Córdoba es anfitriona, desde mañana, del Seminario Internacional Entre nalgas protegido. Escatología y contracultura del humanismo al Barroco, en el que profesores de Literatura y otras disciplinas analizarán cómo los genios de nuestra literatura áurea han elevado a arte burlesco las alusiones, por lo general despreciativas, a excrementos, esfínteres, aguas mayores y menores y otras inevitables podredumbres del ser humano. Las universidades de Córdoba, Basilea y Barcelona se han unido en este noble y curiosísimo empeño. El catedrático de Literatura Española de la universidad de Córdoba Rafael Bonilla Cerezo es uno de los directores académicos.

-¿Cómo surge la idea?

-Es fruto de una propuesta de Fernando Pancorbo, colega de la Universidad de Basilea, y de Gastón Gilabert, profesor de la Universidad de Barcelona. Nace de la perentoria necesidad de abordar la literatura del Siglo de Oro desde parcelas muy poco o nada frecuentadas. Al final, volvemos sobre algunos de los nombres de siempre, pero con una mirada nueva, del todo desprejuiciada. Y la escatología se me antoja una perspectiva tan válida como cualquier otra.

-Me parecía tan raro que alguien desde la Universidad de Basilea planteara precisamente eso…

-Bueno, se trata de un filólogo español. No hablamos de un serísimo suizo.

-El nombre del seminario incluye el término “contracultura”. ¿Cree que los escritos que van ustedes a analizar se podrían hacer ahora sin incurrir en lo políticamente incorrecto?

-Posiblemente no. Y eso es lo divertido: que en una época como fue el Siglo de Oro, donde la inquisición y la censura estaban en toda su pompa, vamos a decirlo así, surgieran manifestaciones de este tenor. Textos agudos, ingeniosos, a las que hay que buscarle las vueltas para entender aquello que nos quieren decir. Más triste me parece que una época tan plenamente democrática, paritaria y posmoderna como la actual, o eso dicen, nos la tengamos que coger con papel de fumar.

-Me ha hecho pensar en la ‘Movida’ madrileña, lo que se decía entonces no se podría decir ahora.

-Respecto a la Movida, que apenas viví, intuyo un acusado retroceso en libertad de expresión. Todo suena mucho más pacato y «políticamente correcto». El mismo sintagma, «políticamente correcto», es un curioso oxímoron, pues se ha demostrado hasta la saciedad que no hay nada menos correcto que nuestros políticos.

-El término ‘escatología’ también se refiere a la ultratumba, a lo relacionado con la vida tras la muerte.

-Aquí lo utilizamos en su sentido obsceno, maloliente, rijoso. Mercedes Blanco lo llamó “la palabra prohibida”, es decir, una forma de describir con agudeza realidades plebeyas que, a fin de cuentas, tienen que ver con las poquísimas actividades que igualan a todos los sujetos que en el mundo han sido: respirar, dormir, comer y hacer aguas menores y mayores.

"Son textos extraordinariamente cultos y complejos. El chiste escatológico no se deja atrapar en una primera lectura"

-¿No será el “caca, culo, pedo, pis” de la infancia trasladado a la literatura?

-Evidentemente no. Son obras que pertenecen a lo que el profesor Robert Jammes bautizó como “la promoción estética de lo burlesco”. Hablamos de un subgénero que se registra ya en los clásicos latinos. No se olvide que Quintiliano codificó que, dentro de la retórica, existía ya todo un “discurso de lo sucio” que denominó “turpe”. Un discurso, en fin, que ayudaba expandir los límites del lenguaje por medio de la agudeza. Todo ello gracias a guiños malolientes y picardías que constituyen un verdadero alarde de talento. No obstante, como nos enseñó el maestro Paolo Pintacuda, hay autores, pongamos por caso a Quevedo, más propensos a un tipo de humor que, si bien puede sonar un punto pueril, encierra siempre una risilla cómplice con su público. Un buen ejemplo son las ‘Gracias y desgracias del ojo del culo’, una obrita muy citada, que despliega una riquísima mina de conceptos. Ni Góngora ni Quevedo mostraron las realidades soeces de forma evidente, sino por medio de desvergonzados conceptos. Ojo, se trata de textos extraordinariamente cultos y difíciles de interpretar. Este tipo chiste no se deja atrapar en una primera lectura. Hay que poseer una cultura humanística sólida, pero también botánica, zoológica, culinaria y hasta folklórica, para aprehender el sentido último de estas obras y, por tanto, su humor.

