ORQUESTA DE CÓRDOBA

VIOLONCELLO: Pedro Fernández

DIRECTORA: Virginia Martínez

OBRAS: Martín y Soler, Haydn, Mozart y Respighi

Tres obras clásicas y una perteneciente al «clasicismo expandido» de Ottorino Respighi sonaron en la noche del jueves en el Gran Teatro. La dirección que ejerció Virginia Martínez dio excelentes resultados y sacó brillo al magnífico sonido que atesora la formación cordobesa en los últimos tiempos. El empaste, la afinación y la precisión no se hicieron esperar y aparecieron desde los primeros compases de Una cosa rara, de Martín y Soler, en la que se avanzaron las maneras de Martínez sobre el podio: atenta y precisa, medida y equilibrada sin renunciar a la expresión.

Tras el breve aperitivo del valenciano, sonó el Concierto para cello y orquesta en do mayor, potente y musculosa obra dentro de la producción de Haydn, cuya ejecución orquestal dirigió Martínez con tempi bien escogidos, mesura en la expresión -pero hubo expresión- y un acertado papel concertante, creando una atmósfera delicada y elegante para acompañar a un joven Pedro Fernández, que comenzó su intervención atenazado ante el público. No podemos saber cómo habría sido su interpretación sin el envaramiento que no lo abandonó durante todo el concierto; lo que pudimos escuchar sonaba con timidez, sin apenas intención, sin dejar clara su idea acerca de la obra, prácticamente sin fraseo, pasó de puntillas sobre una obra que terminó interpretando desde fuera: habrá que esperar a otra ocasión para saber realmente cuáles son sus dotes interpretativas.

La pausa precedió a la interpretación de la Sinfonía nº 33, KV 319, en si bemol mayor de Mozart, una pequeña delicia que Martínez atacó con un fraseo elegante, firme y decidido muy adecuado para esta «miniatura» mozartiana. La obra periférica del clasicismo, Gli Ucelli, de Ottorino Respighi, funcionó como revulsivo al final del concierto: su carácter diverso y de divertimento brillaron en la batuta de Martínez y los atriles de la formación cordobesa: en La Paloma, la directora dio muestras de versatilidad y sostuvo la difícil partitura creando un delicado tejido con un fraseo evocador y melancólico, que se convirtió en huidizo y cómico en la sincopada y atropellada Gallina. La velada finalizó con un emotivo aplauso al músico Jorge Hernández, que se jubila después de 27 años en la Orquesta de Córdoba.