Un hombre maltrató durante años a su mujer y a su hija. “Las trató como animales hasta que la esposa decidió matarle. Le dio somníferos y mientras dormía le tiró ácido y luego lo cortó a hachazos. Le pregunté por qué lo hizo. Tenía tanto miedo de él que pensaba que no se moriría. A ella la condenaron. ¿Qué es la legítima defensa? Ese hombre las habría acabado matando. No tengo respuestas, solo lanzo preguntas”, plantea la escritora y guionista de cine italiana Antonella Lattanzi (Bari, 1979), citando uno de los testimonios que recabó estudiando casos de violencia machista para escribir ‘Una historia negra’ (Roja & Negra / La Campana), una novela en la que pesa tanto la trama como las voces narrativas y el perfil de los personajes. Lattanzi está en contra de todo tipo de violencia, recalca, y recuerda que “la mayoría de veces las mujeres terminan siendo asesinadas por sus parejas y muy pocas veces la mujer se rebela y mata al maltratador”, que es por lo que en el libro se juzga a su protagonista, Carla, divorciada tras 20 años de violencias y con tres hijos. “En mis trabajos estudio realidades alejadas de la mía, poco tratadas o tratadas injustamente. Leí actas de juicios y hablé con víctimas, con maltratadores y con mujeres que mataron a sus maridos para mostrar qué hacía la ley ante estos casos”.

De esa investigación concluyó que “a las mujeres maltratadas se las deja solas”. “Todas habían denunciado mil veces y no habían recibido ayuda. Hasta que fue demasiado tarde. Es cuestión de tiempo que las maten. Carla busca salvarse de su marido de todas las formas posibles pero la justicia, la policía... la anulan”. Lattanzi intenta, a través de los personajes, “explicar al ser humano, su ambigüedad, porque no es solo bueno o malo, tiene muchos claroscuros”. Y desafía al lector a decidir qué piensa de Carla, a la que el circo mediático que explota su caso “etiqueta como ‘femme fatale' y madre coraje, como víctima y verdugo”, y a que se interrogue: "‘Yo, en su situación, ¿qué haría?’”.

"El maltratador se siente solo, es inseguro. Después de maltratar se vuelve frágil y pide perdón y cuida a la mujer que ha maltratado para que ella caiga en su trampa y piense que ese, el bueno, es el auténtico"

Entra también “en la mente del monstruo”, a través del marido, Vito, y traza el retrato robot del maltratador. “Es un hombre que se siente solo, inseguro, que piensa que no merece ser amado. Y llega un momento en que deja de querer a la persona que ama y la considera un objeto de su propiedad. Y la mujer cae en su trampa: justo después de ser violento se vuelve frágil y débil, pide perdón y cuida en extremo a la mujer que acaba de maltratar; y ella piensa que ese es el hombre auténtico, el bueno. El violento tiene una capacidad diabólica para mostrarse distinto de cómo es porque si siempre se mostrara violento ninguna mujer se enamoraría de él”.

La novela también trata de “la dependencia”. “Todos los personajes son interdependientes. La madre de Vito, los hijos con la madre, los hijos entre ellos... Ese tema es casi lo único autobiográfico que hay en mis libros. El miedo a la soledad. Cuando uno no sabe estar solo acepta relaciones sentimentales y humanas que no son buenas porque cree que no merece que le amen tal como es”.

Momento peligroso en Italia

La autora, que escribió la novela dos años antes de la ola de empoderamiento feminista de los últimos meses, opina que “el abuso de poder del hombre sobre la mujer está aún muy presente en Italia. Allí un grupo de mujeres se ha unido para denunciarlo pero no se ha llegado hasta el fondo. Parecía que las cosas iban a cambiar pero no ha sido así. Hay una pared que nos impide cambiarlas”. Lamenta, además, que contra el maltrato machista, más que la ley o los políticos, se ha movido “la gente del espectáculo, la cultura y la literatura”. “En Italia hay una gran fractura entre la política y la sociedad. Sobre todo ahora, un momento muy peligroso, con la vuelta del filofascismo y el racismo, la homofobia y el rechazo de la inmigración. Desde la cultura intentamos luchar contra eso. Dábamos por hechas las grandes conquistas de estos decenios, en que se reconocía la libertad del individuo, pero ahora todo eso está en peligro y la cultura no puede mantenerse callada”.

De ahí que admire a escritores como “George Simenon, Giorgio Scerbanenco, Leonardo Sciascia, Don Winslow o James Ellroy, que han contado la sociedad a través de la novela negra”, porque “el compromiso de la literatura es explicar una historia que dé luz sobre el ser humano y la realidad”.