-Claro, estamos hablando del Barroco.

-Bueno, y también del Renacimiento y del Manierismo. Hemos contado incluso con Israel Muñoz (UCO), un helenista de probadas prendas. Queremos arrancar de Grecia, donde ya se daban este tipo de manifestaciones. Y de Roma. Marcial, uno de los maestros de Góngora, se define por el cultivo de lo obsceno y lo escatológico en sus epigramas, pero con suma gracia. En definitiva, partiremos de la tradición griega y latina para llegar al Barroco.

- ¿Se puede considerar que este tipo de expresión literaria es, no ya un género, quizá una corriente?

-En efecto. Nos batimos el cobre con un subgénero, con una modalidad genérica silenciada en los manuales y las historias de la literatura. Bastante más que el erotismo, por ejemplo.

-¿Más propio de España que de otros países?

-Diría que no. Los italianos también lo cultivaron. Uno de nuestros colegas se ocupará de Tommaso Stigliani, autor de la Merdeide, poema satírico que juega en el título con la Eneida de Virgilio, el poema grave y sublime por antonomasia. Y los franceses tienen a Rabelais, que gusta de esta clase de realidades más apegadas a las funciones primarias. Quizá lo reseñable no es que sea un fenómeno español, sino que durante el Barroco los grandes ingenios europeos fueron españoles. Pero, insisto, en Italia hubo toda una corriente de poetas a finales del siglo XVI, los bernescos, que crearon toda una escuela partir del erotismo y la escatología.

-¿Con qué intención escribían ellos así? O era una parte más del universo literario de la época.

-Como has dicho antes, acaso hoy no se podrían escribir ese tipo de cosas de forma tan cruda. Eso sí, los autores que nos ocupan le dan vueltas al lenguaje para que el chiste no se perciba a la primera. El suyo es un humor intelectualizado. Nunca epidérmico. A dos luces. Esta promoción artística de lo burlesco, y por ello también de lo escatológico, la poesía fundada en perífrasis y equívocos, es fruto de que a principios del siglo XVII estaba prohibido referirse a las partes pudendas, o a las acciones u objetos referidos a ellas. En caso contrario, te convertías en un paria. Por tanto, ¿qué hacen Góngora, Quevedo y sus epígonos? Abrazar un culto lenguaje soez, la palabra prohibida, elevada al ámbito de la cultura por medio de la agudeza. Se ha llamado también “poesía de la sal”. Al ubicar lo obsceno dentro de la burla, quedan de alguna manera legitimados. Se pueden permitir así ciertas cosas que, en un contexto serio, serían severamente condenadas. Ellos convierten lo soez en un banquete de burlona belleza. El vínculo entre escatología y burla resulta imperativo en el Barroco.

A Góngora se lo criticaba en su tiempo por ser un autor de sonetos 'merdosos y pedorros', según Jáuregui, poeta sevillano que fue su acérrimo enemigo

-¿Cabe esperar alguna sorpresa en el Seminario?

-Javier Rodríguez Molina, lingüista de la Universidad de Granada, trae el primer estudio léxico de la escatología en Góngora. Por tratarse del mayor poeta barroco, y además cordobés, pienso que va a merecer mucho la pena dicho análisis. No en vano, a Góngora se lo criticaba en su tiempo -son palabras de Jáuregui, un poeta y pintor sevillano, acérrimo enemigo y a la postre imitador- por escribir sonetos “merdosos y pedorros”.

-Parece bueno que las universidades y el mundo académico incorporen algo de humor e ironía a sus encuentros científicos.

-Tengo la impresión de que a veces la Filología, la ciencia universitaria en general, está demasiado encopetada, se considera demasiado solemne. Y cuando digo “solemne” no quisiera que se me malinterprete. Nuestro seminario hará gala de rigor y compromiso con nuestra disciplina. Sin embargo, tampoco está de más transmitir conocimientos, y de veras complejos, como la literatura del Siglo de Oro, con cierta gracia. De amargados, cínicos y vulgares está el mundo lleno. Hagámosle caso, pues, a Juan del Encina: «Hoy comamos y bebamos, / y cantemos y holguemos, / que mañana ayunaremos".