«La mierda escrita no huele». Esta máxima de Roland Barthes, explica Rafael Bonilla, tan rotunda como epatante, quizá pueda (y deba) ya refinarse: «No huele, pero inspira y divierte». He aquí, añade, el mayor de los objetivos del Seminario Internacional Entre nalgas protegido. Escatología y contracultura del Humanismo al Barroco, que se celebrará este miércoles y jueves en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba: analizar con el máximo rigor, no exento de guasa, un discurso (y hasta todo un género) codificado como turpe (opuesto al honestum) en la retórica de Quintiliano.

Fruto de la alianza de tres universidades, y bajo la dirección académica de los profesores Fernando J. Pancorbo (Universidad de Basilea), Gastón Gilabert (Universidad de Barcelona) y Rafael Bonilla Cerezo y Victoria Aranda Arribas (Universidad de Córdoba), se abordarán distintas obras de la tradición clásica, española e italiana que ponen en primer plano (o del revés) prácticas que por lo general no acostumbran a recogerse en lo manuales ni mucho menos a explicarse en las aulas.

Simplificada por la historia oficial, tampoco han faltado los vetos a este tipo de poética, considerada degradada, indecente u obscena, por más que se trate de una cultísima mina para desplegar las armas de la agudeza y el ingenio. Así, más allá de la Historia de la mierda de Dominique Laporte, y de un sugestivo libro coordinado por el profesor Luis Gómez Canseco, Fragmentos para una historia de la mierda, son pocas todavía las iniciativas que examinan con carácter científico un tema tan de puertas adentro como es el de la escatología.

El teatro barroco (incluyendo los entremeses), Góngora, que cuenta con un aplaudido corpus sobre el menguado caudal del Manzanares y las inmundicias del Esgueva; Quevedo, autor del divertidísimo opúsculo Gracias y desgracias del ojo del culo; o el italiano Tommaso Stigliani, que nos legó la Merdeide, son, en palabras del profesor Bonilla cerezo, algunos de los nombres y temas sobre los versará este coloquio. Y es que, como escribiera la mencionada Laporte, incluso «de la boca de la bella salen boñigos de cabra».