Siete (1949), el Grupo Parpallós (1956) y Hondo (1960) donde cultivó una pintura de carácter expresionista y provocador.

Allí se sumaría a la oposición al franquismo desde la clandestinidad como militante comunista. Contemplar unos niños abrazándose a la salida del colegio le inspiró el dibujo que se convertiría en su obra más conocida, El abrazo, que desde hace cuatro años luce en el Congreso de los Diputados. Fue la imagen que en 1976 eligió su amigo José Sandoval, dirigente del Partido Comunista, para un cartel que debía reivindicar la amnistía de todos los presos políticos, por encargo de la Junta Democrática, que solía reunirse en el taller de Genovés.

Aunque Genovés cedió los derechos de El abrazo a Amnistía Internacional, que contribuyó a su popularización, el original fue vendido a un coleccionista estadounidense y recuperado por Adolfo Suárez en 1980.