La inmensa oscuridad. Una solemne voz femenina canta por seguiriyas y cubre con un fino manto negro al Gran Teatro de Córdoba, mostrando un alma sencilla y apabullante. En el centro del escenario, en lo más profundo de la soledad sonora, Manuel Moreno Maya aparece de espaldas e iluminado sobriamente. Así, de la mano de su madre, daba comienzo el pasado sábado el nuevo espectáculo de El Pele: Mapamundi. Ocupadas cerca de las 600 butacas, el público admiraba expectante la nueva creación del gran cantaor cordobés, bajo la dirección musical del sanluqueño José Miguel Évora junto con un elenco de artistas renombrados como la bailaora Pastora Galván; los guitarristas Dani de Morón, Niño Seve y Salvador Gutiérrez; Torombo y Bobote a las palmas; Fernando Jurado y Juan Carlos Toribio al violonchelo y Paquito González a la percusión.

Dentro de la programación paralela del 22 Concurso Internacional de Arte Flamenco de Córdoba, el nuevo trabajo de El Pele mostró un recorrido por algunas de las vivencias de esta figura del cante a través de la declamación de su propio discurso musical junto con la inclusión de numerosos elementos como el juego constante con las luces y sus colores, el cambio de indumentaria, el uso del espacio escénico o la proyección de un cortometraje de dibujos animados representativo de la desilusión que puede provocar el hecho de vivir el sueño de otro, este último bajo la música envolvente del inconmensurable compositor J. S. Bach interpretada por los violonchelos y enlazado al público mediante la figura descalza de Pastora y su baile intimista, anárquico, profundo y desgarrador.

De esta forma, El Pele ofreció un alarde de voz a través de la interpretación de cantes como su profundo martinete; sus personalísimas seguiriyas; las malagueñas y fandangos de Lucena; la soleá, introducida de forma soberbia por Dani de Morón; la vidalita y su enorme belleza recordando al genial Pepe Marchena; alegrías de Cádiz y de Córdoba, incluyendo numerosas referencias a las ciudades cuna de dichos cantes o la picardía de sus bulerías, donde pudimos sentir el baile enérgico, rebosante de arte y de compás del original y singular torombo junto a la visceralidad de Pastora, entre otros. Asimismo, con el transcurso del espectáculo, se fueron sumando la totalidad de los artistas al escenario arropando con cariño y maestría a ese dolor antiguo transformado en una voz desgarradora, creativa y resurgida de sus propias cenizas. Máxima ovación de un público ante unas letras profundas, llenas de poderío, pena, añoranza y, sobre todo, letras sinceras que salen, como diría el poeta, de las últimas habitaciones de la sangre.

El mejor broche para celebrar el Día Internacional del Flamenco, con el que los asistentes tuvimos la suerte de poder disfrutar de un alma entregada hasta el tuétano, arriesgando en su afán por el constante aporte artístico, innovando en cada proyecto. Un artista incansable, con una voz de ayer y de hoy, que pareciera mejorar con los años y que supo mantener durante aproximadamente dos horas menos cuarto la atención de un público de todas las edades totalmente rendido a su arte que, como está visto y comprobado, muestra su perenne vigencia así que pasen cien años.

Gracias, Pele, por tu compromiso incansable con el arte y, sobre todo, gracias por tus múltiples aportaciones al mundo del Flamenco, porque “la pureza no se puede perder nunca cuando uno la lleva dentro de verdad”.