Raphael «es aquel» que siempre ha vivido como ha querido, un tesoro que sabe valorar y que está al alcance de muy pocos. Su secreto, además de su silencio absoluto seis horas antes de cada concierto para preservar con mimo su valiosísima garganta, parece ser el respeto por su profesión y, según dijo recientemente en una entrevista concedida a este diario, no haberse dejado dirigir más que lo suficiente para poder ser él mismo y tomar sus propias decisiones a lo largo de su extensa carrera. Sea como fuere, Raphael se ríe hoy del tiempo, lo condensa y pliega a su antojo.

Esta noche ha vuelto a seducir al público cordobés en el Teatro de la Axerquía, donde se mostró más ‘infinito’ y ‘Loco por cantar’ que nunca, durante un concierto en el que desgranó un gran número de canciones, dando protagonismo a sus más recientes temas, recogidos en su disco ‘Infinitos bailes’, con el que el intérprete ha querido actualizar su repertorio de manos de compositores de generaciones más jóvenes, desde Mikel Izal a Bunbury, pasando por Rozalén, Dani Martín e Iván Ferreiro. A sus 75 años, el de Linares volvió a demostrar que es incombustible.

Prueba de ello es recalar varias veces en una misma ciudad dentro de la misma gira. Eso sólo lo pueden hacer los elegidos como él, en una lección magistral de cómo mantenerse en la élite de ese olimpo fulgurante durante más de medio siglo. Y sin parar de conquistar flancos, como la reciente (y en otros tiempos impensable) pleitesía que también le rinde ahora el panorama indie español. Ahí es nada, sobre todo, porque no todo fueron luces en esta trayectoria en la que la personalidad y el temple de Raphael ganaron la batalla a las lógicas sombras que asaltan una vida, que también las hubo. Una vida consagrada al escenario.

Casi a disco y gira por año, en esta ocasión en Córdoba ha dado una vuelta de tuerca más a su gira Loco por Cantar, que se nutre de su enésimo disco, titulado Infinitos Bailes, que ya presentó aquí en febrero, una gira que le ha llevado por casi toda España, incluso varias veces, como en Córdoba, y por todo el orbe que tantas veces ha recorrido. Para este disco, Raphael ha contado con las composiciones de varios artistas y amigos jóvenes, y no tan jóvenes, a los que después ha tamizado con su famosa y personal impronta sonora y gestual. Dani Martín, Vanesa Martín, Bunbury, Mikel Izal e Iván Ferreiro, entre otros, han sido los «vientres de alquiler» del artista para gestar un disco que ha tenido, una vez más, una gran acogida. No obstante, en esta gira no faltan las ineludibles y aclamadas canciones buques insignia de su historia como Digan lo que digan, Qué sabe nadie, Mi gran noche...

Miguel Rafael Martos Sánchez, aquel chico de Linares de voz firme y gesto vehemente que, como recordarán los sexagenarios, había comenzado su carrera ganando el Festival de Benidorm y poniéndole la «ph» que vio en cierta marca de electrodomésticos a su nombre, es hoy un icono de la marca España y un ídolo que llena y vuelve a llenar. El Ruiseñor de Linares se ha atrevido con todo a lo largo de su existencia artística, incluso a cantar en otros idiomas (lo que no es precisamente su fuerte) como el alemán, el inglés, francés, y hasta en japonés. Tiene el único Disco de Uranio otorgado en el mundo como premio por más de 50 millones de discos vendidos, que se dice pronto, además de 49 de platino y 326 de oro. Siempre de negro, tuvo su más grande aventura artística hace años, atreviéndose también con el doble papel en el musical Jekyll & Hyde, un reto del que salió de nuevo airoso, además de sus innumerables películas en las décadas de los años sesenta y setenta, e incluso alguna muy reciente.

En sus últimas creaciones musicales, Raphael se rodea de artistas de renombre para confeccionar discos de verdadero lujo. Alejandro Sanz, Miguel Bosé, Alaska, Enrique Búnbury, Perales, Serrat, Ana y Víctor, Juanes, Paloma San Basilio o Ana Torroja ya habían colaborado con él. Ahora, con Infinitos Bailes, usa de nuevo una fórmula que parece estar dando buenos resultados. «Aquel» sigue siendo este Raphael.