Sí, ya sé que los proyectores apagaron sus lámparas hace días. No obstante, cine sigue habiendo gracias a otras pantallas. En casa. Y, por ello, me resisto a dejar de escribir estas líneas después de tantos años sin dejar de acudir a esta cita con los lectores, pues la situación que vivimos durante estos días será pasajera y la fábrica de sueños volverá seguro con nuevos estrenos como los que se han quedado en el cajón este fin de semana, por ejemplo el de dos cordobeses (Antonio Hens y Antonio Álamo) que espero pronto podamos disfrutar, me refiero a la comedia Mi gran despedida, rodada en Cádiz.

Sin embargo, para hoy he querido escoger como tema protagonista de la columna una película francesa, cuyo título podría ser el mejor mensaje para estos días: Lo mejor está por llegar. Los directores (Alexandre de La Patellière y Matthieu DelaPorte) son los mismos que firmaron El nombre (2012), una divertida comedia en que la discusión por la elección del nombre de un bebé llegaba a desorbitadas consecuencias.

Volvemos a encontrarnos en Le meilleur reste à venir a Fabrice Luchini, un actor que hemos visto siempre en producciones de una calidad aceptable como Molière en bicicleta, En la casa, Las chicas de la 6ª planta, El juez, Primavera en Normandía, La biblioteca de los libros rechazados... y que siempre es un placer disfrutar sus actuaciones. Aquí comparte la escena con Patrick Bruel (otro intérprete de extensa filmografía), su personaje es un tipo un poco desastre que acude a su mejor amigo después de tener que dejar su casa de mala manera. A partir de un malentendido entre ellos, después de que uno use el carnet médico del otro, la comedia funciona a raíz de un dramático diagnóstico médico que no son capaces de comunicarse. Por tanto, estamos ante una comedia con pinceladas de drama, donde el tema no es otro que la amistad entre dos personajes muy, pero que muy diferentes.