Benito Zambrano, el director de la celebrada Solas y La voz dormida, vuelve esta semana a las pantallas con Intemperie, un wéstern ambientado en la España de la posguerra protagonizado por el pequeño Jaime López (Techo y comida), Luis Tosar, Luis Callejo y Vicente Romero. La acción se sitúa en una zona indeterminada de España en 1946. Un niño pobre huye del cortijo donde trabaja con un reloj de oro que ha robado y dirigiéndose a la ciudad. El capataz del pueblo le persigue y presiona a su familia para descubrir dónde está, pero un pastor de cabras ayudará al pequeño.

Es la adaptación de una novela de Jesús Carrasco que transcurre en zonas áridas, bajo un sol abrasador. Muestra la pobreza en la que viven los habitantes de la región y la prepotencia de los señoritos (a los que nunca se ve, pero ejemplificados por el capataz), lo que recuerda mucho a Los santos inocentes e indigna bastante. Uno de los mejores filmes de la temporada del que conviene saber cómo se hizo y las dificultades a las que hizo frente el equipo para hacerlo realidad. Nos lo explica Benito Zambrano.

LO PEOR // «Mi peor recuerdo fue lo mal que lo pasamos con las pulgas, teníamos ganadería ovina y entrábamos en muchos sitios a localizar como cuadras y cuevas. Las pulgas se te pegaban y llevábamos el cuerpo repleto de ellas. La gente de arte que acondicionaba los sitios estaba agobiada. Y había que estar continuamente con productos insecticidas. Al llegar a casa, debíamos poner la ropa en una bolsa para desinfectarla para matar a los bichos y luego lavarla. Todos los días, además del polvo y la suciedad. Un día entré en una cueva con una camiseta blanca y cuando salí estaba negra porque las pulgas van a lo blanco, por eso van a por las ovejas».

LO MEJOR // «Lo más bonito fue el comportamiento y relación con la gente de los pueblos. Rodamos en Orce, Galera, Huéscar y Puebla de Don Fadrique. Cuando íbamos por la calle, la gente nos preguntaba cómo había ido el día. Gente a la que no conocía pero eran muy familiares, como amigos. Mi mejor recuerdo es la calidez humana, lo que nos ayudaron y el cariño que nos mostraron».

¡AY, QUE CALOR! // «Acabábamos cada día de rodaje destrozados por el calor, ya que la mayoría de localizaciones eran exteriores. Fueron ocho semanas más la preparación todo el día al sol y de mayo a agosto. Tenías que estar a primera hora de la mañana para aprovechar el sol hasta que caía. Cuando volvíamos al pueblo, la gente se bajaba del autobús e iba corriendo a pillar una cerveza fresquita. Lo único que nos daba un respiro era cuando teníamos que rodar en las cuevas, que las tienen muy arregladitas, y teníamos que ir con mantas porque allí hacía 17 o 18 grados en agosto y era muy placentero».

¿DONDE RODAR? // «Tuvimos que dar muchas vueltas. Casi nos perdemos por los caminos porque intentamos que, visualmente, la película fuera lo más rica posible. Pero teníamos que esquivar las zonas cultivadas y evitar elementos que no existían en los años 40. Era difícil porque siempre encontrabas un espacio que no pintaba nada o una torre de electricidad».

BUSCANDO UN NIÑO // «La primera clave era que era un niño pobre, de una España miserable, analfabeta y muy rural. Lo más difícil era encontrar un niño que no fuera muy urbano, culto y educado porque no nos ayudaba. Que no tuviera un acento muy castellano y más del centro-sur, de Extremadura o Murcia ya que nunca se explica dónde transcurre la acción, es un lugar inconcreto. Tras muchos castings apareció Jaime, que ya había rodado Techo y comida y tenía un poco de experiencia. Pero siempre con el miedo de que era un personaje muy duro y fuerte, complicado. Había que prepararlo también físicamente, que pareciera de campo, tenía que tomar el sol para tener un tono de piel más oscuro, llevarlo al terreno del mundo rural. Además tenía que aprender a montar a caballo, a llevar un burro, a ocuparse de las ovejas, a ordeñar... Y teníamos que esperar a que cada día terminara las clases. Estuvimos 20 días con una coach para que cumpliera todos los requisitos».

EL DOBLE DE TOSAR // «No solo el niño, todos los actores tuvieron que hacer una preparación previa con los diversos animales y tenía que ser muy creíble. Teníamos un pastor encantador, Ángel, que nos dejó su propio ganado, hizo de entrenador de animales y, en todos los planos generales aparece él, porque acabó haciendo de doble de Luis Tosar».