Este espectáculo, bajo el título de Genoma B, encierra una adaptación de la conocida obra de García Lorca La casa de Bernarda Alba. Se trata de una reflexión sobre el peso de los prejuicios, la rebeldía y el ansia de libertad de la mujer encerrada en el microcosmos del espacio vital que se le permite tener. La escenografía juega su papel al representar prácticamente un espacio vacío que se irá llenando en base a una muy cuidada iluminación sobre los cuerpos vivos de las protagonistas. Espacio en penumbra ocupado por el ataúd de Antonio María Benavides al comienzo de la obra y por el de Adela al despedirse.

Espacio que toma el símbolo de la muerte lorquiana, que es el principio y final de la obra y de la vida. Entre estos dos extremos, la negación que se les hace de esta vida a las cinco mujeres, hijas de Bernarda, que sufren la opresión de cualquier sociedad a través de las apariencias y el «qué dirán». Todas: Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela viven sometidas, encarceladas en sus propios miedos; todas, excepto María Josefa, la abuela, que es un alma libre que canaliza sus emociones a través de su ¿locura?

Se trata de una puesta en escena en la que afloran los conflictos y los sentimientos. A través de un innovador juego escénico en el que se mezcla la música, la danza, malabares, expresión corporal y acrobacias, Albadulake juega con el amor, con la envidia reprimida que aflora en muchas ocasiones, traslada el realismo poético de Lorca adentrándose en esa «casa» y, mediante este simbolismo, en el alma de sus habitantes.

Realmente toda la función se asemeja a un juego en el que las actrices se solazan dentro de sus miriñaques/prisión como si fuesen marionetas, que se convierten en ventanas al mundo y en agujeros donde esconderse del maniquí/Bernarda, robot que todo lo controla, a la vez que en un trabajo impresionante muestra las múltiples facetas del fondo de reminiscencias andaluza de la obra, una atmósfera conseguida a través de la guitarra, del cante y baile del país, resuelta con maestría en impecables zapateados y distintos palos como tangos, peteneras o alegrías, entre otros.

Todo ello se termina de amalgamar con la belleza plástica que emana de las actrices vestidas de riguroso y elegante color negro que contrasta con el rojo de los abanicos que parecen mariposas en sus manos, rojo y negro que se difumina en el blanco nacarado del traje de la abuela y en el verde del de Adela cuando se enfrenta a la Casa y a su destino.

Destino que deja impresionado al público al caer sobre el escenario una cuerda, maroma sobre la que Adela se despedirá de todo y de todos con un juego precioso de técnica y magia en la que da su vida por conseguir la libertad.

Sin duda, la obra Genoma B consigue impactar con el público, al que arranca merecidos aplausos durante toda la representación en el Teatro Góngora.