Con ciertos ecos de Chaplin, Lubitsch, Mel Brooks, Wes Anderson y Benigni el actor y director neozelandés Taika Waititi ha adaptado para la gran pantalla la novela de Christine Leunens El cielo enjaulado. Esta curiosa película, filmada en forma de sátira, se coló sorpresivamente en la noche de los Oscar gracias a las seis nominaciones que consiguió, obteniendo finalmente la estatuilla por el guión adaptado por el propio realizador. El protagonista -bautizado como el filme-, un niño que milita en las Juventudes Hitlerianas tiene como amigo imaginario al Fürher (papel que se reserva Waititi) y todo se le trastoca cuando descubre en su casa una niña judía que ha escondido su madre y de la que terminará enamorándose, cosa que empujará a Jojo a vivir una contradicción llevada al límite.

En la cinta hay un personaje que no hemos citado que cada vez que aparece dibuja una sonrisa en el espectador. Otro niño -el amigo real de Jojo- con un encanto deslumbrante y que echamos de menos por sus breves apariciones comanda un estupendo plantel de secundarios.

La película navega entre el delirio y la crítica, entre la tristeza y la carcajada, entre la amargura y el absurdo, desde que arranca en ese prólogo excesivo donde se nos presenta al protagonista en un accidentado campamento de adiestramiento militar para niños afines al nazismo, hasta momentos en que aparece el dolor cuando menos te lo esperas y la esperanza como último recurso. La sensación que deja es un tanto contradictoria y agridulce, posiblemente gracias al tratamiento utilizado para recrear algo bastante triste en tono de comedia loca y trepidante. Incluso puedes llegar a preguntarte de qué te estás riendo en momentos cruciales del filme. Aunque no es el primero que utiliza este tema para hacer comedia; de hecho, a veces se hacen demasiado evidentes las influencias y referencias utilizadas como inspiración.