Una es una recién llegada, la otra una leyenda con más de 60 años de carrera. Benedicta Sánchez y Julieta Serrano se convirtieron el sábado en dos de las protagonistas más especiales y entrañables de la gala de los Goya. La primera ganó el premio a la Actriz Revelación con 84 años por su interpretación de una mujer que recibe la llegada de su hijo encerrado por provocar incendios en un pueblo de la Galicia profunda en 'O que arde', de Oliver Laxe.

La segunda no necesita carta de presentación, es una de las presencias históricas de nuestro teatro y nuestro cine, lleva en las tablas desde la década de 1950 y ha trabajado con Jaime de Armiñán, Carlos Saura, Javier Aguirre, Josefina Molina y Cecilia Bartolomé en algunos de sus proyectos más arriesgados y valientes, porque ella siempre fue la más moderna entre las modernas. Después llegaría la movida madrileña, los primeros 80 y ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón’, donde entró en contacto con un jovencísimo Pedro Almodóvar que la volvería a reclutar para la iconoclasta ‘Entre tinieblas’ para interpretar a la madre superiora heroinómana de la orden de las Redentoras Humilladas. Volvería a coincidir con el manchego en tres ocasiones más, entre ellas su icónica aparición en ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’, pero hasta su recuperación en ‘Dolor y gloria’ por la que ha ganado el premio a la Actriz Secundaria con 87 años, habían pasado ya tres decenios. Nunca había ganado un Goya.

Benedicta Sánchez fue la primera en subirse al escenario de la 34ª edición de los Goya. No tenía experiencia previa en el cine, su hija la llevó a un cásting y Oliver Laxe supo que dentro de esta mujer fuerte como una roca y con una energía titánica estaba su protagonista. No se equivocó. Cada aparición suya en pantalla enamora al espectador. "La vida te da sorpresas", dijo durante su discurso. "Y a mí me ha regalado participar en esta película. No hay princesa que haya recibido mejor trato del que me han dado a mí en ella".

Nacida en O Corgo (Lugo), Benedicta se expresó en su idioma materno y dedicó el premio a Galicia, "miña terra meiga". Trabajó en el campo guardando vacas y cabras, fue madre soltera, emigró a Brasil en los años 60 y allí se quedó 15 años en los que hizo de todo, incluso fue fotógrafa con su propio laboratorio.

Fue el suyo uno de los momentos más emocionantes de la noche. Ni ella misma se lo esperaba, y sobre todo le hacía ilusión por "esos chicos tan majos del rodaje de la película y por Oliver Laxe". "Ayúdenme, me faltan las palabras, díganme cosas para que pueda decirlas", interpeló al público que la abrazó con un aplauso. Su "no se olviden de la yaya" dedicado a sus nietos se convirtió en pocos minutos en 'treding topic' como una preciosa reivindicación al recuerdo de nuestros mayores.