En 1989, José Luis Cuerda firmó una de sus obras más representativas, Amanece que no es poco, y durante 30 años, los fans de este enorme director, productor y guionista de cine miraron una y otra vez hacia él clamando por una dosis más del mejor surrealismo patrio. Y ha llegado. Es Tiempo después. Pero responder al público que esperaba la secuela no era una de las preocupaciones de Cuerda, quien considera que si él «es capaz de escribir esto, el espectador es capaz de leerlo en igualdad de posibilidades». Ahí, ha dicho, «se establece un juego que puede ser divertido y que, de hecho, me consta que lo es, porque yo he visto cómo la gente se ríe viendo mis películas, y eso será por algo. No lo busco, pero lo encuentro».

Como no podía ser de otro modo, tratándose del maestro del surrealismo cómico que es Cuerda, la rueda de prensa en la que presentó la película, una proyección especial de la Sección Oficial del Zinemaldia, fue un continuo ir y venir de bromas y chistes sin venir a cuento que enlazaban con filosóficas cargas de profundidad. Como que a España «no hay por dónde pillarla», dijo Cuerda, respondiendo a la evidente carga de crítica política y social de Tiempo después: «Hago lo que puedo y sale lo que sale, y luego, se ve como se ve», concedió Cuerda.

«La perspectiva desde la que se miran las cosas no cambia, y debería de cambiar y tener en cuenta los datos que nos da la contemplación de nuestros compañeros humanos para deducir -consideró el director de La lengua de las mariposas- que no lo estamos haciendo bien». Y cuando parecía haber terminado la frase ha lanzado a los periodistas que le escuchaban en la sala de prensa del Kursaal: «¿Y vosotros? ¿Lo estáis haciendo bien?».

En ese punto, Arturo Valls, actor y también productor de la cinta, agregó que «la sátira es la vaselina necesaria para que esto entre mejor», relajando el ambiente y provocando otra tanda de risas. «La película reparte contra todo y contra todos, no resulta nada maniquea: hay contra la monarquía, la religión, contra la propia revolución, contra el poder, pero también contra la masa aborregada», apuntó otro de los productores de la cinta, Félix Tusell.

En Tiempo después corre el año 9177; el mundo ha quedado reducido a un único edificio que se alza en medio del desierto y a unas cuantas chabolas habitadas por los escasos humanos que han sobrevivido al caos; pobres, desarrapados y parados que molestan, pero que -marca de la casa- siguen alimentándose de poesía y pensamientos filosóficos. Con un humor ácido, actualizado y surrealista, que igual provoca sonrisas que carcajadas abiertas, Tiempo después es una divertidísima película que devuelve a los espectadores al José Luis Cuerda más crítico.