El trap, el reguetón y las nuevas músicas urbanas, ¿han arrasado a los clásicos del pop y el rock en las novísimas generaciones? No nos precipitemos: en los adolescentes de hoy la regla es que no hay reglas, ya que manda la fragmentación del gusto y ningún estilo está excluido de raíz. La oferta en streaming facilita que se curiosee en otros universos y que se pueda encontrar petróleo lejos de los supuestos ritmos del momento.

«Las tribus urbanas han desaparecido del mapa», observa Federico Navarro, profesor de Ciencias Sociales y de Historia en el Institut Montserrat, crítico musical en la revista Popular 1 y autor de libros sobre rock. «Los adolescentes son un conjunto de individualidades e internet les permite ahora explorar desde el jazz húngaro al rock noruego», confirma. ¿Y aquellos viejos clanes uniformados? «El rocker, por ejemplo, se ha volatizado, y diría que allá por el 2002 o 2003 vi a los últimos punkies», hace notar. Pero corretean por las aulas jóvenes individuos con camisetas de Ramones o Iron Maiden, ¿no es así? «A veces les pregunto, ¿sabéis el nombre del cantante, de algún álbum...? Y no lo saben, pero sus símbolos se han puesto de moda». Como Queen o Elton John, a raíz de los biopics. «Hay algunos artistas a los que yo llamo donantes universales, que siguen gustando a todo el mundo: Beatles, Abba, Queen...».

El recogimiento de estos días bien puede servir para que la generación Z descubra o ponga orden en sus conocimientos sobre los hitos de la música popular acuñada en el siglo XX. Álbumes muy influyentes, sin los cuales no se entenderían las nuevas tendencias. Disponer de más tiempo permite afrontar esas obras como un todo, ahora quizá incluso en familia, más allá de esa tendencia tan actual a consumir canciones sueltas y videoclips.

La era cultural que arranca con el primer rock and roll, en los años 50, centra esta selección de diez discos troncales de los géneros populares configurados en el siglo XX, en torno al rock y el pop, cuyo influjo llega a nuestros días. Músicas en cuyo subsuelo encontramos a los primigenios géneros afroamericanos, el blues y el jazz, que merecerían un tratamiento específico. A continuación, diez álbumes de cabecera para animar a los más jóvenes a tirar del hilo. Allá vamos.

ROCK: ‘Elvis Presley’ (1956), Elvis Presley

«Well, it’s one for the money/two for the show...», y vía libre para un rock and roll prestado (Blue suede shoes, de Carl Perkins) que en manos de Elvis cobra formas huracanadas, de una fuerza de la naturaleza. El hijo más célebre de Tupelo, estado de Misisipí, devora el rhythm’n’blues de Ray Charles (I got a woman) o el estándar baladístico (Blue moon) haciéndolos suyos junto a cómplices como el trío maravillas: Scotty Moore, Bill Black y D. J. Fontana. El rock and roll, género de origen negro (con pioneros como Sister Rosetta Thorpe y Ike Turner), alzado como sensual máquina de ritmo y fenómeno juvenil.

CANTAUTOR ROCK: ‘Highway 61 Revisited’ (1965), Bob Dylan

Dylan se desarrolló primero como trovador de guitarra acústica, pero descubrir la electricidad le condujo a este hito que funde poesía y rock’n’roll con fondo adulto. Tomando distancia de los patrones del blues y el folk, creó composiciones arrolladoras que vistió con texturas granuladas de guitarra y órgano (Mike Boomfield, Al Kooper), como Like a rolling stone, Tombstone blues y la titular. Piedra de toque de un rock con ambición literaria, Dylan lo llevaría más lejos en el doble Blonde on blonde (1966), tal vez más apto para ya iniciados.

POP: ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’ (1967), The Beatles

Los Fab Four, en su expansión del beat que los vio nacer en Liverpool y sentando cátedra con un álbum conceptual, según confesión de Paul McCartney inspirado por el igualmente regio Pet sounds (1966), de The Beach Boys (que, a su vez, fue espoleado por el beatleniano Rubber soul, en una eminente cadena de influencias mutuas). Enfriando el culto a la personalidad, buscaron cobijo en el Sargento Pimienta en un mosaico con señales de fanfarria pop, psicodelia, ecos de music hall, mística oriental y vanguardia. Y canciones imperecederas.

