Uno de los placeres colaterales que trajo la reciente fiesta de Aniversario de Anagrama fue la presencia del gran Richard Ford en la ciudad. De hecho, fue el autor que viajó desde más lejos para estar en Barcelona. Y como un editor tan entregado no podía dejar de lado esa posibilidad promocional, junto con la invitación vino la orden de que acabara de una vez el libro de relatos que tenía entre manos. Tanto aprecia el norteamericano a su editor castellano que se dio prisa en escribir dos cuentos que le faltaban para completarlo y el resultado se titula 'Lamento lo ocurrido', un título que no podría estar menos en sintonía con lo sucedido. Otro se hubiera molestado por las presiones, pero Ford con mañas de caballero sureño, de esos que dejan pasar a las mujeres al cruzar un umbral- simplemente se lo tomó como una oportunidad. Es por eso que ha entregado antes a publicación la versión castellana que la original inglesa, algo que le funcionó muy bien en el pasado cuando el volumen 'Mi madre' (que luego repescó con Entre ellos) se publicó como libro en Anagrama cuando en inglés solo había aparecido en una revista.

Comedido, ecuánime como un cowboy de la vieja escuela y generoso en sus comentarios a la periodista Anna Guitart, a Ford, caso de tenerla, no se le notaba la resaca del día anterior en la Biblioteca Jaume Fuster donde presentó su último trabajo. Allí anunció a una platea entregada que las aventuras de su personaje Frank Bascombe seguirán más allá de 'El periodista deportivo', 'El Día de la Independencia', 'Acción de Gracias' y esa coda de relatos que es 'Francamente, Frank'. La gran noticia es que está manos a la obra y ha empezado a escribir sobre su héroe, en el que no es muy difícil reconocer algunos de los rasgos del escritor aunque suele decir que no tiene tanto ego como para tener un alter ego-. Así que como en cada una de sus novelas, Bascombe, cambia de profesión, ahora está pensando qué es lo que hará con él. Y como suele, para hablar de ello, echó mano del recuerdo de su padre que falleció cuando él era un adolescente descarriado y semidelincuente: Mi padre tenía muchos amigos, pero no los llamaban por su nombre sino por su oficio y eso era algo que lo hacía más vivos, más reales. Por eso necesito saber cómo se ganan la vida mis personajes. La muerte de su padre fue el disparadero para cambiar de vida y dejar de amargar a su madre: Decidí cambiar y la lectura me ayudó mucho porque el lugar en el que vivía me pareció más interesante y coherente después de haber leído Absalón, Absalón, una novela de Faulkner que retrata mi Mississipi natal. Eso me impresionó mucho, estaba hablando de un espacio que conocía. Me dio un sentido más afinado de la vida.

ESPÍRITU IRLANDÉS

Lamento lo ocurrido, como todos sus libros, no está dirigido por ninguna idea programática sino por la intención de ser capaz reflejar la vida de la forma más directa y plausible, es decir, pura narración fordiana. Pongo a dos personajes en un coche y les dejo hablar sin preocuparme de nada más, cuenta. En esta ocasión el leve hilo conductor es que todos los personajes de los relatos son irlandeses que viven en Estados Unidos o que vuelven a su antigua patria, pero para él no es un tema porque jamás escribiría un libro sobre lo que significa ser irlandés o ser americano.

El momento en el que más se ganó la complicidad de la platea fue cuando, irónicamente, respondió a la pregunta ¿tiene lectores republicanos? Umm, lectores republicanos. ¿Existen? y ahí se disparó el habitual corolario de cualquier demócrata con sentido común: Trump está poniendo a su país en una situación de peligro extremo. Las risas llegaron con la mención a sus calcetines imposibles, rosas con topos, que posiblemente compró en las Rambles y que tanto contrastaban con su atuendo, el de un tipo que no se permitiría la menor excentricidad.