Dio a conocerse con 'Stockholm' (2013) pero fue su tercer largometraje, 'Que Dios nos perdone' (2016), el que lo confirmó en uno de los grandes valores del cine español. Dos años después de ganar aquí el premio al Mejor Guion gracias a él, regresa a la competición donostiarra con su película más ambiciosa, 'El reino'. En ella, ha tomado elementos de todos los escándalos de corrupción política que han azotado España en los últimos años y los ha combinado a la manera de un trepidante thriller.

¿Cómo definiría el sentimiento que dio origen a 'El reino'? ¿Incomprensión? ¿Hartazgo? ¿Indignación?

Supongo que fue una mezcla de todas esas cosas. Pero, por encima de todo, la película es fruto del cabreo que tanto a la coguionista Isabel Peña como a mí nos produce ver la impunidad con la que aquellos en el poder han estado robándonos y comportándose sistemáticamente como criminales, y luego justificándose diciendo cosas como “es el mercado, amigos”. Y no solo eso; también es indignante pensar en cómo la ciudadanía lo ha estado tolerando durante tanto tiempo sin inmutarse. Nosotros también somos responsables.

Habla de la falta de reacción por parte del ciudadano. En ese sentido, resulta curiosa la poca atención que el cine español reciente ha prestado al asunto de la corrupción, pese a que está muy presente en nuestro día a día.

Que el cine haya tardado tanto en hablar del tema no es sino un reflejo de lo adormilada que la sociedad ha estado durante mucho tiempo. Nos hicieron mirar para otro lado, y nosotros nos dejamos. De hecho, cuando empezamos a trabajar en 'El reino' nosotros mismos nos autocensurábamos, porque teníamos miedo de que no nos dejaran hablar de ciertas cosas. Pero estoy convencido de que si nosotros no hubiéramos hecho esta película, tal vez un par de meses después se habría anunciado algún otro proyecto sobre la corrupción. Es momento de reflexionar sobre ello.

A lo largo de 'El reino' en ningún momento se menciona a un partido político concreto, ni se especifica en qué lugar de la geografía española transcurre la acción. ¿Por qué?

La idea inicial fue hacer una película más directamente inspirada en el caso Gürtel, pero no tardé en darme cuenta de que centrarse exclusivamente en un partido político resultaría casi propagandístico, especialmente considerando lo lejos que me sitúo políticamente del PP. Además, en este país la corrupción está extendida entre todas las ideologías y en todos los ámbitos. En realidad, El reino no habla tanto de la política como de la condición humana.

La película sugiere que, en cuanto tiene la oportunidad, cualquier ciudadano de a pie se queda con lo que no es suyo. ¿Diría que los españoles somos especialmente corruptibles?

No lo creo. Independientemente de cuál sea su nacionalidad, todo cuanto el ser humano necesita para corromperse es encontrar una excusa con la que justificarse ante sí mismo. Pero sí hay actitudes que son muy nuestras. Por ejemplo, esa idea de que, si nuestro vecino roba, nosotros también tenemos el derecho de hacerlo. Y también es muy española la alta tolerancia a los corruptos que tenemos. En otros países también hay políticos que roban, pero se los persigue y castiga con más dureza. Supongo que tenemos los políticos que nos merecemos.

El protagonista de la película, Manuel López Vidal, sin duda es un villano. Sin embargo, a medida que avanza el metraje el espectador llega a empatizar con él. ¿Eso cómo se logra?

Buena parte del mérito hay que dársela a Antonio de la Torre, que tiene esa capacidad natural para conectar con el público. Desde el principio tuve claro que había que fijarse en la trayectoria de un personaje concreto y de contar su historia usando las herramientas del cine de intriga. En ese sentido, 'El reino' conecta con mi anterior película, 'Que Dios nos perdone', que no ocultaba sus conexiones con 'Seven' pero que iba más allá. Tanto entonces como ahora, el género ha sido un vehículo a bordo del que reflexionar sobre asuntos trascendentes.

Desde el plano inicial de la película, López Vidal pasa la mayor parte de la película yendo de un lado para otro, en permanente movimiento. ¿Por qué?

Creo que eso le imprime a la historia un ritmo frenético; es una película larga y es importante que el espectador permanezca enganchado. De ahí también que la banda sonora tenga música tecno, que acentúa la sensación de que el personaje podría ser pillado en el momento menos pensado. El movimiento permanente, además, de algún modo está relacionado con la falta de reflexión del personaje. Es un tipo que no es consciente de la inmoralidad de su comportamiento. No se ha parado a pensar en ella.

A nivel formal, 'El reino' se aleja por completo del 'look' habitual de las intrigas políticas, basado en la frialdad y la elegancia. ¿Fue una decisión deliberada?

Sí, porque películas de ese género ya hay muchas y muy buenas, y queríamos dar a la nuestra una personalidad propia. Además, tratar de imitar esa estética sofisticada sin disponer de los medios necesarios habría sido catastrófico. En última instancia, además, creo que ha quedado suficientemente demostrado que los tipos que nos han estado robando no tienen nada de elegantes. Al contrario, son bastante cutres.