Zahara provocó anoche un pequeño Big Bang en el Gran Teatro. Con las ganas que tenía Córdoba de ver de nuevo a la artista ubetense, el teatro se llenó y ella dejó su luz a los asistentes después de repasar las canciones más íntimas de su repertorio. Y aunque no engañó, pues desde el principio advirtió de que en este concierto no habría "ni lentejuelas ni baile", el espectáculo tuvo más energía de la previsible, porque es cierto que los "bajones" no están reñidos con la potencia.

Al llegar, miró al público desde el patio de butacas y, guitarra en mano sin amplificar, cantó ‘La Gracia’ irradiando la primera dosis de melancolía. Porque el que mínimamente se hubiera informado del asunto, sabía que venía a eso: a “dejarnos el corazón”, asumiendo la posibilidad de que “os haga un poquito de daño”, dijo, consciente de que en el duelo uno a veces se recrea en el dolor y sabe que este es necesario para salir del bache. Zahara guía al público por las distintas fases que se producen tras las rupturas, sean del tipo que sean: por supuesto, la pena y la soledad, pero también la rabia y una especie de ira a modo de terapia. Con una escenografía sutil, apenas unas bombillas de filamento y juegos de luces, a Zahara la acompañaron en el escenario Manuel Cabezalí, Martí Perarnau, Carlos Sosa y Emilio Sáiz. La cantante condujo al público por un camino inestable, de subidas y bajadas emocionales, donde los extremos funcionaron especialmente bien, como cuando interpretó ‘Pregúntale al polvo’ (envuelta en un mar de luces y distorsiones) o, en la otra punta del espectro sonoro, con ‘Inmaculada Decepción’ volvió a bajar entre el público acercándose tanto que dejaba ver sus cicatrices; en realidad, sus tatuajes.

La artista ubetense, que ha aparcado la gira de presentación de su último disco ‘Astronauta’ para llevar a cabo una pequeña serie de conciertos en siete teatros españoles, hizo esa pausa para acabar creando un sistema solar en mitad de la sala, como si le hubiera dado a cada uno de los asistentes las llaves de la habitación donde compone sus canciones. Y los asistentes entraron, a escuchar y a mirar. Y en la habitación no solo había calma, sino que también había lujo y decadencia, brillos, algo de vino y el rímel corrido de uno de sus mayores éxitos, la canción ‘Con las ganas’ para la que aparecieron unas luces rojas especiales; incluso hubo hasta una concesión al amor, cuando dedicó Big Bang a su madre y a su familia presentes. En dos horas de concierto dio tiempo a mucho, a hacer junto a la banda El Frío, Frágiles, El Astronauta, cuyo final sonó como si cayera sobre el público un ventanal hecho añicos o una singular versión de la reivindicativa 'Hoy la bestia cena en casa', en la que cambió la letra para dejarle un recadito a Pablo Casado y a Ciudadanos (la concejal naranja Eva Timoteo, presente, se guardó el aplauso para la siguiente canción). "Se queda una tan a gusto", afirmó al terminar este tema que cuestiona entre otras cosas la gestación subrogada. “Si eres tan valiente, préstame tú tu vientre”, (aplausos). A veces, cuando canta, se abraza como si se arropara. Al final del show se agarró a sus músicos, lloró y recibió un ramo de flores de manos de su sobrino. La gira le llevará aún por dos escenarios más: Murcia y Gijón.