HARD ROCK: ‘Paranoid’ (1970), Black Sabbath

Fascinante mal rollo: tras los años del hippismo floral, el grupo de Birmingham dio la réplica con un rock de tacto pétreo, combinando riffs orgullosamente cafres con ritmos pesados y atmósferas fúnebres. El hard rock, insinuado antes por el Jeff Beck Group, Jimi Hendrix, Cream o Led Zeppelin, daba un paso al frente con rumbo al heavy metal. Gloriosa chaladura vocal de Ozzy Osbourne y la guitarra enfermiza de Tony Iommi, cuyo estilo dactilar era fruto de un accidente laboral, al cortarse el extremo de dos dedos con una prensa industrial.

SOUL: ‘What’s going on’ (1971), Marvin Gaye

Marvin Gaye tenía ya un buen número de éxitos a sus espaldas cuando entregó este álbum refinado y conmovedor, en el que logró fundir sensualidad y compromiso social. Álbum marcado por móviles sombríos (guerra de Vietnam, tensiones raciales, excesos con las drogas), se vale de un sedoso sonido soul de autor, con cuerdas y metales, para cantar al reencuentro del ser humano con su voz genuina a través del antibelicismo y la ecología. Exquisitez con aura mística e hitos como la propia What’s going on o Mercy mercy me.

ROCK PROGRESIVO: ‘The dark side of the moon’ (1973), Pink Floyd

Iniciado como vehículo psicodélico en torno a Syd Barrett y sus visiones, Pink Floyd encaminó de la mano de Roger Waters la ruta del space rock y de la experimentación, que le llevó a un nuevo estadio en este álbum superventas. Experiencia sónica de alta ingeniería (Alan Parsons a los controles), con melancólicas ambientaciones planeadoras (emergentes sintetizadores), reflexiones lúgubres sobre la naturaleza de la humanidad y canciones con eficaces formas pop: Mone, con su tintineo de cajas registradoras.

PUNK: ‘Ramones’ (1976), Ramones

El punk surgió como correctivo airado contra un rock setentero que se había hecho grande e industrial, y el debut de estos neoyorkinos simboliza su esencia formal más extrema: canciones de cuatro acordes, sencillas y trepidantes, con un don para la melodía heredado de los girl groups de Phil Spector (con quien colaborarían), al grito tribal de «hey, ho, let’s go». Irresistible banda sonora para una adolescencia inadaptada, contra la intelectualización del rock y con sentido del humor.

ELECTRÓNICA: ‘Trans Europe express’ (1977), Kraftwerk

Aunque encuadrado en el krautrock, rock de vanguardia alemán de los 70, lo de Kraftwerk siempre ha sido único. Ni guitarras ni baterías, sino esbeltos sintetizadores y percusiones electrónicas (y un vocoder que ríase usted del autotune trapero), sublimando la máquina como artefacto con el que suministrar emociones. Se trata de una obra exploradora y a la vez asequible, con canciones que desprenden una belleza mágica y cierta exaltación poética de Europa de lo más oportuna en estos días bajos de moral a causa ya saben de qué.

HIP-HOP: ‘It takes a nation of millions to hold us back’ (1989), Public Enemy

Las raíces del hip-hop se sitúan en los 70, pero fue en los 90 cuando el género tuvo su estallido más invasivo y demostró que podía transmitir una excitación y un peligro que buena parte del rock estaba perdiendo. Construyendo unas bases infecciosas y densas, con bombos y bajos implacables, samples barrocos, pesados ritmos funk y pellizcos de jazz, Desde Long Island, Nueva York, Public Enemy armó la banda sonora de una generación afroamericana que estaba en pie de guerra. Para disfrute, también, de los blanquitos.

GRUNGE: ‘Nevermind’ (1991), Nirvana

¿El último disco de rock capaz de definir y aglutinar a una generación? Tal vez. Nirvana, banda surgida de la promiscua escena de Seattle, fue la elegida para dar un golpe al establishment, al rock de la cadena televisiva MTV y el metal de peluquería. Su álbum más popular, alimentado de garaje de Detroit, hard rock, punk y hardcore (y ese destello pop endeudado con Pixies), conserva el brillo y la furia, y desliza un fondo poético delicado de un alma sensible, Kurt Cobain, que no se identificaba con el ideal del éxito ni con el canon de la masculinidad.