No sabemos muy bien cómo lo hace, quizá sea cuestión de su carisma excéntrico y natural, pero el caso es que Jeff Goldblum, lejos de perder el mojo con el paso de los años, solo lo ha ido ganando. En los últimos años, ya sexagenario, se ha consolidado definitivamente como epítome del cool: inspiración de memes, ídolo de estilo y modelo de vida, actor requerido desde todos los ángulos de la industria para dar personalidad a las más diversas ficciones.

O no ficciones. Uno de sus últimos proyectos es El mundo según Jeff Goldblum, serie documental de National Geographic en la que Jeff se embarca en variadas aventuras divulgativas para explicarnos el mundo de las bambas, o el de los helados, o el de los tatuajes, desde su inquieta mirada. La serie se estrena en España el próximo martes 24, como parte de la oferta de Disney+.

Para quienes adoran a Goldblum, ya solo este título es motivo suficiente para desembolsar la enésima cuota por un servicio de streaming que haga falta. Hablamos de una serie realmente para los fans del actor, porque aquí es protagonista absoluto de un modo que hace tiempo que no es.

IMPULSOS PECULIARES / En los comienzos de su carrera, el actor tardó más de una década en lograr que aprendiéramos su nombre. Suele contar que fue Philip Kaufman quien le dio, en el rodaje de La invasión de los ladrones de cuerpos, libertad para desarrollar sus impulsos más peculiares y singulares, sus modos más jazzísticos de hablar y gesticular. Antes, había tenido pequeños papeles en California split y Nashville, de Robert Altman, quien le ofreció un personaje con más protagonismo en los 80 en Tres en un diván.

Comenzó aquella década con títulos de culto como Reencuentro y Cuando llega la noche, seguidos por la película con la que se hizo notar de verdad: La mosca, por supuesto. En el gran remake de Cronenberg del pequeño clásico del terror de 1958, Goldblum era Seth Brundle, científico que se fusiona por accidente con una mosca durante un experimento de teletransportación. Su proceso degenerativo ponía los pelos de punta y el corazón en un puño, esto último porque estábamos, en esencia, ante una trágica historia de amor.

No es la única en la que ha compartido cartel con Geena Davis: antes estuvo Transylvania 6-5000 y después Las chicas de la Tierra son fáciles. Davis fue, además, la segunda de tres esposas, entre 1987 y 1990. Antes (1980-1986) estuvo casado con la actriz Patricia Gaul. En el 2014 dio el sí a la antigua gimnasta olímpica Emilie Livingston, tres décadas más joven que él. Goldblum sigue en su mejor forma.

Tras La mosca, Goldblum no se convirtió en figura mainstream al uso, sino que aceptó, uno tras otro, los proyectos más insólitos posibles, incluyendo la rara avis del cine español El sueño del mono loco, de Fernando Trueba. Si tenías un proyecto fuera de la norma, Goldblum quería estar en él.

VOCALISTA DE JAZZ / En los años 90, volvió a primer plano de Hollywood como el Dr. Ian Malcolm de Parque Jurásico; en la secuela El mundo perdido tuvo más protagonismo por petición popular. Otro blockbuster noventero que Goldblum mejoró con su mera presencia fue Independence day, en la que hacía de experto ingeniero de telecomunicaciones y máquina expendedora de frases memorables.

También estuvo, dos décadas después, en Independence day: Contraataque, pero de esos años vale más la pena recordar su relación creativa con Wes Anderson, asentada y fortalecida en El gran hotel Budapest e Isla de perros tras haberse iniciado en el 2004 con Life aquatic. También durante la década pasada, Jeff trató de aportar electricidad a la televisión (en la serie Ley y orden: acción criminal), pero pronto se sintió demasiado cohibido y miró en otra dirección.

Goldblum necesita divertirse en la vida. Y eso puede traducirse en improvisar haciendo de villano en Thor: Ragnarok, grabar discos de jazz vocal (ya lleva un par) o explicarnos el mundo a su manera desde una serie deliciosa de la que, según ha informado, se cocina segunda temporada.